Situado a una hora de Barcelona, Calafell es uno de los muchos municipios costeros que intentan blindarse ante la temida llegada de gente que desobedecen el confinamiento decretado en toda España e intentan pasar los cuatro días festivos de Semana Santa cerca de la playa.

9 de abril de 2020, 12:10 PM
9 de abril de 2020, 12:10 PM

El pueblo costero de Calafell suele cuadruplicar su población durante las vacaciones de Semana Santa. Este año quiere impedirlo, poniendo barreras de hormigón y policía en sus accesos para controlar posibles escapadas de foráneos a sus segundas residencias.

Situado a una hora en coche al suroeste de Barcelona, Calafell es uno de los muchos municipios costeros que intentan blindarse ante la temida llegada de urbanitas que desobedecen el confinamiento decretado en toda España e intentan pasar los cuatro días festivos de Semana Santa cerca de la playa.

"Ha ido llegando gente estos días y temíamos que fuera a más por Semana Santa, cuando solemos cuadriplicar la población", explicó telefónicamente a la AFP Ramon Ferré, el alcalde de este pueblo de casi 25.000 habitantes.

Como la policía municipal no tenía recursos para controlar las decenas de entradas y las extensas urbanizaciones llenas de segundas residencias, el ayuntamiento decidió colocar bloques de hormigón en algunos accesos secundarios e instalar controles policiales en la carretera principal.

El impacto del coronavirus allí ha sido reducido. "Pero no tenemos servicios sanitarios para atender una avalancha de contagiados que podrían llegar de Barcelona", insiste Ferré.

Casi 200 kilómetros al norte, en la costa Brava, el temor no son únicamente los veraneantes de Barcelona, sino también turistas de la cercana Francia que, de alguna forma, consiguieron esquivar el cierre de la frontera entre ambos países.

"No sabemos cómo han llegado porque la frontera está cerrada. Tenemos que suponer que por caminos alternativos y en horas algo intempestivas", reconoce Montse Mindan, la alcaldesa de Roses, un turístico municipio a 15 kilómetros de Francia.

"No es una avalancha de llegadas. Pero es cierto que los vecinos nos han advertido de apartamentos donde de repente hay gente o, por ejemplo, cajeros de supermercados que están viendo clientes que suelen estar en verano", explica.

Hace días que las fuerzas policiales insisten en la necesidad de quedarse en casa durante estas cortas vacaciones y reforzaron la vigilancia en carretera para detectar intentos de saltarse el severo confinamiento aplicado desde mediados de marzo para frenar el coronavirus.

La prensa española se llena de ejemplos de pueblos que, aun así, deciden tomar sus propias medidas, ya sea el cierre de accesos, el uso de drones para vigilar llegadas o el control del consumo de agua de cada hogar.