Termómetro. Lo bueno: la reina y los ‘ballets’. Lo malo: el desorden y la impuntualidad. Lo feo: las sillas vacías

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23 de febrero de 2020, 8:50 AM
23 de febrero de 2020, 8:50 AM

La locura

Eran las 19:00. Cientos de danzarines alimentaban el torbellino inicial del corso cruceño. El taquirari, la chobena, el brincao y otros ritmos orientales se abrían paso por el Cambodrómo y algunos aplausos -todavía fríos- le respondían a la energía de 11 grupos folclóricos. La entrega de estos muchachos al momento de bailar, sonreír, moverse (ensayan varios meses) y la ‘perfección’ en sus pasos coreográficos merecen un pulgar arriba indiscutible.

Sin embargo ni la puntualidad de estos chicos le dieron fluidez al paso de las casi 90 comparsas. Y todo se atrasó por el desorden, la impuntualidad y la falta de compromiso de algunos participantes.

Eran pasadas las 20:00 cuando las comparsas tradicionales arrancaban sin apuro en el sexto anillo. Se podía observar cómo unas parejas corrían hacia su agrupación y otros recién se alistaban para salir. A las 20:51 salían las Pioneras. Y detrás de ellas 13 agrupaciones femeninas, como Orquídeas, Auténticas, Mitakuñá, Kuña Porá, Mitaí Porá y Si-Guapas. Lo mejor: el paso de estas señoras con trajes creativos y coloridos, y la simpatía que demuestran a su público.

Pero no todas estaban listas. Algunas recién se acomodaban el espaldar y otras se peinaban ante el espejo. En ese momento, hubo un atolladero en el sexto anillo provocado por estos últimos bloques, que tuvieron que apresurar el paso.

A las 22:26 recién comenzó a liberarse el cuello de botella. Y el carro de los Tauras avanzó, pero no por mucho tiempo. Una rueda del lado derecho explotó y los hombres tuvieron que evacuar la estructura. Las que quedaron comenzaron a chillar y al poco tiempo otra también se averió. El show tenía que continuar y los comparseros igual, así que siguieron como pudieron.

Pasados unos minutos de ese suceso la reina Romy Paz salió hacia el sexto anillo. Estaba bella. Ya saludaba -a su estilo- y enviaba besos a sus fans pequeños. Dos cigüeñas gigantes y un reloj en desintegración resguardaban a la joven. Adelante y atrás iban los Chirapas Jrs. bailando. Lo mejor: el carisma inagotable de la ‘reina de los resortes’ (nunca para de brincar), que significó un respiro al retraso de los comparseros y también le dio el brillo a un corso desinflado que ha ido perdiendo fuerza en los últimos años.

La política

Fue anunciado. La mayoría de las comparsas llevaron unas alegorías referentes a los 21 días de paro nacional en 2019. Un muñeco de Evo se paseó por todo el Cambódromo. Unos letreros en contra del exmandatario y del MAS también se agitaron a lo largo del corso. Un muñeco de Luis Fernando Camacho se movía de arriba hacia abajo. La palabra ‘libertad’ en algunos vestuarios de bailarines, y las frases como ‘¿quién se rinde?’ y ‘nadie se rinde’ se veían en los carros y en los vestuarios.

Había chicos sobre bicicletas, banderas bolivianas y cruceñas. Más allá se imponía una boca gigante con la sonrisa de Camacho. Y en ese lugar el candidato a la Presidencia agitando su mano sin parar hacia sus simpatizantes. Las pititas y los sepes también fueron grandes protagonistas.

En medio de esas expresiones ciudadanas lo malo radicaba entre el desorden y la impuntualidad, que no permitieron que el corso terminara de arrancar a lo largo de la noche. Recién pasadas las 00:00 Romy y los Chirapas pisaron el palco oficial. Y eran las 2:00 cuando recién atravesaban el corazón del corso los carros de los Piltrafas, los Picarazos, las Peligrosas, La L Carnavalera y los Jumechis.

Lo feo: se vieron varias sillas vacías entre el quinto y sexto anillo. Y eso desluce el atractivo visual del corso en su complementariedad. Hubo mucha gente en los camarotes y en las tarimas, pero desde allí se vive una fiesta aparte. Y, quizá, lo que se vio ayer fue un corso más en la historia del Carnaval.