Comenzó a experimentar con la cocina y creó su página en YouTube. Le ha ido muy bien. Uno de sus videos tiene cerca del millón de vistas

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15 de mayo de 2020, 18:17 PM
15 de mayo de 2020, 18:17 PM

Siempre quiso irse a España. Pero, el destino se lo impidió. Ese sueño arrebatado se transformó en frustración y pronto cayó en depresión. Una luz se abrió en esa desolación, era la cocina que llamaba a su puerta. Combinar ingredientes, batir la leche o echar la masa a la sartén le cambiaron la vida. Su talento le palpó la espalda y le pareció decir que ya era hora de mostrar sus habilidades. Javier Vargas abrió una cuenta en Facebook y la bautizó 'Velatacú' en homenaje a su pequeña Amanda, de dos años. Hoy, un poco más 41.000 personas lo siguen en esa red social y un video sobre cómo hacer cuñapé se acerca al millón de reproducciones. 

El despertar

Don Carmelo Vargas toca el cajón. Es tan popular que todo el mundo sabe quién es él. Su lugar favorito es la plaza 24 de Septiembre. Con el tiempo, su cuerpo ha perdido fuerza, pero él es terco y sigue robándole una mirada tierna a los transeúntes del casco viejo cruceño. Lo hace con su armónica, su flauta, su quena y su inconfundible cajón. Él es el papá de Javier Vargas.

Javier nació hace 31 años. Es el cuarto de cinco hermanos. Cuando tenía 12 le dijo a su mamá que quería preparar algo en la cocina. Toda la familia esperó ansiosamente en la mesa y después de varios minutos él les llevó un guiso de fideo. Saborearon y... sorprendidos por el sabor, felicitaron al pequeño chef. Era el primer guiño con el arte culinario.

Cuando era niño, don Carmelo prendía la radio y sintonizaba 'Arreando el día', era un programa pintoresco que despertaba a todos sus hijos. Javier creció con eso en la oreja. Adquirió el gusto por la radio y siempre quiso ser un locutor. Lo consiguió. Hizo un curso rápido y trabajó de aquello. Después, tocó marcharse. Dos de sus hermanos estaban en Madrid. Lo esperaban, pero él nunca llegó. 

Ese día, Javier y su primo esperaban en el aeropuerto de Buenos Aires. Era 2006. Pronto, estarían en España (aún se podía entrar sin visa al país ibérico). Un tremendo tráfico aéreo en Brasil impidió que el avión llegara a la capital argentina y los dos soñadores quedaron varados 12 horas. Cuando intentaron pasar Migración, no pudieron. Le dijeron que las reglas eran otras. Los devolvieron a Bolivia.

La frustración se apoderó de Javier y al siguiente año buscó liberarse de su opresión en la cocina. Encontró su talento oculto. Eso, gracias a los consejos de su hermana Charito, que es toda una maestra en gastronomía. Se fue a vivir con ella y ambos hicieron un taller de dos años. Javier se graduó con altas notas, solo en Panadería le pusieron 98 sobre 100. "Una injusticia", señala. Esa gran aliada le dio dinero por al menos dos años. Y en 2014 se graduó como licenciado en Comunicación Audiovisual en Diakonía.

El juego

En febrero de 2019 creó su página de Facebook. En sus posteos rescata platillos del oriente boliviano. Investiga algunas recetas. No lucra, pero cree que llegará el día en que "la cocina le ayude a pagar la factura de luz". Al comienzo subía videos en YouTube, pero ahora se concentra en la red de Mark Zuckerberg. Ha mostrado cómo hacer arepas, patasca, locro de gallina (a leña), pan de arroz, fritos, majao batido, roscas de maíz, asadito de carne, buñuelos y otras delicias.

Antes del confinamiento solo tenía 6.000 seguidores, pero en estos casi 60 días de aislamiento su Facebook explotó y están llegando a los 50.000. El clip en el que enseña cómo hacer cuñapé es un hit, porque ya sobrepasó las 800.000 vistas. Su mujer, Noelia Mantilla, es odontóloga, pero Javier despertó en ella esa curiosidad de saber qué podía hacer en la cocina. Estudió pastelería y repostería, y también interviene en los videos. Amanda, su retoño, es otra participante más. Se la escucha reaccionar cuando su papá hace magia con los ingredientes. Es un destello de ternura en medio de la preparación de un platillo.

Javier tuvo varias vidas. Sus manos hicieron de todo. Fue el chico que embolsaba los productos en un extinto supermercado de la calle 24 de Septiembre, también cuidaba y lavaba autos. En otra ocasión vendía juguetes en la Expocruz, era jardinero, limpiaba piscinas y hasta fue eléctrico. 

Su platillo estrella es el guiso de fideo. Ese que preparó cuando tenía 12 años. Pero, también, hace comida china y vegetariana. La gente le escribe en el Facebook, lo felicitan y le aconsejan nuevas recetas. Lo llaman el 'chef camba'. Él solo agradece. También es muy diestro con el mundo audiovisual. Es editor de video, fotógrafo, camarógrafo y productor. Esa es su otra pasión.

De rato en rato agarra la cámara. Se coloca el mandil. Alista la olla, la sartén y el cucharón. Presiona el botón de play y sigue sumergiendo a sus seguidores en el arte que le devolvió las ganas de vivir: la cocina.