Opinión

De Vuelta a la Realidad

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4 de junio de 2020, 3:00 AM
4 de junio de 2020, 3:00 AM

Juan Marcos Terrazas Rojas
(El autor es Docente de la UMSS)

Seguramente, la pandemia provocada por el coronavirus es uno de los acontecimientos mundiales más importantes, después del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001, perpetrado contra las torres gemelas de Manhattan. Como todo hecho trascendente, tendrá efectos inmediatos e inevitables en la vida política, económica y social del planeta, y provocará que repensemos conceptos y paradigmas que los creíamos bien trabajados y, en alguna medida, superados. La pandemia nos trae de vuelta a la realidad.

Algunos intelectuales de gran renombre internacional, pensaron que el hombre había logrado superar con holgura la amenaza que representaban las pestes para la supervivencia de la humanidad. Incluso, pensaron que, al haberle ganado a la enfermedad, el hombre estaba enfrascado en logros de mayor vuelo intelectual y tecnológico, como vencer la muerte, alcanzar la felicidad plena y adquirir facultades y poderes divinos. En estos tiempos de coronavirus, estas visiones optimistas se tambalean por su evidente ingenuidad. Creo que podría caberle el denominativo de “cientifismo utópico”.

Los estragos que está provocando el coronavirus, nos hacen poner los pies sobre la tierra. No estamos ni remotamente cerca de la divinidad, ese cuento es muy difícil digerirlo en la actualidad. Lo cierto es que hemos avanzado muy poco respecto del pasado. Los mismos factores que amenazaron con aniquilar a la humanidad en el pasado, persisten hoy casi con la misma intensidad. Un virus letal, un meteorito que impacte contra la tierra, un terremoto o un volcán en erupción podrían acabar con todo vestigio de vida. Entonces, es de suponer que, a partir de ahora, los gobiernos enfocarán gran parte de sus esfuerzos en estas amenazas. Utilizarán todos los medios a su alcance para enfrentarlas en cualquier tiempo.

De acuerdo al curso de los acontecimientos históricos ocurridos antes de la pandemia, era posible verificar que los Estados vivían decididos procesos de integración regional, en un mundo cada vez más globalizado. Las comunidades de Estados iban en camino de erigir un sistema único de Estados, bajo el modelo capitalista, que a la postre sería dirigido por un único gobierno mundial. Todo marchaba tan apegado al libreto señalado, que algunos optimistas ingenuos, ya se adelantaban a construir la ciudadanía universal. Pero hoy, con toda la debacle provocada por el coronavirus, el avance de la globalización se ha ralentizado. La pandemia nos demostró que si bien los Estados del mundo han alcanzado un estrecho nivel de inter relacionamiento económico (lo que provocó la incontenible propagación del coronavirus); sin embargo, se verifica que la integración política es todavía muy incipiente.

Por ejemplo, los organismos internacionales de integración han tenido serios problemas para lograr consenso respecto a la manera de enfrentar la pandemia. Ni siquiera la Unión Europea lo consiguió, a pesar de sus casi treinta años de experiencia en materia de integración. Peor aún, a causa de los desajustes económicos y sociales provocados por la pandemia, la Unión Europea está a punto de desintegrarse. Aunque la pandemia es un problema global, no existe un organismo mundial o un Estado visible que haya tomado las riendas de la lucha contra ella. Esta situación refuerza el criterio de que la integración política mundial es todavía muy incipiente. 

Definitivamente, el proceso de integración mundial o de globalización, solo será posible de ahora en adelante, por medio de enérgicas medidas que tiendan a centralizar el poder político del planeta. En estas circunstancias, las grandes potencias mundiales, como Estados Unidos y China se esforzarán con más ahínco, para lograr la supremacía mundial que lleve a uno de ellos a convertirse en líder del proceso de globalización, hasta alcanzar el propósito último: El gobierno del mundo.

Esta ambiciosa empresa requerirá del endurecimiento de las reglas de juego en el ámbito internacional. Los dictámenes de los organismos internacionales dejarán de ser meras sugerencias u opiniones y pasarán a convertirse en mandatos obligatorios. Las potencias mundiales, según sus intereses, buscarán absorber a todos los Estados del mundo en el modelo capitalista globalizador. De existir resistencias o disidencias, que podrían provenir de los Estados musulmanes o algunos de sus satélites, serían doblegadas por la fuerza de las armas de ser necesario. Lo que podría conducir ciertamente a la tercera guerra mundial, un acontecimiento que parece estar más cerca de lo esperado. 

Sin duda, viviremos dentro de poco, un mundo con derechos fundamentales disminuidos, menos libre, y como consecuencia, un mundo con más disciplina y mayores obligaciones. Adquiriremos una mayor y más clara consciencia de la fragilidad de nuestra existencia. Algunos darán rienda suelta a una vida disipada, otros buscarán la virtud y la moderación; pero, en última instancia, la sumisión y la obediencia serán impuestas a todos.

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