Opinión

Desmontando la narrativa económica del MAS

El Deber logo
22 de enero de 2020, 3:00 AM
22 de enero de 2020, 3:00 AM

Sergio G. Villarroel - Böhrt

Se acercan las elecciones y, automáticamente, también las campañas electorales. Independientemente de si existirán o no debates oficiales, una tarea prioritaria de cada candidato será la formulación de su programa económico, el cual luego deberá evolucionar hacia una narrativa económica. Sobre este punto, no cabe duda que la narrativa dejada por el MAS caló muy hondo, al margen de si contenía o no racionalidad económica. Una narrativa es el relato que se construye alrededor de una idea fuerza, y el éxito radica en cuán efectivo es el emisor en difundirla hasta que se haga viral. Ojo que la idea puede incluso no ser cierta, solo basta que sea atractiva para el receptor.

Para que adquiera consistencia, una narrativa debe contar con tres ejes fundamentales: I) una idea fuerza; II) un sujeto favorecido; y III) un problema o archienemigo a quien destruir. En el caso del MAS la idea fuerza fue siempre la inclusión, no solo en el ámbito económico, sino también en el político y social; mientras que el sujeto fueron las naciones indígenas tradicionalmente excluidas (al menos en el discurso) y la némesis el neoliberalismo. Todo esto decantaba en un supuesto modelo, para el cual se ensayaron un par de nombres como economía plural o modelo económico social comunitario productivo. Ambos unos mamarrachos impresentables desde el punto de vista académico.

El arte está en la habilidad para combinar estos tres ejes de la forma más atractiva posible.

Por ejemplo, un profesor universitario bien intencionado podría tratar de armar una narrativa de la siguiente forma: las economías pequeñas que cuentan con sectores de ingresos bajos (sujeto), suelen generar poco ahorro interno (problema) y, en consecuencia, requieren de inversión extranjera directa (idea fuerza) canalizada a través de grandes empresas intensivas en capital, que facilitan el aprovechamiento de ventajas comparativas estáticas o recursos naturales. 

Esto que desde el punto de vista conceptual suena consistente, en realidad no pega ni en los círculos puramente académicos, más bien dan ganas de pegar al que lo dijo por sus ínfulas de sabelotodo. En cambio, un astuto populista podría observar la misma realidad y armar este mensaje: el neoliberalismo, encarnado en el imperio, las empresas transnacionales y organismos multilaterales (enemigos), saquearon durante siglos los recursos naturales pertenecientes a nuestros pueblos indígenas originarios (sujetos), pero es hora de devolverles lo que siempre fue suyo (idea fuerza que los hace sentirse incluidos), nacionalizando las empresas estratégicas, redistribuyendo el excedente generado por las mismas a través de bonos, brindándoles la oportunidad de trabajar en el Estado o proveer al mismo toda clases de bienes y servicios. Al final, todo está en la narrativa!

Pero una buena narrativa es solo el principio. Para que se haga viral requiere de un esfuerzo coordinado entre diferentes interlocutores, todos ellos reforzándose entre sí para mantener la idea fuerza en el centro de atención durante el mayor tiempo posible, haciendo uso de la variedad de aparatos mediáticos que, en el caso del MAS, fueron avasallantes. Mientras más tiempo se logra mantener la idea fuerza en el imaginario de la población, mayores son las probabilidades de que se ramifique en algunos mitos, como que la pobreza extrema se redujo en 23% o que el PIB se multiplicó por un factor de 5.

Ahora bien, los futuros candidatos deben tener cuidado con algunos errores comunes. Todo programa de gobierno contiene siempre una sección económica con las políticas que se pretende implementar en ese ámbito y, normalmente, suele mencionarse dicha sección cuando en la campaña surge el tema económico. Este es el primer error, puesto que la política económica incluida en el programa no se constituye automáticamente en la narrativa, esta última debe ser construida con base en la primera. El segundo error es diseñar una narrativa económica contrapuesta a la del contendiente electoral y difundirla como si se fuera a dar un giro de 180 grados. Indirectamente, esta estrategia resulta contraproducente porque mantiene en el debate la atención sobre la narrativa atacada (la cual domina el adversario), aun cuando se trate de sacar a la luz sus falencias y decir que se hará lo contrario. La idea es más bien generar una narrativa nueva pero de actualidad, con la cual el que la diseñó se sienta seguro y en condiciones de defenderla. El tercer error es encapsular al problema o enemigo en una sola persona, en este caso el expresidente Morales (el cual además ya no será candidato). Idealmente, el problema o enemigo debe ser un concepto, listo para ser endilgado a varios opositores sin que se agote.

Estas estrategias de construcción de narrativa económica difieren de las usualmente empleadas en marketing político puro, y es por eso que deben ser concebidas de forma separada, aunque integradas luego de manera armónica al discurso del candidato. No sé el resto, pero yo estoy ansioso por ver quién logrará finalmente desmontar la anterior narrativa económica dejada por el MAS.



Tags