Desde la presencia del coronavirus en el país, los trabajadores de salud vienen reclamando la entrega de insumos de bioseguridad. Algunos han decidido alquilarse piezas para evitar contagiar a sus familias

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6 de abril de 2020, 20:51 PM
6 de abril de 2020, 20:51 PM

Piden no escribir sus nombres ni sus lugares de trabajo, porque han recibido amenazas de sus superiores de que serán procesados después de que pase la emergencia sanitaria por la pandemia del coronavirus.

"Me entregaron dos mamelucos que me llegan a las rodillas, un barbijo N95 que me dijeron que es para 15 días de uso, además de guantes y barbijos de los sencillos", comienza a relatar una de las trabajadoras de limpieza en uno de los hospitales de tercer nivel de Santa Cruz. Si bien recibió gafas de protección, asegura que no sirven porque se empañan rápidamente. "Nos hemos juntado varios colegas y compramos por nuestra cuenta otras que no se empañan. Nos costó Bs 25, cada unidad, que ha salido de nuestros bolsillos", afirma la mujer, que insiste en que se mantenga su identidad en reserva.

Trabajó en las salas donde estaba un paciente positivo y se relacionó con las enfermeras que lo atendieron. "No me tomaron la prueba, pero cada día me llaman de epidemiología para hacerme seguimiento, sobre todo a la temperatura. He presentado dolores de cabeza, aunque la doctora que me revisó dijo que es a causa del estrés que vivo. Esto nos ha cambiado la vida", cuenta.

El temor de contagio a sus seres querido ha ocasionado que varias enfermeras se reúnan para alquilar habitaciones que estén ubicadas cerca de sus fuentes de trabajo. "Una colega y yo queremos alquilar un espacio, pero que no hayan otras personas viviendo en el mismo lugar, ya que lo que menos queremos es llevar el contagio", afirma una de ellas.

 "Las enfermeras somos las que más tenemos contactos con los enfermos. El médico entra, escribe y se sale", asegura otra de "las damas de blanco" ante la consulta de por qué en las protestas se ven más enfermeras y otros trabajadores de salud, como camilleros y personal de limpieza.

El insomnio y la falta de apetito también se comienzan a hacer presente en ellos y ellas, los trabajadores de salud. "Nuestra cotidianidad ha cambiado totalmente. Lo triste es que no solo nos estamos enfrentando a un enemigo silencioso, sino hasta a nuestros jefes que no se ponen en los zapatos de quienes estamos en la línea de fuego atendiendo a los pacientes sospechosos y confirmados", sentenció otra enfermera.