La personas en situación de calle que consumen droga han comenzado a buscar dinero para satisfacer su vicio. Se muestran violentos frente a la población. El hambre también los saca de los canales en busca de algo para comer

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4 de abril de 2020, 9:32 AM
4 de abril de 2020, 9:32 AM

Los moradores de la Santa Cruz escondida, la otra ciudad de los anillos, la que existe debajo de los canales y en la que se sobrevive, casi siempre, adormecido por las drogas, están comenzando a causar un mayor temor entre los vecinos de los barrios que deben convivir con ellos. Ahora los ‘topos’ están más violentos.

La razón, el síndrome de abstinencia por el que pasan todos los drogodependientes ante la falta de sustancias controladas que circulen por su cuerpo. “Tuve la oportunidad de presenciar cómo dos de los muchachos que viven detrás de los defensivos del río Piraí salieron gritando como si algo les quemara el cuerpo; se fueron corriendo hacia la zona del Ventura. Creo que si alguna persona se cruza en su camino, quién sabe qué le harían”, recuerda Alcides, un hombre que tiene una llantería sobre el cuarto anillo y que se mostró sorprendido por la actitud de ambos muchachos, ya que los conoce e incluso algunas veces, lo han ayudado en las tareas de limpieza de su taller con tal de ganarse algunos ‘quintos’.

“Yo les doy cinco o diez bolivianos, dicen que es para comprarse comida, pero en realidad yo creo que es para drogarse. Ahora que no hay movimiento de nada y nadie les regala quintos en los semáforos, seguramente la falta de su droga los hace volverse más violentos”, explica el hombre, mientras golpea un neumático viejo, como para no perder la destreza de trabajar en las gomas ante la ausencia de clientes.

Varios metros más adelante, un guardia de seguridad de una calle cercana y que descansa de su caminata sentado en una piedra, casi a la orilla de uno de los canales de drenaje, dice que los drogodependientes están cada vez más ‘osados’, que la falta de droga los hace actuar violentamente sin temor a nada. Aseguró que la semana pasada, mientras vigilaba una calle, observó como un ‘topo’ arrancaba una bolsa negra a una mujer y escapaba. “Corrí pero no lo pude alcanzar. Ojalas los víveres que esa mujer perdió le hubieran servido a ese tipo, pero estoy seguro que los utilizó para venderlos y comprar droga”, asegura el guardia, que se despide y reinicia su caminata a casa.

Richard Durán Canelas, terapeuta en el tratamiento de la drogodependencia, asegura que este fenómeno se incrementará con el pasar de los días, ya que ante la ausencia de movimiento en la ciudad y, por lógica, también falta de actividades delictivas, la gente que vive en las calles y es drogodependiente empezará a buscar cómo conseguir dinero para acceder a la droga

“Los que surten de ese vicio maldito seguro que no tienen problemas en llegar a venderles, hay droga, lo que no hay es plata para conseguirla y con el síndrome de abstinencia al máximo por la falta de su dosis, muchos de los que se ven tranquilos ahora se convertirán en violentos con tal de conseguir dinero y saciar su vicio”, advierte Durán y alerta sobre un problema que está creciendo.

De acuerdo con él, las casas de acogida particulares que no reciben apoyo de ningún nivel del Estado, pero que reciben a personas que aceptan dejar las drogas y cambiar su vida escuchando la palabra de Dios y desintoxicándose, están en una crisis. Según su explicación la mayoría se sustenta con algunos trabajos de limpieza o de caridad que consiguen los integrantes de la casa en las calles, pero ahora que no hay gente caminando y pocas posibilidades de andar pidiendo dinero, la comida falta en todos estos lugares y muchos que tomaron la determinación de cambiar, ahora prefieren volver a las calles y dejar de lado lo avanzado.

Una muestra de que este submundo está adormecido junto a los códigos que en él se manejan, es el operativo policial que permitió recuperar tres camionetas llenas de objetos que fueron robados por gente en situación de calle y drogodependientes, con la finalidad de venderlos. El dinero obtenido a cambio es para sustentar los vicios que los mantiene amarrados a los canales y ductos de la ciudad. La Policía esta vez les quitó casi todo lo que habían acumulado por varios días y las víctimas agradecieron la acción policial, pero la posibilidad de nuevas acciones violentas aún se mantiene latente.

“No me regala un quinto, no he comido nada hace más de tres días”, se acerca sin titubeos un hombre, desaliñado, con jirones por ropa y casi sin dientes en la boca, pero con una clara intención, conseguir dinero a como diera lugar. Antes de recibir un no por respuesta, aprieta con fuerza la piedra que trae en la mano derecha, final de un brazo con cortes que tatuaron su piel y un par de manillas que antes debieron haber tenido algún color distinto al opaco tierra. 

“Por favor…”, repite y luego de ver en su mano una moneda de cinco pesos, escapa dejando caer la piedra y se vuelve a perder en el monte, hasta que nuevamente el síndrome de la abstinencia lo obligue a conseguir dinero para una 'villa' o para un sobre.