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Cuando tu 5% es mi 100%

24 de mayo de 2020, 3:00 AM
24 de mayo de 2020, 3:00 AM

Una frase entre tantas dichas con dolor por Mauricio Requena, tras la absurda muerte de su compañera de vida, Ericka, hace solo un par de semanas, me acompaña con insistencia desde entonces: “¡Tu cinco por ciento es mi ciento por ciento!”. Mauricio aludía al dato al que hacen referencia los informes oficiales sobre el Covid-19, aquí y en el mundo entero, para señalar lo que se considera una tasa de mortalidad baja provocada por este nuevo coronavirus. “Un porcentaje mínimo de los contagiados con el virus llega a morir”, es la afirmación que sigue, dicha en un tono que trata de tranquilizarnos a todos. Hasta que el virus entra en casa y se cobra la vida de uno de nuestros seres queridos. Un ser que será parte del cinco por ciento oficial, pero que sin duda es nuestro 100%, nuestro todo.

Una realidad que muchos aun se resisten a encarar, encerrados en sus pequeños mundos y de espaldas al drama que viven no solo millones de Mauricio aquí y mundo afuera, sino también otros tantos que están exponiendo sus vidas cada día como soldados de primera línea en la durísima y difícil lucha para tratar de contener la pandemia. Encerrados es solo un decir, porque en realidad lo menos que han hecho es eso: estar encerrados en casa, al lado de los suyos, guardando cuarentena. Una medida extrema dispuesta por gobiernos de varios países, en el afán de ralentizar el ritmo acelerado de contagios visto en todo el mundo. Una medida considera como “castigo” por muchos, cuando debería ser vista más bien como una acción de cuidado. Una acción de cuidado de emergencia, por supuesto.

¡Ah, claro, no es “la medida ideal”!, como dicen los críticos más acérrimos del encierro, a los que no les faltan ejemplos para tratar de restarle valor a la cuarentena. Citan a Japón, a Uruguay y a algún otro país que no han optado por ella para contener al coronavirus. Lo que no señalan son las razones por las cuales estos han podido darse el lujo de evitar el encierro obligatorio de sus ciudadanos. Entre otras, educación ciudadana, respeto a las leyes y a las normas de urbanidad, además de respeto a las autoridades y funcionarios públicos. Respeto ganado, por supuesto, de parte de gobernantes que demuestran estar actuando de acuerdo a ley y trabajando para resolver los problemas de la gente. ¿Están dadas estas condiciones en Bolivia? La respuesta es un rotundo no.

Acá todavía estamos en pañales en eso de conciencia ciudadana, de educación ciudadana y de acatamiento a leyes y normas. Nos cuesta muchísimo pensar en los otros, incluso el pensar en serio en nosotros mismos. ¿De qué otra manera se explican los absurdos actos de resistencia a una medida que pretende librarnos del riesgo inminente de ser parte de ese frío 5%? ¿Cómo explicar nuestra negativa a cumplir el compromiso más importante que tenemos con nosotros mismos, con nuestros seres queridos, que no es otro que el de cuidarnos y evitar así no solo enfermarnos, sino también no exponer a los que nos rodean al peligro de contagio? Muchas muertes injustas están ocurriendo desde hace semanas, no solo de personas que no se cuidaron, sino de otras que sí lo hicieron, pero no tuvieron la suerte de estar rodeadas de cuidados.

Y ojo, el compromiso de cuidarnos tampoco nos librará del todo de la amenaza del virus. Ya se sabe que el Covid-19 ha llegado para quedarse. Pero el cuidado nos podría ayudar a evitar que el daño sea tan grave como el visto en Guayaquil, o como el que está viviendo Brasil, o como el que ya padecieron Italia y España. Un cuidado que parte principalmente de cada uno de nosotros, pero al que están obligadas a contribuir las autoridades de los gobiernos de turno. Una contribución aun escasa y, lo que es peor, marcada no solo por errores sino también por delitos, como ya estamos viendo sobre todo en el nivel central, para el que nuestro 100% parece no ser ni siquiera el 5% de las estadísticas oficiales.

Sigo creyendo que aun estamos a tiempo de evitar daños mayores. Incluso ahora, cuando la cuarentena ha dejado de ser un mandato estricto para convertirse en “dinámica”. Justo ahora es cuando necesitamos estar más conscientes que nunca de los dos compromisos que están en nuestras manos: cuidarnos en serio y no dejar de fiscalizar a las autoridades, funcionarios y parlamentarios.

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