Con When We All Fall Asleep, Where Do We Go?, la californiana rompió artísticamente el mainstream y puso una cuña en el negocio de la música

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1 de febrero de 2020, 3:00 AM
1 de febrero de 2020, 3:00 AM

FER CASALS - revistameta.com.ar

Calificada como un acto pop adolescente, confinar a Billie Eilish a un par de estilos de música no le haría justicia a sus intenciones, Eilish desafía cualquier tipo de etiqueta o categorización con su uso transitorio y en retazos de varios géneros. Eilish es un tipo diferente de superestrella teen, una mezcla de demonios exteriorizados, mala actitud, madurez y seguridad que hacen olvidar que tiene solo 17 años.

Ella es, curiosamente, un fenómeno adolescente global a pesar de presentarse como la antítesis absoluta de lo que hoy está candente en la industria musical. Su primer disco, no podía ser menos disruptivo, a niveles que recuerdan la bisagra que fue Nevermind, de Nirvana en los años 90.

La historia es conocida, su álbum debut When We All Fall Asleep, Where Do We Go? fue escrito y producido con un solo colaborador, su hermano Finneas O’Connell en la intimidad de su habitación, sin representantes, sin genios del marketing ni asesores de imagen. El resultado es oscuro, impredecible y excitante.

When We All Fall Asleep … es un álbum que cambió las reglas del juego, simplemente por hacer algo que nadie está haciendo desde lo artístico, y además desde lo técnico va a contramano de la sonoridad de la música actual donde la tendencia desde el auge de la música digital es que las canciones suenen, literalmente, con más volumen, pensando en capturar la atención del oyente y abusando de lo que los archivos digitales permiten.

Esta oda a las criaturas que acechan debajo de la cama es una colección ansiosa y escalofriante de canciones que son a la vez espeluznantes e innegablemente humanas. Xanny explota cuando los ritmos amortiguados se encuentran con una desganada percusión y un piano que parpadea en contraste con la voz de Billie. Wish you were gay es más acerca de la frustración de la lujuria adolescente que del deseo de cambiar la orientación sexual de alguien.

En la inquietante You should see me in a crown, el monstruo tiene la vista puesta en la dominación mundial. Mientras que la pequeña «ilomilo» encuentra al demonio internalizado en un lugar de contemplación. En All the good girls go to hell la distorsionada voz de Billie susurra el anodino gancho infernal.

Eilish se mueve sin esfuerzo entre la metáfora religiosa y las relaciones conflictivas. Si este es el Nevermind de la generación centennial Bad guy es el Smell like teen spirit del disco, Billie en modo sádico, harta y antagonista.



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