Opinión

El aporte de los intelectuales en la crisis

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3 de mayo de 2020, 3:00 AM
3 de mayo de 2020, 3:00 AM

Por: Norah Soruco 

Desde que se dio la primera alerta del Coronavirus hasta que se declaró la pandemia, transcurrieron varias y valiosas semanas para activar la previsión, organización y operación necesarias para esperarla preparados, pero no fue así.

Hoy parece un imperativo social por sus implicaciones económicas,  la ‘flexibilización escalonada’ de la cuarentena para reactivar la producción, y otra vez no estamos suficientemente preparados para ello, sin desconocer como atenuantes incontrovertibles, la precaria situación de nuestra economía y la dependencia para acceder en el mercado externo a los implementos e insumos necesarios, cuando los grandes países cerraron su comercialización para priorizar sus propias necesidades.

Realidad dolorosa pero ya sin remedio inmediato, de no haber jamás priorizado ni estimulado nuestros laboratorios, la investigación científica y el indispensable enganche a los avances que se operaban en el mundo, por estar siempre enfocados en la tradición, la coyuntura o en el inmediatismo, tanto en los estamentos gubernamentales como en los académico-universitarios. 

A poco más o menos de tres meses, la pandemia nos presenta dos realidades contundentes, el mundo no será el mismo porque morirán unos paradigmas y nacerán otros, tan nuevos como aún desconocidos, y no sabemos si puede ser un largo tiempo la duración de esta tremenda emergencia sanitaria.

Por ambas razones, es un tiempo que no puede ser perdido en un campo de desconcierto y habida cuenta de que los órganos gubernamentales están agobiados por las urgencias inmediatas, es un deber ineludible e inexcusable que la intelectualidad boliviana, sea en el seno de sus organizaciones, grupos afines o individualmente, aproveche ese tiempo y utilice la tecnología disponible para producir el rediseño de la nación boliviana en todas sus dimensiones, campos y sectores.

El imperativo histórico de este particular presente, es estudiar a fondo nuestros componentes demográfico-territoriales con sus potencialidades, la recuperación y aprovechamiento de la producción de los pocos pero existentes centros y trabajos de investigación, analizar y apropiar modelos y experiencias del concierto continental y mundial, la identificación de los nichos de oportunidad y pertinencia que en conjunto conformen el nuevo plan de desarrollo estratégico y en fin, lo que sea necesario para tan vital cometido.

Lo que no podemos hacer es adoptar una actitud contemplativa y cómoda, ácidamente crítica de la coyuntura y estérilmente pedigüeña ni el comportamiento del avestruz ante el peligro. El síndrome del ‘no se puede’ es lo que nos hace mucho daño a los bolivianos, porque preferimos usar la inteligencia o la astucia para evadir responsabilidades, antes que para buscar en el riesgo la posibilidad del éxito.

Si algo le debe la intelectualidad boliviana a nuestro país, es esto.

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