OpiniónOPINIÓN

Bolivia y la caída del precio del petróleo

21 de abril de 2020, 3:00 AM
21 de abril de 2020, 3:00 AM

La de ayer fue una jornada inédita a nivel planetario. El precio del barril de petróleo se desmoronó a niveles negativos, lo que significa que se cotizaba a -37,63 dólares por unidad o, dicho de otra manera, que los productores debían pagar antes que cobrar por la venta de este hidrocarburo, antes considerado el oro negro y capaz de regular el poder y la economía mundial.

El precio fue cayendo minuto a minuto y muchos creen que se trata de una hecatombe para la economía mundial. Ya la Agencia Internacional de Energía advertía que éste iba a ser el peor año para el sector petrolero, pero lo que ocurrió ayer no había sido vislumbrado ni en la más cruda de las pesadillas. ¿Cuál es el origen de semejante situación? Sin duda tiene que ver con el bajón de la demanda mundial. Con la cuarentena en la mayoría de los países del globo, no hay vehículos ni aviones circulando, lo que significa que no hay un requerimiento ni siquiera mínimo de carburantes. A ello se suma una pugna de poder entre Rusia y Arabia Saudita, que no lograban ponerse de acuerdo con el precio. También está EEUU que se ha convertido en uno de los grandes jugadores a escala global con el fracking, pero a un costo elevado.

En este momento no hay demanda y la capacidad de reserva de lo que se produce a diario está al borde del colapso. Según expertos, esta situación puede sostenerse en el tiempo y se cree que un acuerdo entre los productores, que hoy están en disputa, ya no tendrá un impacto importante para restablecer el precio.

Esta crisis mundial afecta a todos los países y Bolivia no está al margen. No lo está porque nuestra economía es altamente dependiente de la exportación de hidrocarburos. Quienes han conducido a nuestra nación, a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, permitieron que este país sea minero, en primera instancia, y gasífero desde que se firmaron los contratos de exportación con Brasil y Argentina. Quizás esa visión, útil en el corto plazo y particularmente política, ha sido la desgracia de esta nación que no ha logrado diversificar su economía ni alcanzar los niveles de industrialización que nos lleven a otro plano del intercambio comercial mundial.

La única ventaja de Bolivia en este momento es que el precio del gas que exportamos tiene una fórmula que nos mantiene al margen de las subidas y bajadas coyunturales. Esto que ha pasado golpeará al país si tiene una tendencia sostenida en el tiempo.

No obstante, es bueno recordar que Bolivia tuvo ingresos por 2.797 millones de dólares en 2019. Si los precios se mantienen en ese nivel, la caída de los recursos para el país puede llegar a los 2.000 millones de dólares, según economistas nacionales. Hay que tomar en cuenta que el Presupuesto General del Estado se ha elaborado con una cotización del barril de petróleo por encima de los 50 dólares; mientras que las regalías y los impuestos derivados de este sector son el sustento de muchos municipios, por lo que, de no mediar decisiones del Estado, el bajón de ingresos puede hacer colapsar miles de obras, con la consiguiente disminución del empleo y del movimiento económico interno.

Lo que ha ocurrido ayer es histórico y en el mundo se están rompiendo la cabeza en busca de soluciones para la crisis mundial que se desata. Es obvio que en Bolivia toca hacer lo mismo. En el terreno conocido, no quedará más que avanzar en un camino de austeridad, tanto en el sector público como privado, más aún ahora que se precisan muchos recursos económicos para enfrentar la pandemia del Covid-19.

Pero la pesquisa en pos de una fórmula que nos saque del pozo tiene que ser concertada. El Gobierno debe convocar a los sectores que mueven la economía. La ruta para salir del túnel implica sacrificios y todos deben entenderlo de esa manera: los empresarios y los trabajadores; los gobiernos subnacionales y el Gobierno nacional; los sectores que forman parte del grueso sector informal que mueve la economía boliviana.

La salida necesita de acuerdos políticos. Lo que estorbará, sin duda, es la política oportunista y electoralista de opositores y oficialistas. El momento mundial es crítico. Bolivia tiene el desafío de buscar soluciones