En los hechos, Óscar Ortiz es la figura más importante del Legislativo. No puede asumir la presidencia del Senado porque la Constitución se lo impide

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26 de enero de 2020, 3:00 AM
26 de enero de 2020, 3:00 AM

Desde el mismo 10 de noviembre, cuando renunció Evo Morales, había un vacío en el Parlamento porque todos los eslabones de sucesión constitucional habían reventado. 

Nadie mandaba a nadie. No había autoridad y tampoco se podía acceder al edificio donde funciona la Asamblea Legislativa, porque los activistas estaban instalados en los alrededores de la plaza Murillo y no dejaba entrar a los parlamentarios del MAS, por miedo a que un masista suceda a Morales en la Presidencia. A eso se sumaba el bloqueo en las ciudades, que no dejaba a la Asamblea juntarse.

Los antiguos opositores tenían la ventaja porque sus mejores cuadros estaban en el parlamento, Óscar Ortiz, Arturo Murillo, Yerko Núñez o Víctor Hugo Zamora. En cambio, los masistas estaban descalabrados porque sus líneas de acción se habían caído después de la renuncia de Morales y apenas lograban articular una bancada que ya ni fuerza tenía porque no podían ingresar siquiera al edificio Legislativo.

Dos meses después, ni Óscar Ortiz ni Omar Aguilar quieren acordarse de cómo hicieron para allanar el camino, para iniciar los contactos, pero una vez conformado el Ejecutivo, varios legisladores de la antigua oposición juraron como ministros y viceministros y eso permitió a Ortiz quedarse como la única cabeza de la bancada minoritaria en el Legislativo. 

En los hechos, era el que mandaba el denominado primer poder del Estado. Sin embargo, la Constitución Política del Estado y el mismo reglamento de la Asamblea señala que el presidente debe ser un miembro de la bancada mayoritaria, por tanto, Ortiz no podía presidir el senado y empezó la negociación. Adriana Salvatierra y Susana Rivero habían vuelto, pero no tenían la fuerza necesaria para quedarse con el cargo. Su bancada las responsabilizó de su descalabro, de no haber estado firmes en los momentos de oscuridad, de haber renunciado, cuando podían haber preservado la presidencia para el MAS.

Un agrio debate surgió dentro de la bancada en el edificio del exbanco minero, en la comisión de Economía Plural, cuando se discutió sobre las alternativas legislativas para retomar el control. 

Huérfanos de liderazgos, ganó la calle. Para ese momento, solo El Alto se mantenía movilizado contra Áñez y pidieron que sean alteños los que conduzcan al MAS en la larga noche que se les avecinaba. Ahí saltaron las figuras de Sergio Choque, Omar Aguilar y “Mónica Copa”, como la conoce su bancada y cuyo segundo nombre es Eva. Milton Barón, Lino Cárdenas, Betty Yañíquez o Sonia Brito se juntarían en un grupo junto con otros legisladores conocidos como “los privilegiados”.

“Al interior del partido había élites en la cual no te permiten avanzar, lastimosamente no se dio cobertura a muchos compañeros, no solo Sergio (Choque) sino varios compañeros que tal vez tenían más potencial de poder dirigir este ente legislativo”, dijo Choque.

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