En 2002 los vecinos de Rukam vendieron sus tierras a una empresa de aceite de palma. En los años siguientes vieron desaparecer sus turberas, bosques y peces. Ahora sopesan el precio medioambiental de su decisión.

5 de junio de 2020, 14:50 PM
5 de junio de 2020, 14:50 PM

Al igual que su padre y su abuelo, Alfian ha pasado toda su vida trabajando como pescador a orillas del río Batang Hari en Rukam, Indonesia.

En este pueblo de 1200 habitantes, hileras de casas se asientan en la tierra junto al agua, apuntaladas por el otro lado por las turberas pantanosas.

El entorno natural dio sustento a la vida de este pueblo de la isla de Sumatra durante mucho tiempo. Pero ahora Alfian, de 48 años, pelea por subsistir. "Ya no quedan peces en el río", afirma. "Apenas hay suficientes para sobrevivir cada día".

Rukam se ha convertido en un pueblo de pescadores sin apenas peces.

Alfian recuerda la época en que en las turberas vivían numerosas especies de peces. Entonces, con el dinero obtenido con la captura de una jornada, podía alimentar a su familia durante una semana.

Los problemas de Alfian y de todo Rukam tienen que ver con una industria valorada en 60.000 millones de dólares.

Indonesia se encuentra en el epicentro del comercio global del aceite de palma. Llegó a Rukam en 2002, cuando la empresa indonesia PT Erasakti Wira Forestama (EWF) ofreció a los vecinos un pago único por sus tierras.

Algunos se resistieron. Syafei, un vecino de 68 años que entonces gobernaba Rukam, abogó por la propiedad y gestión de las tierras conjunta entre los vecinos y la empresa. Pero, según cuenta, algunos residentes lo presionaron para que aceptara el trato.

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Les ofrecieron unos 55.000 euros (700 millones de rupias) por aproximadamente 2300 hectáreas en total.

"En aquel momento, esa suma de dinero era realmente enorme", dice Syafei. Los vecinos "ansiaban recibir la compensación".

Al final, la comunidad vendió la tierra. Las valiosas turberas se convirtieron en plantaciones. Y las repercusiones de esa decisión se notan todavía hoy.

El costo ambiental del aceite de palma

El aceite de palma, que se promociona como un producto prodigioso, se encuentra en una amplia gama de productos y ha sido un innegable motor de crecimiento económico en el país.

Pero el medio ambiente ha pagado el precio con la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo y la contaminación del agua y el aire.

Las técnicas de tala y quema, utilizadas para limpiar grandes franjas de tierra para plantaciones, son particularmente devastadoras para turberas como las que hay en Rukam. Las turberas están formadas por gruesas capas de material orgánico descompuesto y al quemarlas se liberan enormes cantidades de carbono a la atmósfera.

Los residentes de Rukam han presenciado la transformación de su paisaje desde que vendieran sus tierras.

Las turberas se drenaron para poder dedicarlas al aceite de palma. Una bomba de agua traída para el riego alteró el flujo natural del agua, ya que se dirigió del río a la plantación. Eso afectó al acceso de los vecinos al agua para regar sus campos.

La situación empeoró con la construcción, en 2009, de una presa para proteger la plantación ante inundaciones.

"Como consecuencia, los vecinos sufren inundaciones más dañinas en la temporada de lluvias y no tienen suficiente agua en la estación seca", dice Rudiansyah, de WALHI, la mayor organización medioambiental de Indonesia. La agricultura se ha complicado.

Las ganancias de la venta de tierras, que se repartieron equitativamente entre los residentes, no duraron mucho. De hecho, Rudiansyah afirma que la economía de Rukam se redujo significativamente tras la conversión de la tierra. Aunque no hay datos de antes de la llegada de la empresa de aceite de palma al pueblo, un estudio de WALHI y la Universidad de Jambi halló que 366 de 494 familias de Rukam eran consideradas "pobres" o "muy pobres" en 2018.

WALHI y mucha gente del pueblo lo atribuyen principalmente a la pérdida de caladeros a causa de la expansión del aceite de palma.

Los residentes dicen que los lagos en los que pescaban desaparecieron con la conversión de la tierra y que las poblaciones de peces disminuyeron drásticamente. Cuando las turberas se drenaron, muchas especies valiosas perdieron sus zonas de reproducción. Solo quedan 53 pescadores, que ganan unos 8 euros (8,70 dólares) al día.

