OpiniónEDITORIAL

Política exterior sobre la base del interés nacional

26 de enero de 2020, 3:00 AM
26 de enero de 2020, 3:00 AM

El realismo en el ámbito internacional nos señala que los países no tienen amigos permanentes, pero sí tienen intereses permanentes y para Bolivia -como para la inmensa mayoría de naciones- una buena relación con EEUU es parte de su interés nacional. Por cuestiones ideológicas ajenas a esas premisas, la administración de Evo Morales siguió otro camino. Para el régimen masista lo importante era que su órbita externa gire en torno a los regímenes dictatoriales de Cuba y Venezuela en particular. Hoy en día la política exterior boliviana se encauza por el camino correcto, siempre con dignidad y soberanía, pero ya no en función de ideologías o de amistades sino de intereses concretos.

En función de lo expresado, se dieron pasos para reencausar la relación con EEUU, que había caído a sus niveles más bajos desde la expulsión del embajador de la nación del norte en 2008. En ese sentido, se tomaron acciones en un marco pragmático y digno en función de lo que es más conveniente para Bolivia.

Una vez dadas por la nueva administración nacional las señales diplomáticas correspondientes, he aquí que varias visitas de altos funcionarios de Washington y el propio presidente Donald Trump, dieron su pleno respaldo al gobierno provisional que rige en Bolivia. Y eso es algo significativo, no se produce ni todos los días ni con cualquier país.

“Desideologizar” significa, en lenguaje simple, procurar relaciones externas sobre la base del interés nacional y no en función de intereses políticos e ideológicos. Es la manera correcta de conducir las relaciones externas de un estado independiente. La vía pragmática en materia de política exterior procura siempre lo más óptimo, dejando a nivel secundario simpatías o afinidades políticas. Ese camino ha venido siendo trazado por la presidente Jeanine Áñez y su canciller Karen Longaric. Y es una buena senda, merece seguir siendo recorrida.

Por otro lado, Bolivia aspira a sostener las mejores relaciones posibles en su entorno geográfico, cumpliendo así su rol histórico de ser tierra de contactos y de gravitaciones múltiples, pero también sin necesidad de permanecer a grupos pseudo integracionistas regionales que son simpatizantes de una ideología común.

Dos casos típicos de lo expresado han sido la extinta Unasur y la alicaída ALBA. De la primera, nos queda como amargo resabio el inmenso gasto efectuado por Bolivia de más de 50 millones de dólares en lujosas instalaciones establecidas en Cochabamba que no tienen ningún uso práctico pese al gasto millonario, fruto de la forma irracional en que hasta hace poco se condujeron el erario público y la política exterior.

Las relaciones de Bolivia tanto con Moscú como con Beijing son fluidas y son bienvenidas; también lo son sus inversiones y mecanismos de cooperación, siempre bajo pautas de respeto mutuo, sin interferencias en los asuntos internos de nuestro país, algo que ciertamente vale también para EEUU y cualquier otro miembro de la comunidad mundial. Lo mismo en materia de relacionamiento positivo vale también para la Unión Europea, Japón y la comunidad internacional en general. Vínculos con todo el mundo y más allá de eventuales simpatías ideológicas, siempre en función de lo realmente útil y constructivo para Bolivia.

Nuestra política exterior debe conducirse sin ideologías, en el marco de una multilateralidad positiva, abierta al orbe sobre la base de mutuos respetos y siempre, en función del supremo interés nacional.

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