Un análisis del diario El País de España documenta el rezago en el conteo de fallecidos y la falta de atención especializada para los enfermos en la nación azteca

4 de junio de 2020, 16:04 PM
4 de junio de 2020, 16:04 PM

El rezago marca el conteo de víctimas que presentan diariamente las autoridades sanitarias mexicanas. México no sabe qué va a pasar con la pandemia en el futuro porque no sabe con claridad qué ha sucedido en el pasado. Un análisis de la base de datos oficiales realizado por El País hace un retrato poco alentador. 

El país, que ha rebasado los 100.000 contagios y 11.000 muertes, no conocerá la cifra real de víctimas del SARS-CoV-2 sino hasta dentro de varios meses. La información recogida por los Estados también revela que casi ocho de cada diez pacientes, el 76%, derrotados por la enfermedad no ingresaron a terapias intensivas ni fueron intubados. Para la mitad de los fallecidos no hubo un diagnóstico público por coronavirus antes de la muerte. Este llegó el mismo día del desenlace o después.

El 3 de junio, la cifra de fallecidos por coronavirus en México fue de 1.092. Es el mayor número reportado desde que fue comunicada la primera muerte, el 18 de marzo. El anuncio de las autoridades de este miércoles fue recogido con alarma. Sin embargo, ese millar no murió en 24 horas. En realidad, solo 62 personas perecieron entre el 2 y 3 de junio. El resto se reparte entre 70 días, desde este miércoles hacia atrás hasta llegar al 25 de marzo. El domingo 17 de mayo ha sido, hasta el momento, el día más letal. Hasta hoy se cuentan 322 personas fallecidas para aquella jornada a pesar de que el 18 de mayo se comunicaron solo 155 fatalidades para ese día.

La Secretaría de Salud, que no respondió a las preguntas para este texto, publica diariamente, desde el 12 de abril, una actualización de su base de datos. Esta se alimenta con los reportes que generan los 32 Estados del país. Cada entrada tiene varias fechas asociadas, entre ellas el inicio de síntomas y el ingreso al hospital. 

Los fallecimientos están catalogados en dos momentos, según explicó el subsecretario Hugo López-Gatell el 27 de mayo: Cuando ocurren y cuando son registrados. “Esto explica que de repente parezca que suben los números. No quiere decir que ocurra en ese día, lo que quiere decir es que se reportan ese día por parte de los Estados, ya sea porque ya estaba registrada la persona como enferma, ya estaba registrada como una defunción, pero no estaba el resultado de laboratorio”, señaló el portavoz mexicano durante la pandemia.

La base de datos del 4 de mayo recogía 2.270 muertes por Covid-19. Ocho días después, el 11 de mayo, los Estados añadían 836 fallecidos hasta aquel 4 de mayo. Lo mismo sucedía una semana más tarde. El 18 de mayo ya eran 3.550 muertes confirmadas con registro anterior o igual al 4 de mayo. La imagen de la epidemia se había multiplicado casi por dos. Días después, se sabría que la cifra real de fallecidos hasta el 18 de mayo era de 7.663 personas. 

El 25 de mayo, la base de datos revelaba que 6.880 personas habían muerto desde el inicio de la epidemia en México hasta entonces. Este 3 de junio, la sumatoria para el 25 superaba en un 31% a la anterior. De las más de 11.000 víctimas que registra el país, 10.048 murieron antes del 25 de mayo. El retraso en la aplicación de pruebas ha dejado ocultas a miles de víctimas. López-Gatell ha llamado a esto la “mortalidad no observable”.

Los tiempos de la muerte

Sebastián Garrido, profesor asociado del CIDE y coordinador de la unidad Ciencia de Datos, explica que las variables disponibles no permiten reconstruir paso a paso la trayectoria de los pacientes fallecidos. Faltan las fechas de toma de la muestra para la prueba y de confirmación del resultado. 

Un análisis de más de 10.000 entradas posteriores al 12 de abril muestra que para algo más de 5.000 el paciente ingresó al sistema de salud antes de fallecer. Sin embargo, el positivo por covid-19 solo fue publicado en la base de datos oficial el mismo día o después de la muerte. Otras 957 personas fallecieron el mismo día que ingresaron a un centro de salud, murieron en casa o en la ambulancia que los transportaba al hospital.

La gran brecha que hay en los fallecidos sin diagnóstico también puede ser explicada por la frenética actividad dentro de los hospitales durante la fase 3, la de mayor contagio. La vigilancia epidemiológica contempla que la prueba de Covid se haga a un paciente fallecido, pero puede que esta no se realice inmediatamente. “Es comprensible que se priorice la atención de las personas vivas que están esperando atención y no este procedimiento de toma de muestra”, señaló López-Gatell. (El País de España)