Libia es escenario desde hace un año de una guerra entre poderes rivales a las puertas de la capital Trípoli, con cruentos combates que han desplazado a miles de personas y paralizado la producción petrolera. Lo peor puede aún estar por llegar con la pandemia del nuevo coronavirus

2 de abril de 2020, 7:31 AM
2 de abril de 2020, 7:31 AM

Libia es escenario desde hace un año de una guerra entre poderes rivales a las puertas de la capital Trípoli, con cruentos combates que han desplazado a miles de personas y paralizado la producción petrolera, pero lo peor puede aún estar por llega con la pandemia del nuevo coronavirus.

"Asistimos simplemente a la destrucción de una nación" resume el analista Jalel Harchaoui, del Instituto Clingendael de La Haya.

El 4 de abril de 2019, el mariscal Jalifa Haftar, instalado en el este del país y que basa su legitimidad en el Parlamento electo en 2014, lanzó una ofensiva para apoderarse de Trípoli, donde reside una autoridad rival reconocida por la ONU, el Gobierno de Unión Nacional (GNA).

Desde entonces, los combates se han empantanado en la región tripolitana, a las puertas de una aglomeración de dos millones de habitantes.

Y al cabo de los meses, las injerencias extranjeras han exacerbado el conflicto: Emiratos y Rusia apoyan al mariscal Haftar, mientras que Turquía defiende al GNA.

En este contexto, el experimentado emisario de la ONU para Libia, Ghassan Salamé, renunció a principios de marzo tras el fracaso de sus tentativas para pacificar al país, sumido en el caos y librado a las milicias tras la caída del régimen de Muamar Gadafi en 2011.

A fines de enero, en Berlín, los países implicados se comprometieron a respetar un embargo de armas y a apoyar un alto el fuego. Fue una enésima promesa no respetado y ambos bandos siguieron recibiendo armas y mercenarios, según denunció la ONU.

Impotencia 

Los "estados occidentales no están dispuestos" a frenar el conflicto y por ello "las perspectivas de solución política son prácticamente inexistentes" estima  Wolfram Lacher, investigador del Instituto alemán de política internacional.

Al mismo tiempo, "la incapacidad de la coalición Haftar para entrar en Trípoli" pese al apoyo emiratí y de centenares de mercenarios rusos, dio la oportunidad al gobierno turco de Recep Tayyip Erdogan "de aumentar su influencia en la capital libia" destaca Jalel Harchaoui.

Pero los pro-Haftar usan la carta del petroleo, al mantener cerrados varios sitios. En consecuencia, la producción del país -miembro de la OPEP- está prácticamente paralizada, privando a Libia de su única fuente real de ingreso.

Días pasado, el GNA anunció una contraofensiva, llamada "Tormenta de la Paz", y los combates se intensificaron en el sur de Tripoli y al este de Misrata, ignorando la amenaza del nuevo coronavirus una enésima tregua pactada entre ambos bandos.

Según Harchaoui, la lucha contra la pandemia de Covid-19 ha "exacerbado esta escalada", pues concentra la atención de la comunidad internacional que mientras se olvida de Libia.

Situación "insoportable" 

En el frente sanitario, el GNA anunció hasta ahora 10 casos de contaminación de coronavirus.

Y la situación es "insoportable" para los más de 150.000 desplazados por los combates, particularmente indefensos en caso de propagación del nuevo coronavirus.

"Lo paso muy mal en los baños comunes donde, muy a menudo, no hay ni agua ni jabón" afirma Fatma Khairi, una diabética de unos 50 años, que halló refugio en una escuela de Trípoli.

"Mi familia y yo vivimos en condiciones dramáticas" clama la mujer.

Según la ONU, "los combates, pero también las medidas de confinamiento debidas al Covid-19, dificultan el acceso humanitario y la libre circulación de personal sanitario y humanitario" en Libia.

De ello también sufren las decenas de miles de migrantes de África subsahariana presentes en el territorio.

"Con la guerra, nuestra vida ya no era nada fácil en  Trípoli, y con el  coronavirus ya no puedo siquiera trabajar para tener dinero y comprar algo de comer" dice  Benjamin Koffee, fontanero ghaneano que intenta sobrevivir en Libia desde 2013.