La enseñanza a distancia se ha impuesto en la Siria en guerra, al igual que en otras partes del mundo. Una solución que sin embargo se vuelve complicada en un país con las infraestructuras deterioradas y donde la electricidad e internet, por ejemplo, funcionan solo a ratos.

9 de abril de 2020, 9:54 AM
9 de abril de 2020, 9:54 AM

En un aula vacía,  Danielle Dbeiss dicta su clase de geografía filmada por una compañera. El video será enviado a sus alumnas, que se quedan en casa desde el cierre de las escuelas del noreste de Siria debido al nuevo coronavirus.

La enseñanza a distancia se ha impuesto en la Siria en guerra, al igual que en otras partes del mundo. Una solución que sin embargo se vuelve complicada en un país con las infraestructuras deterioradas y donde la electricidad e internet, por ejemplo, funcionan solo a ratos.

En su escuela de la ciudad de Idlib, Dbeiss ha dibujado un mapa de Siria en la pizarra, mientras su compañera la graba con su teléfono. El video será enviado a sus alumnos, mayores de 15 años, a través de la aplicación WhatsApp.

“Hoy, nuestra clase se hará de otra manera, con la enseñanza a distancia (…) debido a la epidemia de coronavirus”, comienza.

Oficialmente no hay ningún caso registrado de la enfermedad covid-19 en la región, último gran bastión yihadista y rebelde de unos tres millones de habitantes.

Pero ante el temor de una catástrofe en caso de epidemia, las autoridades locales han cerrado las escuelas y los restaurantes, y han pedido a la población permanecer en casa.

En el establecimiento de Dbeiss, solo 650 niñas de casi un millar que tiene su escuela pueden seguir las clases a distancia, debido a la falta de material, lamenta la maestra.

“La mayoría de los alumnos no tienen un acceso continuo a internet, y es difícil cargar los teléfonos móviles” con los cortes de electricidad, explica esta mujer de unos cuarenta años. En general, los niños carecen de ordenador y utilizan los smartphones de sus padres, precisa.

Nur Sermini, que vive igualmente en Idlib, pasa sus días pegada a la pantalla del teléfono. Se comunica con su profesora a través de mensajes de voz para resolver ecuaciones matemáticas.

La adolescente de 17 años está decidida a continuar sus clases. “Ni siquiera los bombardeos lograron interrumpirlas”, enfatiza.

En este país en guerra desde 2011, más de la mitad del millar de escuelas de Idlib han sido dañadas, destruidas o se encuentran en zonas peligrosas, según la oenegé británica Save the Children.

El sector distruta desde marzo de una frágil tregua que puso fin a una sangrienta ofensiva del régimen de Bashar al Asad y de su aliado ruso.

Pero en unos meses, esta escalada ya ha dejado sin educación a alrededor de 280.000 niños, según Unicef.

La situación es especialmente desastrosa en los campos de desplazados, donde decenas de miles de familias viven en la miseria, hacinados en tiendas o alojamientos precarios, con acceso a la electricidad solo algunas horas gracias a paneles solares. Estas dificultades se viven también en los territorios controlados por el régimen.

Para luchar contra el nuevo coronavirus, que ha infectado oficialmente a 19 personas y provocado dos muertes en las zonas gubernamentales, las autoridades también han cerrado escuelas y universidades.

El ministerio de Educación cuenta con una cadena de televisión especializada donde se emiten cursos de lengua árabe, inglés y ciencias. Y en las zonas semiautónomas del noreste, controladas por los kurdos, garantizarán la enseñanza a distancia con métodos alternativos en los próximos días, explica un responsable, Nur el Din Mohamed. Los cursos se difundirán en las televisiones locales y en YouTube, y los profesores responderán a los alumnos a través de WhatsApp.