Opinión

La inhabilitación, el caudillo y el futuro

22 de febrero de 2020, 3:00 AM
22 de febrero de 2020, 3:00 AM


Tras una larga e impaciente espera, el Tribunal Supremo Electoral finalmente dio la cara ante una demanda que parecía quemarle las manos y resolvió inhabilitar la candidatura de Evo Morales al Senado por Cochabamba con el argumento de la residencia permanente, requisito que el ex mandatario no cumple, desde que el 10 de noviembre abandonó el país y demandó la condición de asilado en México y en Argentina.

Paradójicamente, Morales no queda fuera de la escena política oficial por el fraude electoral del 20 de octubre, que con la auditoría de la Organización de Estados Americanos es un hecho incuestionable, y donde el entonces candidato del MAS fue el directo beneficiado y presumiblemente también el que ordenó a su Tribunal Electoral -le era completamente sumiso- la manipulación de los votos.

No fue inhabilitado por ese hecho, que es la razón por la que se repite esa fallida elección y que en esta ocasión será con nuevas reglas, con nuevos actores y nuevo Tribunal Electoral que permiten a los bolivianos tener la confianza de que esta vez se tratará de un proceso electoral libre del fraude.

Pese a la confianza que se tiene en el actual TSE, son llamativos los tiempos excesivamente largos en que reacciona en temas urgentes como este, y también que lo haga solo ante una demanda de inhabilitación. Los vocales tendrían que explicarle al país por qué razón ese órgano del Estado no se pronunció de oficio ante evidencias que no dejan dudas, como el caso de Morales o Mario Cossío, que también residió fuera del país por varios años.

Como fuera, el fallo finalmente se ha producido y tiene carácter inapelable. Con ello, se ha marcado la salida de Morales de la escena por lo menos por los próximos cinco años. Está claro que el hombre que durante toda su vida solo hizo política, no la va a dejar ahora porque no tenga opción de llegar al Senado, pero al menos no tendrá representación formal como la tuvo durante los últimos 23 años, primero como diputado y luego como presidente.

Lo más probable es que desde donde esté, Morales continuará moviendo las fichas del Movimiento Al Socialismo para promover la desestabilización del actual y del próximo Gobierno si no es su partido el que llegue al poder, como lo ha venido haciendo primero con más énfasis y luego con menor fuerza, tras las advertencias que le hizo el propio Gobierno argentino para que se cumplan las normas del derecho de asilo político.

Mientras tanto, Morales trata de ganar la batalla de la opinión internacional con el conocido discurso de victimización, confiado probablemente en que la comunidad internacional no está bien informada de la dimensión del fraude electoral del 20 de octubre ni de los graves atropellos y violaciones de sus 14 años de gobierno.

Lo que tiene que quedar claro para la prensa y la opinión internacional es que en Bolivia el TSE elegido por la Asamblea Legislativa, y esta vez no por el partido gobernante, ha actuado haciendo cumplir la norma, tan igual para cualquier político boliviano que para Morales, personaje que -se les olvida con frecuencia- ha estado en el poder 14 años continuos, con al menos una reelección inconstitucional.

Morales podrá volver a postularse a la Presidencia en el año 2025, si es que los procesos que han comenzado a iniciarse en su contra no lo condenan y por tanto lo inhabilitan. Tendrá 65 años de edad, y probablemente volvería a encabezar la lista de candidaturas de su partido. Mientras tanto, tendrá que acostumbrarse a acatar la ley, que esta vez no pudo torcer a su favor y por tanto no le favoreció.

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