La afluencia de enfermos a hospitales abarrotados y la escasez de equipo de protección son objeto de críticas en países donde las muertes por coronavirus se cuentan por miles. En una democracia, confinar a la población es una misión delicada sin el apoyo de una gran parte de la población.

1 de abril de 2020, 7:01 AM
1 de abril de 2020, 7:01 AM

Confinamientos tardíos, escasez de pruebas o minimización de la gravedad de la pandemia. En todo el mundo comienzan a escucharse críticas contra los gobiernos, a los que se acusa de no proteger suficientemente a sus ciudadanos contra el coronavirus.

"Hay gente a la que podríamos salvar pero que se está muriendo porque no hay suficientes camas en las unidades de terapia intensiva", cuenta Sara Chinchilla, doctora en un hospital de Madrid.

"No hay suficiente dinero, suficientes pruebas, suficientes equipos de protección (...) todos en los hospitales estamos expuestos", denuncia Andrew, un interno en psiquiatría en Nueva York.

De ambos lados del Atlántico, la afluencia de enfermos a hospitales abarrotados y la escasez de equipo de protección son objeto de críticas en países donde las muertes por coronavirus se cuentan por miles.

La gestión de las autoridades antes del brote está en la mira de todos: en España por haber prohibido tardíamente las grandes reuniones, en Francia por la escasez de mascarillas, en Reino Unido por la tardía toma de conciencia del primer ministro Boris Johnson, que a principios de marzo "daba la mano a todos" en los hospitales y ahora dio positivo al Covid-19.

El 6 de marzo la Revista Internacional de Medicina (JIM) se refirió en un artículo de opinión a las críticas sobre una supuesta "falta de preparación" del gobierno francés para hacer frente al coronavirus.

En ese entonces, cuando sólo se contabilizaban dos muertes en el país, el artículo hablaba ya sobre una escasez de mascarillas FFP2 en Francia y criticaba la "incredulidad" de las autoridades. "Llegará el momento de establecer responsabilidad, ese momento llegará, es legítimo y democrático", dijo esta semana el presidente francés Emmanuel Macron.

A la salida de esta crisis, la amenaza de una sanción a los gobiernos en las urnas podría convertirse en una realidad. Comenzando en Estados Unidos, que elegirá presidente a finales de año. "Es demasiado pronto para sacar conclusiones, pero esta crisis podría tener más consecuencias negativas que positivas para Trump. Su gestión ha sido lenta y torpe", estima Charles Kupchan, profesor en Relaciones Internacionales en la Universidad Georgetown, en Washington. 

Los mismos problemas podrían plantearse para su aliado brasileño Jair Bolsonaro, que habla de una "psicosis" y rechaza tajantemente el confinamiento. Esta estrategia, que conlleva riesgos sanitarios, preocupa a una parte de Brasil, en donde la palabra "destitución" ha sido pronunciada por diputados de la oposición y del centro.

Pero más allá del futuro político de los gobernantes, también empieza a plantearse la idea de emprender acciones legales contra ellos.

En Francia, se han presentado demandas contra miembros del gobierno por homicidio involuntario. "El aumento del número de recursos es una señal de que los ciudadanos permanecen vigilantes", dice el constitucionalista Dominique Rousseau, aunque las posibilidades de que estos procedimientos sigan adelante son pequeñas, según varios magistrados.

Una cuestión que alimenta el debate es saber si era posible adoptar antes medidas drásticas de confinamiento. En una democracia, confinar a la población es una misión delicada sin el apoyo de una gran parte de la población.

"Si la opinión pública no está convencida de la gravedad de la situación, si el cuerpo científico está dividido, es difícil para los responsables políticos crear un consenso", dice a la AFP Carine Milcent, investigadora y especialista en sistemas de salud.

"Las cifras anunciadas inicialmente por China no eran aterradoras y mucha gente se preguntaba en ese momento por qué estábamos haciendo tanto", recuerda.

De hecho, algunas personas en China denuncian la total falta de transparencia por parte de las autoridades sobre el verdadero número de víctimas de la epidemia, que estiman sería muy superior a las 3.300 muertes anunciadas. 

"China es un régimen autoritario con una comunicación controlada. Como la epidemia comenzó en un mercado en Wuhan, el régimen intenta ahora restaurar su imagen", señala Carine Milcent.

"Los gobiernos de ambos lados del Atlántico se demoraron en tomar decisiones. Pero si China hubiera alertado antes, los demás países podrían haber respondido mejor y estar mejor preparados", señala Kupchan.