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Oxígeno para el libro

24 de abril de 2020, 12:42 PM
24 de abril de 2020, 12:42 PM


* Desde mi barbecho / Comunicador Social

La pasada semana asistí a un webinar que transmitió al vivo por YouTube la conversación entre un editor argentino, en Buenos Aires; y otro español, en Barcelona, que hablaron sobre el presente y el futuro de la industria editorial. Participamos más de mil personas de diversas partes del planeta, y en las primeras veinticuatro horas, el video tuvo más de cuatro mil reproducciones. Esta es la nueva realidad de encuentros digitales que estamos viviendo en el mundo virtual que, aparentemente, será la “nueva normalidad” pasada la pandemia del Covid-19.

El Día Mundial del Libro (23 de abril) marca el inicio de dos de los más grandes eventos culturales en el mundo de habla hispana: las ferias internacionales del libro de Buenos Aires y Bogotá. Los organizadores de la primera, que iban a realizar su cuadragésima sexta versión, informaron que por razones de fuerza mayor aplazaron la cita hasta nuevo aviso. La FILBo, en cambio, en medio de la incertidumbre y la experimentación, decidió llevar adelante su trigésima tercera versión de manera virtual. Todos los actores de la cadena del libro (autores, editores, correctores, traductores, distribuidores, agentes, libreros y bibliotecarios) que junto con los lectores conforman un ecosistema, están apostando a que el amor por los libros y la lectura permitan generar nuevos espacios de encuentro y despertar la capacidad de reinventarse que tenemos los humanos.

Como se ha podido comprobar durante el encierro, el libro es un bien esencial. A través de las páginas de los libros estamos saliendo de nuestra reclusión física y preservando un cierto equilibrio emocional. Por lo tanto, pasada la pandemia, se deben destinar fondos públicos que permitan que la población tenga libros en sus casas, en las escuelas y en las bibliotecas municipales.

Las editoriales tendrán que trabajar en digitalizar sus catálogos y acelerar el uso y aplicación de herramientas para que los ebooks compensen la pronosticada caída en las ventas de libros físicos que, la “nueva normalidad” de distanciamiento social, impondrá. Los libreros, por su parte, tendrán que desarrollar plataformas de ventas a domicilio, suponiendo que los lectores evitarán por un tiempo visitar espacios concurridos y de contacto social.

Si no se toman medidas de urgencia y salvataje para beneficiar al sector editorial boliviano, que ya estaba en la unidad de cuidados intensivos, esto será una “crónica de una muerte anunciada”. Las pocas librerías que todavía sobreviven han estado cerradas por semanas, y sin ayudas específicas a esta industria cultural, la cadena de pagos se romperá y los resultados serán devastadores.

Con lo que generaron antes del confinamiento, los libreros cubrirán -si les llega a alcanzar-, planillas, servicios públicos y alquileres, y postergarán pagos a editoriales y a otros proveedores. Los planes de publicaciones serán recortados y se prescindirá de los servicios de corrección, edición, diseño e ilustración. Sumado a este desalentador diagnóstico clínico, está la suspensión de las ferias del libro en las tres principales ciudades del país, que para las librerías y editoriales representaba una inyección de ingresos que no se sabe si ahora recibirán. El sector editorial es un paciente grave que, con toda seguridad, necesitará conectarse a un respirador.


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