Opinión

La relación entre Bolivia y Argentina

12 de diciembre de 2019, 3:00 AM
12 de diciembre de 2019, 3:00 AM

La agenda que comparten Bolivia y Argentina tiene temas importantes que deben estar al margen de las afinidades políticas entre los Gobiernos de ambos países. Sin duda, tras la asunción de Alberto Fernández a la Casa Rosada, hay relaciones inciertas entre ambos Estados.

Fernández no invitó a la presidenta boliviana, Jeanine Áñez, a su posesión. En la misma línea que Evo Morales, argumentó que ella llegó al poder mediante un golpe de Estado, teoría que no se sustenta después de que los mismos partidarios del MAS reconocieran el mando de la gobernante, además de abrirse a convocar nuevas elecciones nacionales, tras la anulación de las anteriores por un fraude que fue ratificado en una investigación de la OEA. En una posición más moderada, dijo que reconocerá al próximo Gobierno de Bolivia.

A pesar de la sucesión constitucional ocurrida en Bolivia, en la línea ideológica que Fernández ha expresado, él ofreció asilo político a los exmandatarios Evo Morales y Álvaro García Linera, lo cual causa incomodidad al actual Gobierno de Jeanine Áñez. A pesar de ello, la canciller Karen Longaric aseguró que el país espera tener una relación de respeto con Argentina, de manera que se pueda llevar adelante la agenda bilateral en un clima de normalidad, lo que pasa por mantener abiertos al menos los consulados en ambos países.

Lo penoso es que las relaciones bilaterales, por ahora, están limitadas por asuntos ideológicos. Los Gobiernos de Bolivia y Argentina son vecinos y comparten una extensa frontera; en conjunto deben resolver asuntos como la comercialización de gas (Argentina es el segundo comprador más importante de nuestra nación). También es crucial que coordinen la lucha contra el narcotráfico y el contrabando, problemas que ya antes se mencionaron como álgidos en este relacionamiento. Asimismo, la situación de los migrantes bolivianos en ese país es un tema importante que demanda la fluidez en la relación diplomática.

La historia, la cercanía geográfica y la agenda común son motivos suficientes para que la relación sea respetuosa y amable, como corresponde. La ideología es un sesgo que impide ver la realidad tal cual es y que, por el contrario, mantiene postergada la atención de las necesidades de los habitantes de ambas naciones.

Argentina se encuentra en un momento especialmente delicado por la crisis financiera de su economía, hoy sumida en un endeudamiento por más de 315.000 millones de dólares, una profunda recesión, alta inflación y la pobreza que afecta a más del 40% de su población. Adicionalmente, debe reencauzar su relación con Brasil y con Colombia.

Mucho más si se toman en cuenta los reducidos apoyos regionales que hoy tiene Fernández para encarar los grandes desafíos argentinos. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, expresó su abierta discrepancia con el regreso del kirchnerismo al poder, situación que ha puesto en duda la continuidad del Mercosur. 

Lo propio ocurre con la administración de Donald Trump y de Iván Duque en Colombia, que también expresaron diferencias con los nuevos inquilinos de la Casa Rosada. 

Ojalá Fernández ponga en práctica los criterios de no confrontación y diálogo que expresó en su discurso de asunción en el Congreso argentino, especialmente con Bolivia, una nación con la que tiene una relación cultural, comercial y política tan estrecha y tan extensa que se pierde en los albores de la independencia americana y de la colonia española. Bolivianos y argentinos demandan respuestas para sus problemas concretos, no esperan de sus gobernantes posiciones políticas e ideológicas mezquinas que solo pueden perjudicar.

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