19 de febrero de 2020, 3:00 AM
19 de febrero de 2020, 3:00 AM

FOTO: SERGIO CHUQUIMIA - FRATERNIDAD CAPORALES SAN SIMÓN SANTA CRUZ

La tensión se siente semanas antes de la afamada entrada del Carnaval de Oruro. Poco a poco, entre ensayos y novenas, se gesta una hermandad cómplice entre nuevos y viejos caporales. Todos forman un mismo grupo que comparte el baile, las oraciones y, sobre todo, propósitos.

Una historia en Facebook sirvió para decidirme. Estaba llegando el día límite en que debía definir qué hacer en carnaval. Al igual que el año pasado, mi propósito marcaba esta fecha como una oportunidad para conocer nuevas culturas, explorar otros lugares. En eso estaba cuando saltó una historia que irrumpió desde mi teléfono para deshacer las rutas y destinos por el mundo. Una amiga compartió sus peripecias en los primeros ensayos para participar en el Carnaval de Oruro a ritmo de caporal.

Oruro, tierra de amor y de Carnaval. Alguna vez lo anoté entre esos sueños que toda boliviana debe cumplir en la vida; alguna vez lo dejé pasar pensando que, afuera, un mundo por explorar era más atractivo. Desperté ese objetivo que descansaba en algún torcido renglón de la agenda. Este año, viajo a Oruro para rendirle homenaje a la Virgen, para ser parte de una de las manifestaciones culturales y de fe más relevantes de nuestro país, para bailar al son de nuestra música y sentir el aire emotivo de miles de creyentes en peregrinación.

Como uno de esos relámpagos fugaces que iluminan las noches de lluvia, ahí estaba ya ensayando con los caporales San Simón, regional Santa Cruz, para su participación en el Carnaval. Los rítmicos sonidos de la percusión me marcaban los pasos, entre bombos y trompetas los giros de cintura y cadera que permiten a la pollerita plegar vuelo. Noches de ensayos interminables, donde no solo hay un desgaste físico sino mental por los tantos pasos, movimientos de manos, postura corporal, sonrisas, aplausos, pero todo queda pequeño al lado de lo que será ese momento mágico.

En un abrir y cerrar de ojos me enredaba con costureras, zapateros y peluquería en busca de la trenza más bella; entregando todo mi arreglo personal a las expertas en belleza del salón Sandra & Teo que lograban convertirme en aquella cholita que alguna vez soñé ser.

Cuando es el momento para uno, todo se alinea y es allí donde aparecen estos agentes constructores de sueños que trabajan como embajadores del turismo. Ahora me encuentro contando los días y con un nudo en el estómago para que Tropical Tours me permita vivir un sueño que toda boliviana quisiera vivir. Por el momento me queda seguir alimentando mi lista top 10 en Spotify, con los ritmos más pegajosos del caporal boliviano y esperar esas 48 horas de baile que inundarán las avenidas y calles principales de Oruro.

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LA AGENDA CAPORAL​
Los caporales San Simón mantienen un calendario de participaciones que abarca todo el año.

El primer convite marca el inicio del año caporal. El primer sábado de noviembre se hacen presentes todas las fraternidades, de forma obligatoria, en Oruro, para sellar la promesa a la Virgen y comprometerse a bailar todo el recorrido en honor a la Santísima. Habrá dos convites más antes del Carnaval.

La entrada de Carnaval inicia a las 7:00 del sábado. La peregrinación de la Virgen hasta la Iglesia del Socavón marca el inicio de la procesión, una peregrinación de fe que se realiza bailando al ritmo de los sones bolivianos para cumplir la promesa. Al día siguiente, el domingo, se repite el recorrido, pero esta vez, con la alegría y el festejo propio del Carnaval.

El fin de semana siguiente, cuando en el país despedimos carnavalito, Cochabamba acoge el Corso de Corsos, una entrada cultural que deslumbra por sus calles inundadas de color y vida.

La devoción a la Virgen por parte de los caporales se repite para celebrar la Virgen del Carmen, con la entrada de los residentes paceños en Santa Cruz (julio), la Virgen de Urkupiña en Cochabamba (agosto) y la entrada en honor a la Virgen de Guadalupe que alegra las calles de la histórica Sucre en septiembre.


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