Ante la falta de alternativa, muchos vecinos se han puesto a trabajar en las plantaciones para ganarse la vida.

Unas 150 personas, aproximadamente el 16% del pueblo, trabajan en la plantación de EWF, que cubre más de 4000 hectáreas de tierra entre los ríos Batang Hari y Kumpeh.

"La única forma de sobrevivir es trabajar en la plantación", dice Hikmawati, una vecina de Rukam de 35 años. Hikmawati trabajó esparciendo fertilizantes en la plantación, pero terminó renunciando por la excesiva carga de trabajo y el bajo sueldo.

Ahora Hikmawati trata de ganarse la vida como costurera, mientras que su marido trabaja como conductor para los pocos pescadores que quedan.

Pérdida y arrepentimiento

Hikmawati no cree que Rukam tenga futuro y haría retroceder el tiempo si pudiera: "Volvería a los días en que podíamos cultivar arroz y el río aún estaba lleno de peces".

No es la única que lo piensa. "Cuando veo cómo desaparece el bosque, me siento triste... El futuro es desolador", dice Alfian. "Si no cambia nada, la próxima generación se marchará y este pueblo se extinguirá. Porque ya no hay nada de lo que vivir".

Alfian cree que él será el último de la saga familiar de pescadores. "Tal vez mis hijos solo aprenderán los nombres y tipos de peces que vivían aquí", dice.

Para Syafei, el arrepentimiento tiene un tinte de frustración: "Todo lo que había proyectado para el futuro se ha ido al fondo del océano porque no quisieron escucharme".

Muchos en la comunidad tienen una sensación de pérdida, y no solo con respecto a su sustento. "La conversión del bosque de turba a plantación también provoca que se pierdan innumerables especies de plantas medicinales", dice Rudiansyah.

Se trata de una letanía que se repite en muchos pueblos afectados por esta industria. "No hay duda de que esas comunidades se arrepienten enormemente", dice Terry Sunderland, científico del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).

"En realidad, la historia de Rukam es representativa de la de muchas de las aldeas de Indonesia que están apostando por la palma aceitera", dice Erik Meijaard, científico conservacionista y director del grupo de trabajo sobre el aceite de palma de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

"Ciertas comunidades se benefician del aceite de palma, pero para las comunidades en las que pescar, cazar o recolectar plantas forma parte de las actividades de subsistencia de sus residentes, suelen tener bastantes pérdidas cuando llega el aceite de palma y se tala el bosque, pues eso provoca un gran impacto ambiental".

Un estudio llevado a cabo en Kalimantan, Indonesia, halló una marcada disminución del bienestar social y ambiental en las comunidades con plantaciones de palma aceitera entre 2000 y 2014, en particular aquellas, como Rukam, cuyos medios de vida son de subsistencia.

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Según Rudiansyah, el de Rukam es un caso inusual porque eligió vender sus tierras, a diferencia de muchas comunidades asoladas por conflictos con compañías de aceite de palma.

Sin embargo, Sunderland argumenta que a menudo no hay un consentimiento plenamente informado: "La gente debería poder tomar una decisión a partir del pleno conocimiento de cuáles son las implicaciones. Y no es el caso: el aceite de palma se vende como la respuesta financiera a los problemas de las comunidades... Las empresas de aceite de palma negocian con falsedad y sin proporcionar toda la información".

"Como parte del acuerdo de concesión con el gobierno local, EWF realizó pagos regulares de responsabilidad corporativa a Rukam, que fueron empleados para construir la infraestructura de la aldea".

Ahora algunos vecinos del pueblo aseguran que los engañaron con respecto al impacto en el agua y la degradación de su bosque de turberas.

"En aquel momento [de la venta] no sabíamos que afectaría de este modo. No sabíamos que estaba previsto construir la presa", dice Alfian.

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"Las inundaciones ni siquiera eran un problema [antes], no como ahora, pues el agua se ha vuelto oscura y turbia, probablemente a causa de la contaminación de la plantación", dice Hikmawati. Aunque no se ha llevado a cabo ningún estudio oficial, los vecinos han acusado a la empresa de verter productos químicos en el río.

EWF no ha respondido a varias peticiones de que se pronuncie respecto a tales alegaciones.

"La empresa debería haber sido justa con los vecinos y no debería tratar de destruir su sustento, sino de incluirlos como socios estratégicos", dice Rudiansyah, argumentando que la falta de educación adecuada en la comunidad también tuvo que ver.

