El mismo está detallado en el Plan Nacional de Contingencia Educativa. Antes los directores y profesores no tenían un marco bajo el cual actuar. Aplauden la iniciativa, pero falta el aspecto cibernético

2 de febrero de 2020, 3:00 AM
2 de febrero de 2020, 3:00 AM

La gestión educativa 2020 va a empezar con una gran novedad: un Plan Nacional de Contingencia Educativa que responde a un viejo pedido: una planificación y un protocolo de actividades para prevenir las violencias en el entorno educativo. 

Cada vez que un caso llegaba a los titulares de las noticias se entablaba el debate y lo primero que saltaba a la vista era que no existía un protocolo para atender la violencia dentro de las unidades educativas, por tanto, profesores y directores no tenían un marco bajo el cual ampararse y actuar.

Solo les quedaba atenerse al reglamento interno de cada colegio que en la mayoría de los casos no daba soluciones, por el contrario, solo dilataba la problemática. La gestión 2018 más los primeros tres meses de 2019 dejaron en la Dirección Departamental de Educación (DDE) 26 denuncias de bullying, que no guardan relación con las 3.392 unidades educativas que hay en el departamento. ¿La razón? Son pocos los que se animaron a llegar más allá en la lucha contra su agresor, alguien que asiste a su mismo colegio, que le quita su dinero para el recreo, que le pone apodos ofensivos, que lo aísla del resto y lo aterroriza al punto de fingirse enfermo con tal de no afrontar otra jornada escolar infernal.



La educadora Micaela Princiotto explica que cada año desde el Ministerio de Educación se lanzaba un plan curricular que instaba a los maestros a hacer un proyecto socio-productivo que se armaba por red educativa. “Los directores de cada red tomaban cierta temática que luego llevaban adelante por dos años. Esta es la primera vez que un plan de contingencia se hace como tal, tengo entendido que fue ante la iniciativa de la presidenta Jeanine Áñez en contra de la violencia, el feminicidio e infanticidio”.

El giro que se ha dado es que no habrá varios proyectos sino uno solo y a escala nacional. Princiotto valoró que se ha pasado de un proyecto socio-productivo a un proyecto dirigido más al desarrollo humano. “En educación lo que tenemos que hacer es formar gente. En este sentido el plan tiene esa mirada, más al desarrollo humano”.

Otro aspecto positivo es que el plan ha llegado con un protocolo que le da autoridad al maestro y al director. “Los maestros tenían miedo de decir algo porque lo denunciaban, no faltaba un padre de familia que acuse que el profesor se la tomó contra su hijo, o denuncie presión sicológica. En este documento al docente y a la dirección se les ha devuelto cierta autoridad que me parece positivo”, agregó Princiotto.

El plan 

¿Qué se toma como violencia escolar? Según el protocolo, palabras humillantes, gestos groseros, golpes, burlas sobre algunas características físicas o hacia buenos estudiantes a los que el agresor ve como su enemigo. También se toma en cuenta que la violencia escolar no solo se puede ejercer contra personas, también contra el edificio escolar o su mobiliario.

Ahora existe un marco de acciones preventivas y se identifica quién debe ser el responsable, por ejemplo, entrevistas individuales a estudiantes en situación de riesgo deben ser realizadas por un equipo de maestros. La dirección y profesores deberán organizar charlas con los estudiantes, mientras que el profesor tutor deberá realizar un Consejo de Curso para dar a conocer las normas de convivencia, son algunos ejemplos.

El protocolo señala que ante un acto de violencia se constata la situación, se informa a la Dirección con carácter de urgencia, de forma detallada y por escrito. Luego se registra en el libro de la clase la situación y la Dirección asigna un responsable para investigar los hechos, se indagan antecedentes y se elabora un reporte de medidas a tomar. Cada quien tiene su rol, empezando por el observador y denunciante del hecho, el profesor y la Dirección.

De corroborarse responsabilidades se toma acciones, se las registra en un acta y se suspende al agresor dos o tres días, además de convocar al padre.
En cuanto a lo que el Plan de Contingencia identifica como acciones remediales, se piensa en ambos protagonistas, el agresor y la víctima.

