Opinión

El traidor Rubén Costas

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24 de enero de 2020, 3:00 AM
24 de enero de 2020, 3:00 AM

Álvaro Puente


Acaban de regresar del exilio dorado algunos personajes que no se han enterado de la historia que hemos vivido en Bolivia estos últimos meses. Vienen con sangre en el ojo por viejos rencores y están empeñados en hacer que todos, como ellos, veamos color sangre nuestros nuevos tiempos de esperanza. En los 21 días de paro ya vimos a sus mensajeros desesperados por robarse el show y por devaluarlo. Cada noche, a codazos, se abrían campo hasta el Cristo con pancartas de insultos a Rubén Costas. No era el momento. No era honesto pelear en ese momento su guerra particular. Pero la envidia mezquina era su única urgencia y su único horizonte.

Rubén no armó el gobierno cruceño como una monarquía hereditaria. No obedeció órdenes ni puso de virreyes a la cúpula de políticos que lo habían apoyado en el inicio. Por eso le guardan rencor eterno. Lo odian como solo Evo era capaz de odiar. Se ciegan tanto que no entienden ni nuestros problemas profundos ni nuestros sueños luminosos.

No tienen nada que proponer ni les urge construir nada. Solo quieren castigar al gobernador que no les repartió a ellos las mieles del poder. Solo quieren arrojarlo a la hoguera en que cayó el tirano después del plantón nacional. Como si su frustrada esperanza de dominio fuera el principal drama nacional.

Mentira que el revocatorio fuera artimaña de Rubén. Fue estrategia equivocada de toda la oposición. Todos infravaloraron al MAS y ninguno comprendió a cabalidad la realidad nacional del momento ¿Perdieron? Sí. Perdieron porque se equivocaron todos.

Mentira que Evo esperara permiso del revocatorio para perseguir y matar. Ni el revocatorio ni ninguna acción de Rubén crearon la tiranía. Evo llevaba en la sangre sus rencores y muertes. ¿Cayeron varios? Sí. El tirano era así y no lo podía sacar Rubén. Teníamos que derrocarlo todos juntos.

Mentira que Rubén se vendiera a nadie. Mentira que cediera su apoyo a nadie. Mentira que matara la autonomía ni ningún otro sueño cruceño. Todo el país sabe que el departamento de Santa Cruz fue baluarte de la oposición. Nos respetaron porque éramos muchos y decididos. No porque nadie se vendiera.

Lo que sí es verdad es que Rubén fue un político realista. Conquistó toda la poca autonomía que era posible conseguir. No era la que queríamos, pero era la que había y la tomó toda. Construyó todo el desarrollo que era posible alcanzar. Hubiéramos querido más, pero era lo que se podía. Rubén fue oposición indeclinable y tozuda, pero inteligente y realista porque se trataba de avanzar, no de dejar mártires para la historia. Rubén no se dedicó a lanzar piedras al MAS. No ordenó la guerra. No armó milicias para acabar con el tirano. Pero avanzó en autonomía y en libertad más de lo que gustaba a los tiranos y más de lo que hubieran logrado ninguno de sus odiadores enemigos que la vieron de palco.

Evidente que Rubén y su gente tienen limitaciones, como cualquiera. Evidente que se podían haber tomado otras y mejores decisiones, como siempre. Pero más evidente es que Rubén fue honesto con Santa Cruz en el servicio que el pueblo le encomendó. Es honradez, porque ni la Gobernación ni sus decisiones eran botín para repartir entre los amigos. La honestidad no permite servir solo a algunos.



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