Opinión

Confusión y política

16 de febrero de 2020, 3:00 AM
16 de febrero de 2020, 3:00 AM

Mucha “confusión”, es buena para la democracia; se entiende que esa confusión se genera a partir de una cantidad de ofertas o propuestas electorales; eso mueve a la gente que: busca, escoge, decide, da marcha atrás, piensa, se replantea, de manera que es bueno. Pero, en nuestro país hay confusión y no hay campaña cierta, no hay gente en las calles, no hay propuestas, no hay ideas fuerza. En suma, hay confusión sin acción política y eso no es bueno.

Mirando el panorama electoral, nos damos cuenta que los partidos y/o las agrupaciones inscribieron candidatos con muchos vacíos; personas que se sabía no podrían participar; en el MAS se puede entender el afán de enturbiar el proceso y que salga mal, ellos son los autores del caos, pero los inscribieron igual (¿por si acaso?); la gran mayoría de las listas no estaban llenas; da la impresión que los participantes directos del hecho electoral no se enteraron nunca del valor de esta elección.

Yo sostengo que estamos frente a la elección más importante de estos últimos 23 años de democracia que tuvo en Evo Morales a uno de los más importantes protagonistas; primero como el diputado más votado (1997- 70% del voto) y los últimos 18 siempre en la candidatura a presidente; el 2002 logró el 20,94% de los votos; en la del 2005, con más del 50% se adueñó ilegalmente de 14 años del gobierno de mayorías que no respetó las minorías ni los disensos, haciendo de este país una especie de espacio/prueba política que llegó a su fin cuando se lo puso contra las cuerdas desde el 21F-2016, y decidió violar la CPE (fallo TCP Nov 2017) y luego cuando ya no pudo ganar y recurrió al fraude.

Hoy estamos frente a candidatos que nunca fueron presidentes por voto hacia ellos; Tuto Quiroga, Carlos Mesa y Jeaninne Áñez llegaron al cargo por sucesión constitucional, mientras que Luis F. Camacho y Luis Arce nunca fueron candidatos a nada, igual que los otros tres que no han sido presidentes, de manera tal que estamos en un escenario renovado.

Evidentemente los citados no son todos los candidatos, pero, me permito llamar la atención del lector planteándole el escenario siguiente: de 8 candidatos, 4 serán protagonistas: Arce Catacora, Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y Jeaninne Áñez; de entre ellos saldrá el nuevo presidente. Los otros cuatro, son participantes, no tienen chance, aun con la experiencia de Tuto o la “curiosidad” que representa Chi.

Estamos frente a la posibilidad de elegir un presidente que tendrá la oportunidad de cerrar el mal tiempo de la democracia limitada en su realización por el autoritarismo y, controlada institucionalmente, cerrando desde fuera la puerta para encontrar un mejor futuro o, si no lo hace bien, cerrarla desde dentro, manteniendo el modelo y el sistema (cambiamos al autoritario y no el autoritarismo), sometiéndonos a varios años más de postergaciones, dándonos “más de lo mismo” que tuvimos hasta ahora.

Da la impresión de que el sistema político no está mirando bien el panorama, hasta hoy, el proceso pre-eleccionario es mediocre y chato, como sostuvimos ya hace unas semanas. Esa chatura se expresa en listas mal elaboradas (como si los políticos no supieran que iba a haber elecciones) o lo que es peor, incompletas, dando la muestra de las limitaciones que tuvieron para conseguir poco menos de 400 personas; vaya uno a saber si ni siquiera generan confianza entre los suyos, esas no son buenas noticias.

Lo cierto es que, además de lo apuntado, es que en lo operativo no muestran renovación y sensación de mejor futuro y, en lo programático, no nos ofrecen una sola novedad en cuanto al país que queremos que no es, precisamente, el que tenemos.

Nos agrade o no, este es el panorama con el que nos encontramos a más de dos meses de la elección y de donde tenemos que buscar el o la candidata por la cual vamos a votar; el tema será saber si, como electores sabremos sumergirnos en las profundidades para ver si allá en el fondo encontramos alguna esperanza o terminaremos, otra vez, votando al “menos malo”, o a quien nos resulte más útil para evitar que sea el que menos nos agrada.

Esas no son buenas noticias, definitivamente la democracia está para otra cosa.

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