21 de mayo de 2020, 3:00 AM
21 de mayo de 2020, 3:00 AM

El país está presenciando estas horas -con una indignación que sale desde el alma- la triste actuación de funcionarios públicos que acceden a posiciones de poder bajo las faldas de la clase política haciendo una vez más aquello que parece mover a muchas personas a buscar a toda costa el poder: robarle al Estado.

Todo acto de corrupción es execrable en sí mismo, pero ¿cómo se califica al robo que se le hace a la gente que confiaba en unos fondos que debían destinarse a comprar equipos que salvarían vidas? ¿Cómo se le llama a la corrupción cuya consecuencia determinará la muerte de muchas personas que llegarán infectados por coronavirus a hospitales sin respiradores?.

El Ministerio de Salud compró 170 ventiladores pulmonares, que no es lo mismo que los requeridos respiradores profesionales para uso en unidades de terapia intensiva, con 4,7 millones de dólares, cuando para el precio al que los vende el fabricante español eran suficientes 1,36 millones de dólares. Es decir, el sobreprecio es de nada menos que 3,3 millones de dólares, por todo lo que se sabe con los datos que se conocen hasta ahora. 

El gobierno de Jeanine Áñez ha determinado apartar de sus cargos a los funcionarios presuntamente involucrados en esa irregularidad, pero da la sensación que no es suficiente. Igual que hacía el anterior mandatario, Evo Morales, se está cortando la cuerda por la parte más débil y se está repitiendo la clásica fórmula del “yo no fui, castiguen al que lo hizo”.
Se olvida, en ese lavado de manos, que más allá de la responsabilidad administrativa de una determinada cartera de Estado, en este caso Salud, hay una responsabilidad política que la presidenta Jeanine Áñez parece no ver en estos momentos. 

Y están siendo indolentes con un pueblo cansado que sufrió mucho durante 14 años por actos de corrupción que quedaron en la impunidad, poniendo a prueba su paciencia si no es que lograron ya que también pierda la esperanza.
Van seis meses y 10 días de gestión de Jeanine Áñez y el país ya ha conocido los despilfarros en Entel, las acusaciones de corrupción en YPFB, y ahora el robo descarado por el sobreprecio en la compra de ventiladores pulmonares. 

En todos esos actos hay una responsabilidad política que llega a la cabeza misma del Ejecutivo ante lo cual no se puede mirar a un lado. Probablemente el país está pagando las consecuencias de tener una presidenta que llegó al puesto por sucesión presidencial para conducir un proceso eleccionario pero que muy pronto le agarró el gusto al poder y decidió candidatear, con lo cual está descuidando su misión de gobernar la transición para dedicarse a buscar la elección en los venideros comicios.

La presunta corrupción de los ventiladores pulmonares es un golpe durísimo al gobierno de Áñez y debiera conducir a la presidenta a replantear la oportunidad de su candidatura: el país necesita un gobernante que se entregue de cuerpo entero a atender la emergencia sanitaria por la pandemia del Covid-19 las 24 horas del días, un mandatario que dedique el 100 por ciento de su energía a gobernar, y ahora también un jefe de Estado que vigile que su equipo no le robe al Estado, que es robarle a los bolivianos, en esta etapa de transición.

Jeanine Áñez tiene tiempo para candidatear más adelante. El país sólo le encomendó llevar adelante unas elecciones limpias para corregir los fraudulentos comicios del 20 de octubre y la historia le puso en una posición de mucha responsabilidad para atender la emergencia sanitaria que implica un inesperado ejercicio de gobierno con el manejo de cuantiosos recursos económicos. Trabajo por demás importante y delicado como para distraerse en candidaturas.


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