Esta mujer boliviana murió a los 36 años en Chile y donó sus órganos para que cuatro ciudadanos, a los que no conoció, sigan viviendo. Los cinco hermanos quedaron huérfanos en jóvenes y ella se convirtió en el timón que los sacó adelante

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8 de diciembre de 2019, 5:00 AM
8 de diciembre de 2019, 5:00 AM

Pamela Allendes Vargas, boliviana de 36 años y radicada en Chile, murió bruscamente el 23 de noviembre en la sureña ciudad de Chillán, donde era donante voluntaria de órganos y, de ese modo, terminó prolongando la vida de cuatro personas que recibieron sus riñones, el hígado y corazón, ese corazón de oro que la caracterizó en su paso por este mundo, como lo describen sus hermanos.

Luego de su fallecimiento, por un paro cardiorrespiratorio a consecuencia del angioedema hereditario, se conoció el drama que desde pequeña vivió con sus hermanos y del amor que profesó, al extremo de sacrificar su futuro para sacar adelante a los suyos, principalmente a su hermano menor después de que quedaran huérfanos a temprana edad.

Todo tuvo su inicio por los años 70, en La Paz, donde la familia Allendes-Vargas se constituyó con el matrimonio de Sergio, natural de Chile, y Marilín, oriunda de Beni, quienes procrearon a Sergio, Pamela, Yerko, Eliana y Luis.

Difícil trance

La familia llegó a Santa Cruz, donde unió un profundo lazo de amistad con Leandro Noé Cuéllar (ahora de 71 años) y su esposa, María Luz Lobo Vaca (67), que describieron a Pamela como la chica de la eterna sonrisa. “Siempre estaba con la sonrisa a flor de labios. En las necesidades siempre veía lo positivo y anteponía el bienestar de los demás al de ella”, recuerda María Luz, su tía adoptiva.

El infortunio golpeó desde temprano a los Allendes-Vargas, pues en el año 2001 murió Marilín, la madre, por causa del angioedema hereditario, una enfermedad en el sistema inmunitario que transmitió a Pamela. Es un trastorno que causa hinchazón particularmente en la cara, en las vías respiratorias, y produce cólicos abdominales.

Ocho meses después, falleció el papá a raíz de un cáncer, pero antes de eso tomó las previsiones de llevar a sus hijos a Chile, donde Sergio hijo llegó con 19 años, Pamela con 17, Eliana con 16, Yerko con 14 y Luis con 2 años.

Allí pasaron tiempos difíciles con familiares casi extraños para ellos. Sergio salió a trabajar para mantener al resto y Pamela se convirtió en la madre de Luis, cuando este tenía dos años y lo crio, apoyando siempre a sus otros hermanos. “Siendo adolescente, cumplió el rol de madre con Luis. Él solo recuerda cariño, no tuvo el sufrimiento de haber sido huérfano desde niño. Ella se privó de muchas cosas por cuidar a mi hermano”, manifestó Eliana con un nudo en la garganta.

Pamela tomaba un medicamento para corregir el bajo nivel de una proteína llamada inhibidor de C1, característico del angioedema hereditario. Por esa razón prefirió no formar familia.

“Decía que la vida le regaló un hijo (por Luis). No quería formar familia por su enfermedad. Como es hereditaria, en las mujeres la probabilidad de que nuestros hijos tengan angioedema hereditario es de un 90%, a diferencia de los hombres, que es de un 50%. Entonces, traer a un hijo al mundo implicaba quizá tener la enfermedad y en ese aspecto nunca fue egoísta, siempre se puso en el lugar de los demás”, destacó Eliana.

El 23 de noviembre Pamela sufrió una crisis; el remedio no había llegado y sufrió un paro cardiorrespiratorio y posterior muerte cerebral. Sus otros órganos estaban vivos por efecto de las máquinas, así que alguien se acercó a los hermanos y preguntó si aceptaban donarlos a pacientes en espera.

“Aceptamos porque era la voluntad de mi hermana. Su corazón, que milagrosamente no sufrió daños, y uno de sus riñones, se fueron a Concepción; su otro riñón y el hígado, a Santiago. Agradecemos de corazón todo lo que mi hermana fue, lo que nos dio y lo que entregó a las otras personas esperanzadas en salvar sus vidas”, expresó Eliana.


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