Incendios forestales y progreso contradictorio

A pesar de los criterios establecidos por la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sostenible (RSPO), según datos de 2018, solo el 19% del aceite de palma producido en todo el mundo fue certificado como sostenible. Además, Greenpeace ha argumentado que se sigue produciendo deforestación incluso entre las compañías certificadas de aceite de palma.

El gobierno indonesio ha ponderado con frecuencia los beneficios económicos de esta industria. Sin embargo, a raíz de los incendios forestales de 2015, que destruyeron 2,6 millones de hectáreas de tierra, incluyendo grandes franjas de turberas, el gobierno tomó medidas que merecieron elogios de la comunidad internacional.

La Agencia de Restauración de Turberas (BRG) fue creada en 2016 y para finales de 2018 había restaurado más de 679.000 hectáreas. En 2019, el año en que el país sufrió incendios forestales más graves, el gobierno indonesio emitió una moratoria permanente sobre nuevo desmonte para actividades como el desarrollo del aceite de palma y la tala.

Pero no todos están convencidos del progreso.

"Las empresas [de aceite de palma] se benefician de leyes mal aplicadas, que en algunos casos también están mal planteadas", afirma Sol Gosetti, de Greenpeace, en referencia a la creación de la BRG y nuevas acciones gubernamentales contra las empresas que destruyen bosques y turberas, como la obligación de imponer multas punitivas y revocar licencias.

"Las intenciones [de los planes gubernamentales] parecían buenas, pero ha habido un seguimiento muy contradictorio y la investigación en el campo demuestra que el sector de las plantaciones todavía no está cambiando sus prácticas", dice Gosetti. "Mientras, varias empresas continúan su expansión, talando bosques y drenando turberas húmedas y ricas en carbono".

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A pesar de la moratoria, una investigación deGreenpeace en 2019 determinó que se habían quemado más de un millón de hectáreas en áreas protegidas. El gobierno también ha sido criticado por su incapacidad para imponer a la industria transparencia o regulaciones y para abordar los abusos contra los derechos humanos.

Regeneración de turberas

Sin embargo, a nivel local, algunos ven motivos para creer que las turberas tienen futuro.

Panace, de 39 años, es un agricultor que vive en Pematang Rahim, un pueblo cercano a Rukam. Antes cultivaba palma aceitera en turberas, pero se dio cuenta de que resultaba muy caro como pequeño agricultor y de que estaba degradando el suelo.

Ahora es uno de los muchos agricultores que trabajan para rehabilitar sus tierras a través del programa de restauración de turba. El primer paso es la rehumectación de las turberas instalando infraestructuras como pozos profundos y obstrucción de canales para redistribuir el agua.Luego se replantan árboles y otros cultivos para reparar el daño en las tierras.

"Vamos a seguir diversificando nuestros propios cultivos y a tratar de establecer una policultura", afirma Panace. "Hemos comenzado con la palma pinang, que crece bien en turberas y se cotiza más en el mercado que los frutos de la palma aceitera. Por ahora, parece muy prometedor".

El programa depende de la voluntad de participar tanto de los agricultores como de las compañías de aceite de palma, pero Panace cree que la educación es clave para el futuro. El programa también trabaja con grupos comunitarios, ONG y universidades para promover las ventajas de la restauración de turberas.

El cambio no se logrará de la mañana a la noche. "La recuperación de turberas lleva décadas, y las actividades de restauración empezaron hace solo cuatro años", dice Myrna Safitri, de la BRG. Sin embargo, una vez establecida a gran escala, podría ayudar a mitigar la propagación de incendios forestales.

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Aunque en Rukam aún no se ha empezado a restaurar las turberas, no todos sus vecinos se resignan a la suerte de su pueblo.

Tras la presión del gobierno provincial de las regiones y de WALHI, EWF accedió a cumplir tres demandas de los vecinos de Rukam, que se implementarán este año: reparar la salud del suelo, ayudar a los residentes a establecer campos de arroz y sistemas de riego, y restaurar el acuífero para proporcionar riego y agua potable.

Después de tomar aquella decisión hace casi dos décadas, todo cambió para Rukam. "Hace años solo teníamos que tomar lo que la naturaleza nos daba", lamenta Syafei. "Toda nuestra forma de vida dependía del ritmo natural de las estaciones".

Pero no ha perdido por completo la esperanza de que todavía haya tiempo para reconocer lo que está en juego. "Si no aprendemos del pasado, este pueblo podría desaparecer".