Opinión

Te está costando dormir

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9 de abril de 2020, 3:00 AM
9 de abril de 2020, 3:00 AM

Tania Monje. Psicóloga

¿También a vos te está costando dormir en esta cuarentena? Nos está pasando a muchos. Nos acostamos y damos mil vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, unos se duermen enseguida; pero se despiertan muy temprano en la madrugada y no pueden volver a dormir. Otros se despiertan varias veces en la noche, por breves momentos, con el corazón a mil, con ansiedad. En estas condiciones de incertidumbre, peligro e impotencia, habría que estar totalmente escindido de la realidad, para no perder, en algo o en mucho, el sueño. Sin embargo, es vital mantenernos lo más sanos posible, física y mentalmente; así que, aunque no logremos dormir toda la noche, es posible descansar mejor el cuerpo y la mente. ¿Cómo?

La situación de largo encierro en nuestra casa, cambia nuestros hábitos. Nuestro contacto con el sol y el aire fresco se ha reducido, lo mismo que la actividad física fuera del hogar. En casa, estamos dividiendo nuestra atención entre varias actividades que atendemos de manera simultánea: la comida, los mensajes y requerimientos del trabajo, las conferencias online con amigos y familia, barrer, lavar la ropa, revisar redes, leer noticias, hacer el pedido al súper o salir, porque te toca, al mercadito, etc; cosas que hacemos siempre, pero en horarios designados para ello, en espacios distintos y con mayores niveles de ayuda. Además, como no vamos a salir de casa, a veces nos quedamos con ropa de dormir todo el día o hacemos muchas de nuestras actividades desde la cama o desde el sofá. Nuestras fichas están desordenadas y el cerebro se altera en sus ritmos.

Además del cambio de hábitos (que termina alterando nuestro cerebro y sueño), existe otro asunto de mayor peso todavía: La preocupación. Los pensamientos “terroristas”, que aprovechan la noche para angustiarnos como hacían nuestros fantasmas de infancia: “¿y si me contagio?”, “¿y si muero ahogado?”, “¿y si no tenemos de qué vivir?”, “¿y si me despiden?”, “¿y si no puedo pagar el crédito?”, “¿y si no tengo remedios en casa?”, “¿y si tengo que cerrar el negocio?”, “y si nos enfermamos todos en casa?”, etc., etc. La preocupación es hija de la incertidumbre y de la percepción de peligro. Los fantasmas que nos asaltan de noche, pueden llegar a ser situaciones a enfrentar el día de mañana, con mucha valentía; pero a las tres de la mañana es improbable resolverlas.

¿Ayuda si nos hacemos una rutina que ayude a regularizar los ritmos fisiológicos de sueño? Sí, ayuda mucho. Quizás quieras usar la noche para dormir y el día para estar activa/o; salir de la cama temprano y no volver a ella hasta la hora de acostarte; exponerte al sol y al aire de la mañana, definir horarios o momentos del día para tu higiene personal, la limpieza de la casa, la preparación de alimentos, el trabajo, el ejercicio físico, tu entretenimiento, información y tu descanso. Quizás quieras limitar tu tiempo en redes sociales y tu exposición a las noticias intranquilizadoras en horarios nocturnos e ir bajando el ritmo al acercarte a la hora de dormir con actividades más relajantes, música suave, alguna película, novela, lo que funcione para relajar tu cuerpo y distraer tu mente.

¿Con tener rutinas más sanas es suficiente? No, no lo es. Una rutina sana es necesaria; pero no es suficiente. Para dormir mejor en la noche, hay cosas que talvez sea necesario que resuelvas durante el día; pero no lo has hecho todavía, porque son cosas que quizá te provocan miedo, desconcierto o desagrado. Los fantasmas que nos agobian de noche, son aquellos a los que silenciamos de día. Aquellos problemas que pusimos bajo la alfombra con un “no quiero pensar en eso”, porque me asusta, no sé cómo resolverlo, o no me gusta lo que tengo que hacer para resolverlo. En toda situación crítica, hay mucho que está fuera de nuestro control, que no podemos transformar y sólo toca aceptar con humildad, cesando la lucha interna. Sin embargo, hay otras cosas que podemos remediar con ayuda de otros: problemas concretos, dificultades financieras, falta de medicamentos, de alimentos, quién vaya a cobrar un dinero al banco por mí, etc.

Si llevas noches sin poder dormir, con angustia, talvez quieras anotar la mañana siguiente, en una hoja de papel, tus miedos y preocupaciones nocturnos, y hacer una lista de posibles soluciones para cada uno, incluyendo en esa lista el hablar, desahogarte, consultar sugerencias y pedir ayuda a la gente que te quiere y a cualquier organización o institución que te pueda ayudar. Talvez sea necesario aprender habilidades que no tenemos; por ejemplo, hablar de nuestros problemas, consultar, pedir ayuda para temas que han sido nuestra responsabilidad, a nuestra pareja, nuestros hijos, amigos, a la familia o a personas extrañas que entiendan del asunto. Este es un tiempo en el que vamos a necesitarnos entre todos. Vamos a dar de nosotros y en muchos casos, tendremos que aprender a pedir y recibir.

Ser autosuficiente no es resolver todo sola o solo. Es proveerte de las personas y recursos que pueden ayudarte a resolver los problemas. No tenemos que estar solos en esto. ¡Un abrazo!

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