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25 de marzo de 2020, 21:19 PM
25 de marzo de 2020, 21:19 PM

Alejandro Arana - economista

El 29 de enero del presente año un avión aterrizó en la base aérea March en Riverside, California, transportando 201 ciudadanos estadounidenses que huían del brote de coronavirus en Wuhan (China). 

De igual forma la Inversión Extranjera Directa (IED) suele huir de aquellos lugares que no brindan la suficiente seguridad de que sus capitales tendrán una rentabilidad razonable y de acuerdo al riesgo asumido.

Según un informe del Instituto Boliviano de Comercio Exterior, Bolivia cerró el 2019 con una IED negativa de 160 millones de dólares, situación explicada en parte por el retiro de capital por pago de dividendos. El hecho es doblemente preocupante, porque significa el quinto año consecutivo en que dichas inversiones no superan en promedio el 1% del Producto Interno Bruto (PIB). 

Al mismo tiempo, tan pobre desempeño se produce en medio de un contexto en que la IED hacia América Latina y el Caribe aumentó un 16% en la pasada gestión, alcanzando los 170.000 millones de dólares, de acuerdo con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad).

Muchos son los factores que determinan que exista un mayor flujo de capitales foráneos, uno de ellos es la estabilidad macroeconómica. Considerando que desde 2014 el pais experimentó seis años de déficit fiscal y cinco años de déficit comercial, no resulta extraño entender que desde entonces los capitales externos en el país hayan disminuido, tanto en términos absolutos como en porcentaje del PIB. 

Otra variable de la que depende la llegada de capitales es el tamaño de la economía, tanto en población como en producción, por lo que un país que ofrece muy pocas posibilidades de aprovechar mayores economías de escala será siempre menos atractivo.

Lo mismo ocurre con el hecho de que poseamos costos de transporte relativamente altos y que la presencia de mano de obra calificada sea escasa. El hecho de que durante 14 años el Gobierno de turno haya priorizado el crecimiento del mercado interno y haya mostrado muy poca apertura al comercio exterior inhibió la llegada de más capitales. 

El riesgo y la inestabilidad política que vivió el país durante 2019 pasaron una importante factura; sin embargo, la variable que sin duda más frenó el ingreso de mayores volúmenes de inversión es la extrema falta de seguridad jurídica, reglas claras y estables a lo largo del tiempo, que les permitan a los inversionistas un mínimo de certeza sobre el destino de sus recursos y la posibilidad de sacarlos del país cuando ellos así lo requieran.

En medio de la presente crisis mundial por coronavirus, los bolivianos estamos demostrando firmeza y decisión para combatir este mal, características que deberemos imitar para erradicar la falta de seguridad jurídica, uno de los virus que más daño ha causado a nuestra economía.