Nuevamente se dictamina una serie de acciones y se identifica a los responsables de llevarlas a cabo (ver infografía).

Una mirada crítica 

Alfredo Rodríguez, comunicador y activista contra el bullying, destaca que las autoridades educativas hayan tenido la iniciativa que tanta falta hacía. “Había un vacío, una carencia total sobre cómo intervenir y cómo prevenir situaciones de violencia en las unidades educativas. Todo lo que se hacía era de manera reactiva, cuando los problemas, conflictos o desgracias ya se habían producido”.

Para Rodríguez está bien que haya una intervención de esta naturaleza, que tenga su diagnóstico, un componente preventivo y un plan de acciones porque “no basta con una charlita, ni un taller, necesitamos un proceso, algo de más largo aliento”. Pero echa de menos quién estará a cargo. “Hace mucho tiempo una autoridad educativa dijo que los profesores estaban capacitados porque habían pasado la materia de sicología durante su proceso de formación profesional en la Normal, pero me parece que no va por ahí, se requiere personal capacitado, con competencias específicas de prevención de violencia”.

Se pregunta además ¿quién va a promover la capacitación de inteligencia emocional? Preocupa porque en muchos colegios ni siquiera está el plantel docente completo y peor aún, no todos los colegios tienen sicólogos. ¿Se va tercerizar este servicio?”.

Y lo que más le aflige es que no está contemplado cómo se va a actuar frente a tipos de violencia actuales como el ciberbullying. 

“Cómo prevenir y cómo actuar cuando está circulando una foto que lastima a una niña, que compromete su intimidad... no está previsto y hay que trabajarlo”.

Por último, el plan es bueno, se lo pedía a gritos, el siguiente reto es su sostenibilidad que se consigue con recursos económicos”.

Por su parte, Princiotto, después de destacar los aspectos positivos, reconoce: “Me esperaba algo más del Plan de Contingencia, lo veo de alguna manera pobre en lo que toca a violencia, feminicidio, infanticidio y violencia sicológica. Creo que falta promover valores”, dijo.

Para ella, hacer charlas y actividades solo son maquillaje porque no van al fondo del tema. “Deberíamos ocuparnos sobre cómo generar amor a la vida, no veo que se toque la dimensión trascendental en el plan de contingencia”.
También echó de menos la atención hacia el bullying cibernético. 

“Hay relaciones no buenas que pasan por redes sociales, hay chicos que comparten pornografía y no veo nada de esta problemática en el plan”.

PUNTO DE VISTA 
Alfabetización digital contra la violencia
Cielito Saravia | Activista en derechos digitales

Tener un protocolo de actuación ante violencias en el entorno educativo es un buen primer paso hacia la documentación de violencias en general. Creo que se podría incluir una mirada hacia las violencias que ahora se expresan en internet como el ciberbullying. 

El ciberbullying se da desde las apps de mensajería hasta las plataformas de videojuegos como Fortnite. En este caso, se podría incluir procesos de recopilación y documentación de pruebas digitales, tomando en cuenta que hay herramientas que permiten modificar conversaciones en WhatsApp, entre otros. Por lo tanto, se debería incluir a la alfabetización digital como proceso para los profesores, quienes recopilan la información, y alumnos, que se comunican e informan en internet.

Las violencias son parte de nuestra vida y ahora se están expresando en otros medios de manera rápida y con efectos magnificados. Creo que es importante entender a la tecnología y el internet como una extensión de nuestro cuerpo. Si pasa en tus dispositivos, es algo que tiene un efecto en nosotros. Por ejemplo: cuando perdemos el celular, hay ese sentimiento de miedo, vacío y ansiedad. Muchas veces no lo reconocemos, no lo entendemos y lo minimizamos.

Las consecuencias tienen que ver con los derechos humanos: a la dignidad, a la privacidad, al acceso de información y tecnología. 

Es decir, que tengamos miedo a expresarnos en redes sociales y nos autocensuremos porque sentimos que nos están vigilando o haciendo ciberbullying. Quizás la peor consecuencia es que nadie haga nada al respecto y perdamos la libertad de explorar intelectualmente, intercambiar ideas o divertirse en línea.

Peor aún, he observado casos en los que las amenazas en línea se concretan en el espacio físico.