Opinión

Seis millones de razones para apoyar el “empleondimiento”

17 de enero de 2020, 3:00 AM
17 de enero de 2020, 3:00 AM

Una entidad financiera nacional promociona uno de sus productos de ahorro más rentables apelando a que para ganar más no se requiere ser ahorrista o, por su parte, inversionista, sino una mezcla de ambos: un “ahorronista”.

Menciono este ejemplo porque la naturaleza del trabajo está cambiando de forma tan rápida que ya no nos encaminamos a formar empresas (emprendimientos) o, en su caso, conseguir trabajos fijos. Estamos moviéndonos a la época de los “empleondimientos”, una mezcla de empleados y emprendedores.

Hasta hace unos años existían dos alternativas casi excluyentes: o trabajar o emprender. Hoy ambas se funden porque los oficios han cambiado con la aparición de nuevas tecnologías.

De hecho, los reportes más recientes de entidades como el Banco Mundial (“La naturaleza cambiante del trabajo” de 2019), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (“Trabajo al servicio del desarrollo humano” de 2015), el Banco Interamericano de Desarrollo (y su serie de publicaciones sobre “El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe”) u otros dedican sus principales publicaciones este tópico.

Todo pareciera señalar que estamos ante el fin de las grandes corporaciones con millones de empleados para entrar en el terreno de millones de empresas y unas cuantas grandes corporaciones.

En nuestro país, el “empleondimiento” está más extendido que en los países avanzados, pero por las razones incorrectas. No es que la revolución tecnológica llegó antes a Bolivia, sino que se conjugan varios factores como las regulaciones y trabas burocráticas a la creación de empleo formal, el magro capital humano que poseemos y un clima de negocios que impide el descubrimiento y aprovechamiento de nuevas ideas.

Tomando los datos de la encuesta de empleo más reciente (2018), sabemos que en nuestro país existen casi seis millones de personas que conforman la población económica activa. Es decir, aquellas personas que tienen la edad (son mayores de 14 años) y las intenciones de trabajar.

La mayor parte de ellos, el 97%, tenía una ocupación, mientras que el resto se encontraba buscando un trabajo. Además, casi un tercio se dedica a las labores agropecuarias en el país.

Lo más preocupante es que el 43% de la población ocupada es “empleondedora” o trabajador por cuenta propia. Es decir, son a la vez emprendedores y empleados. Esa es una de las facetas más dolorosas de la informalidad que tenemos en nuestro país.

El problema serio de la informalidad es que implica condiciones de vida menos favorables, lo cual se debe a la falta de certeza. No poseen la seguridad industrial como para evitar accidentes o lesiones graves. Tampoco la seguridad social de corto plazo o seguro de salud para el tratamiento de enfermedades. Y peor aún, seguridad social de largo plazo o el derecho a una vejez digna y sin preocupaciones financieras.

Esta percepción no cambia si nos concentramos en el área urbana o las ciudades, puesto que 40% de los ocupados son trabajadores por cuenta propia. Casi un tercio está dedicado a actividades comerciales al por menor.

Necesitamos cambiar esta realidad por una distinta que implique a la vez más empleo formal y la posibilidad de emprender ágilmente. Será importante que en estas elecciones nos propongan cómo enfrentarán esta problemática.

Caso contrario, tendremos “empleondimientos” del siglo XX mientras el mundo avanza en el siglo XXI.



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