Un altar navideño para recibir a Lupita Vargas

Texto: Silvana Vincenti/Fotos: Fuad Landívar

Se aferra a un milagro, es que el osteosarcoma o cáncer de huesos resultó mucho más agresivo de lo que esperaba. Tanto que la convirtió en una guerrera de 24 años, perdió una pierna hace casi dos años, abandonó la carrera de Sociología ya en el cuarto año, la enfermedad avanza hacia otras partes de su cuerpo, su familia debe $us 25 mil por los gastos del tratamiento, su mamá se mantiene en España para pagar las cuentas, su papá es un humilde taxista que lucha para estar a la altura de la circunstancia y que se sonroja a la hora de pedir ayuda. Pero Lupita sonríe, contra ese placer y su amor loco por la vida, el cáncer nada puede. Y su sonrisa despeja el panorama de dificultades.

Anoche fue muy feliz, llegó de Brasil al aeropuerto Viru Viru, luego de varias horas de viaje en ambulancia desde el hospital de Barretos hasta San Pablo, y dos horas de vuelo. Los médicos le recomendaron que no viaje por su delicado estado de salud, pero el espíritu navideño se puso rebelde. 

Lupita ansiaba estar con la familia, que la recibió ni bien bajó del avión con abrazos, globos y cámaras. También estaban sus benefactoras, María Angélica Huertas y Alexia Dabdoub, que le ayudaron con los pasajes de Lupita, de Daniela, su hermana y compañera de travesía, y de su madre, Martha Amelia Araúz, que podrá estar en Navidad con su hija.

Lupita fue trasladada en ambulancia hasta su hogar por la Radial 26, donde había más gente esperándola, primos, tíos, mascotas, vecinos, compañeras del colegio San Sebastián y de Sociología (Uagrm) enloquecieron al verla. La sorprendieron con un altar navideño iluminado y coronado con una torta de sushi, su comida favorita. Lupita se conmovió. Su próximo regalo es la llegada de su mamá, el 19.