Ya tiene su museo. La planta alta de Café Lorca, sobre la plaza 24 de Septiembre, cobija un espacio para saborearlo, conocer su historia y valorarlo como único en el mundo

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23 de febrero de 2020, 3:00 AM
23 de febrero de 2020, 3:00 AM

Silvana Vincenti

Es patrimonio nacional. Como tal, Ubaldo Nallar quiere hacerle justicia. Por eso se le ocurrió crear un museo exclusivamente dedicado al singani en la planta alta de su Café Lorca, ubicado en la esquina de las calles Sucre y René Moreno.

Aunque ya está funcionando, el 10 de marzo será la inauguración oficial de este proyecto denominado La Singanería de Lorca, bar museográfico, que se mueve en dos líneas. Una de ellas es el museo propiamente dicho, llamado La Singanería, y la otra parte tiene que ver con el bar.

El museo funcionará en el día, de lunes a sábado, de 10:00 a 12:00 y de 16:00 a 17:00, tendrá visitas guiadas y el costo de ingreso y tour es de Bs 30 para nacionales y de Bs 60 para los extranjeros.

Por la noche, en un ambiente más relajado, funcionará el bar, con una barra que tiene capacidad para 40 personas sentadas, un lounge para 20 invitados y mesas modulares para 30 (sin contar los asistentes que se mantengan de pie).

Trabajo en equipo

El museo cuenta toda la historia del singani, desde el origen de la uva moscatel en el norte de África, hasta su paso a España y su llegada al país, de manos de la corona española.

“La idea nació cuando empecé a investigar el singani, fue muy revelador; la tradición vitivinícola boliviana resultó tan antigua como Bolivia misma. Pocos saben que Santa Cruz de la Sierra, antes de las traslaciones, tenía viñedos, producción de vino, y que en realidad todas las ciudades antiguas que se fundaron en 1.500 tenían una tradición vitivinícola traída por los españoles”, explica Nallar.

Según Ubaldo, el museo mostrará la actual ruta del singani que comprende principalmente Tarija, Camargo (Chuquisaca), Luribay (La Paz), llegando hasta Samaipata. “Es tan grande esta ruta que abarca seis de los nueve departamentos de Bolivia, por eso tal vez el singani es lo más boliviano que tenemos”, agrega.

El texto curatorial de bienvenida al museo dice: “El Reino Unido defiende su denominación de origen, el whisky; Italia tiene el frizzante; Francia, el champán y el coñac. Bolivia tiene el singani, una bebida no exclusiva de los valles del sur, sino de todo el país, que cuenta la historia de los procesos de industrialización, que incluso estuvo en muchas batallas de la independencia (...)”.

Otra parte interesante del museo es el sector de macerados que ponen en valor las frutas exóticas nacionales, con énfasis en las del Oriente y que ya casi ni se ven, como el caso de guabirá.

En el bar y para dar un plus al arte de la experimentación, además de las frutas, también hay hierbas. Esas ‘presencias’ dieron como resultado creaciones arriesgadas, como totaí con locoto, o quirquiña con ají camba, preparados con ambaiba, y otros de achachairú.

Este espacio de sensaciones y viaje a la historia a través del paladar reúne todo un trabajo en equipo, además de Ubaldo, trabajó en toda la señalética del museo Roberto Unterladstaetter. Guillermo Cardona, Francisco Roig y Eduardo Suárez hicieron asesoramiento histórico, museológico y vitivinícola; Shanny Barahona Lobo (bartender) hace las mezclas de tragos. El arriesgado chef es Benjamín Álvarez.

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