OpiniónOPINIÓN

La idiotización de la economía

23 de febrero de 2020, 9:16 AM
23 de febrero de 2020, 9:16 AM

Domingo de carnaval. Advertencia amigable. Este es un artículo que pretende ser sesudo. Entenderé perfectamente si usted no está en condiciones de continuar leyéndolo por razones carnavalescas. Sí este fuera el caso, le sugiero sacarle una fotografía al artículo con su celular o recortarlo de tal manera que en el momento que las aguas pendencieras estén más bajas y los efluvios más reposados, usted puede disfrutarlo. Para los valientes que después de “a la víborita chis chis...” aún están dispuestos a enfrentar una reflexión conceptual, ahí les va la dominguera.

Por razones que aun no comprendo Bolivia parece atraer, con enorme talento, los fundamentalismos ideológicos. Sé que en buena parte del mundo están de moda los extremos y la visión casi religiosa de la política y la sociedad, pero en nuestro país nos tocan los fanáticos más avezados y estridentes. Durante los 14 años del Gobierno de Morales, sin medida ni clemencia, se nos ha bombardeado con la filípica del proceso de cambio, vulgo populismo o fundamentalismo de Estado. La tentativa de adoctrinamiento fue feroz. Y ahora que, muy lentamente y de manera dolorosa, estamos en el proceso de desintoxicación del fanatismo desarrollista, desde el otro lado del espectro ideológico está lista la nueva droga: el fundamentalismo neoliberal.

La persistente pobreza y desigualdad social, el lento crecimiento económico, el extractivismo, el desastre de la justicia, la destrucción del medio ambiente, la carencia de salud y educación, la corrupción y otros males que heredamos del Gobierno de Morales y del fondo de nuestra historia por fin tendrán la cura final. ¿Adivinen qué? pues liberar todos los mercados, volver a las coquetas privatizaciones, devaluar la moneda inmediatamente, inclusive cerrar Banco Central de Bolivia. De esta manera comenzaría el proceso de sanación y salvación de Bolivia que estuvo en manos de vampiros comunistas y todo tipo de zurdos indeseables.

En el pasado populista, todos los males sociales y económicos se originaban en el neoliberalismo, se caricaturizaba esta escuela de pensamiento para agrandar el antídoto que era la receta del proceso de cambio. Ahora, para cierta derecha radical, el diagnóstico, de lo que pasó en estos últimos 14 años, es otra caricatura para justificar la vuelta del espejismo del libre mercado. Si antes se hacía retroceder al Satanás neoliberal mostrándole la Wiphala y la hoz y el martillo. Ahora los demonios rojos deben temblar frente a la biblia y la cruz de la oferta y la demanda. En ambos casos se trata de una idiotización del debate económico, social y político.

Coloquemos un ejemplo concreto de la vulgarización de la polémica ¿cuál debe ser el rol de las empresas públicas? en la aproximación bipolar, la discusión se circunscribe al tema de la propiedad. Para unos, la estatización o nacionalización brinda eficiencia automáticamente. Es solo cambiar el letrero de la empresa con un nombre rimbombante, colocar un gerente con cara de San Martín de Porres y la rentabilidad comienzan a fluir al ritmo de: “con tu quiero y con mi puedo, vamos juntos, compañero”. La experiencia nacional de los últimos años nos muestra que este es una ficción ideológica. Para el bando contrario, la propiedad privada tiene virtudes inmanentes que generan transparencia y buenos rendimientos instantáneos. Basta privatizar las empresa públicas y ponerlas bajo la gerencia de algún junior libertario, seguidor de Friedrich August von Hayek, para que el milagro de la eficacia se expanda. Esta es otra quimera ideológica.

En la cruda realidad de los hechos, el funcionamiento del tipo de propiedad, pública, privada o colectiva, depende de arreglos institucionales, de normas y legislaciones formales y de acuerdos informales (usos y costumbres en los negocios y la acción pública); es decir, de reglas de juego para cada sociedad. Para un mejor funcionamiento de cualquier tipo de compañías se requiere garantizar derechos de propiedad y hacer cumplir los contratos entre partes, establecer un gobierno corporativo transparente dentro de las empresas; tener sistema de promoción de competencia y regulación de mercados, es decir, reglas de juegos-instituciones constructoras de mercados. Por supuesto ningún tipo de propiedad funciona sin un poder judicial eficiente e independiente. En suma, las empresas públicas o privadas y mercados están enraizadas (‘embedded’ Karl Polanyi) en instituciones .

El fanatismo y la ignorancia son ambidiestros, hay de izquierda y derecha. Además ambas son las más grandes multinacionales del mundo, por lo que urge rescatar a la economía de la idiotización fundamentalista.

Tags