Opinión

El pestilente olor de la pobreza

23 de febrero de 2020, 3:00 AM
23 de febrero de 2020, 3:00 AM

Este año la premiación de los Óscar en Estados Unidos llevó una sorpresa impensada, pero agradable: primera vez que una película no hablada en inglés ganó el premio a la mejor película. Se trata del filme surcoreano Parásitos, que además ganó los galardones a mejor director, mejor guion original y mejor película extranjera.

Con un bajo costo de producción de $us 11 millones, ganó a El irlandés, del magistral director Martin Scorsese con $us 159 millones de presupuesto; y a Joker, que recaudó más de mil millones de dólares durante su exhibición.

No estropearé (o “espoilearé” en el lenguaje común) a quien no la ha visto aún y solo me referiré a un detalle crucial de su guion: el maloliente aroma de la pobreza. Uno de los protagonistas, quien es rico, comenta a su esposa que le llama la atención el olor de los pobres, peculiar e identificable.

Así como el título de esta columna es molesto, guarda en sí una regularidad menos comentada en público: la distancia relacional entre personas de distintos ingresos. Un pobre puede sentir, ver y oler a un rico de una forma distinta a su medio; y viceversa. Ambas subculturas se ven extrañas entre sí; y, aunque se respeten, percibirán de forma distinta a quien no es de su clase.

No entraré en los aspectos sociológicos y culturales de esta apreciación, sino en las razones detrás de esta diferencia. Me refiero a las diversas privaciones que implica en salud, educación, vivienda y bienestar cotidiano (agua, electricidad, saneamiento, etc.).

Soy consciente de que la pobreza no significa falta de aseo, pero claramente lo dificulta e impide en varios casos. Por eso mi admiración y reconocimiento a cientos de miles de personas que diariamente sobreponen todas esas carencias y muestran decoro y dignidad a pesar de las circunstancias.

Sin embargo, debemos hilar aún más profundo y escarbar en las razones profundas: ¿qué causa la pobreza?, ¿qué impide a más de dos millones de personas en el país superar estas privaciones? O, alternativamente, ¿por qué bajó la pobreza en los 20 años previos?

Diversas investigaciones del reconocido centro de investigación ARU muestran que la caída de la pobreza hasta mediados de la década pasada se debió a los aumentos de ingresos laborales. Es decir, más empleo y mejores salarios.

Lamentablemente el periodo de mayor ingreso laboral por las buenas condiciones externas finalizó hace cinco años y actualmente estamos en un escenario más desafiante para la reducción de la pobreza o, por lo menos, para evitar que la población vulnerable vuelva a la pobreza.

Aunque suene muy simplista, pero detrás de la lucha contra la pobreza se encuentra la creación de riqueza, o de oportunidades laborales y empresariales que sean adecuadas y dignas. Al presente tenemos empleos de baja calidad sin ningún tipo de seguridad social; y, de igual forma, hay mucho emprendimiento por necesidad.

El primer punto no lo podremos enfrentar adecuadamente si no tocamos la esencia y el origen del problema: una legislación laboral obsoleta, nominativa y que perjudica el empleo formal. En tanto, el segundo se refiere a las condiciones para que empresas pequeñas puedan estar en la formalidad con todos los beneficios que implica y no los costos que ahora acarrea.

Me referiré brevemente al primero. En una charla informal que tuvimos entre varios economistas hace unos días, coincidimos que la situación social no cambiará en Bolivia si no se discute una nueva ley laboral, una que apoye la creación de empleo.

La ley que tenemos data en esencia de la Segunda Guerra Mundial y, si bien es beneficiosa con quienes estamos bajo su ámbito, alrededor de una quinta parte del total de trabajadores, es muy perjudicial para quienes están fuera de la ley.

Es hora de hablar seriamente de esta norma, buscando que sea lo suficientemente amigable con la creación de empleos, pero también adecuada para asegurar ingresos laborales.

Caso contrario, la pestilencia de la pobreza seguirá marcando la vida de quienes deberíamos proteger.

 

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