Opinión

cara a cara

22 de noviembre de 2019, 3:00 AM
22 de noviembre de 2019, 3:00 AM

Terrenal y auténtico, alejado del poder que disfrutó con largueza, Evo Morales Ayma ha vuelto a ‘retratarse’ de cuerpo entero desnudando fobias y otras miserias humanas. Desde su dorado asilo mexicano, esta vez lo ha hecho instruyendo por teléfono a uno de sus cercanos colaboradores movilizados sobre cómo ejecutar más eficazmente los bloqueos en diferentes ciudades de Bolivia. Para que en el perverso afán ‘nadie se canse’ y para que a los ciudadanos martirizados por un sinfín de violentos cortes de ruta no les lleguen alimentos. 

Que se mueran de hambre y se joroben nomás ‘los hermanos y las hermanas bolivianas’ porque el aprendiz de dictador quiere volver al país -del que nadie lo despachó- para ‘mantenerse en combate’ y, al mismo tiempo, promover el diálogo y pacificar al país. ¡Habrase visto tamaña contradicción!

Lo incontrastable es que la peor cara del ex-jefazo y del régimen que gobernó durante 14 años, asoma entre el velo de la violencia, el terror y el caos que cubre a Bolivia en unas jornadas aciagas que deben terminar. 

¿Qué valores y principios aprendió y cultivó Evo Morales en ese tiempo largo gobernando a los bolivianos para no terminar huyendo por la puerta trasera de la historia? Al parecer, ninguno. Ciego y ensoberbecido por el poder, rifando torpemente su innegable capital político, en su caso, el proceso fue involutivo.



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