Las protestas en tiempos del coronavirus son un desafío. Las manifestaciones contra el racismo y el cambio climático se vuelven difíciles, pero los manifestantes usan su creatividad y encuentran soluciones.

5 de junio de 2020, 19:53 PM
5 de junio de 2020, 19:53 PM

"No puedo respirar": esas fueron las últimas palabras de George Floyd, un hombre afroestadounidense que murió a manos de policías blancos en Minneapolis. Esas palabras se convirtieron en el lema del movimiento contra el racismo y de #BlackLivesMatter. Están presentes en los afiches de manifestaciones en EE. UU. y en todo el mundo, también en Europa.

Pero esas protestas se llevan a cabo en tiempos de restricción de contactos por el SARS-CoV-2, cuya virulencia continúa. En algunos países, las cifras de contagios disminuyeron o se estancaron, pero en otros siguen contagiándose miles de personas todos los días, como en Perú, Brasil y EE. UU. Para muchos manifestantes, eso significa que deben debatirse entre ir o no ir a una marcha, el cargo de conciencia que esto representa -lo hagan o no-, y el deber de cuidarse a sí mismo y a los demás.

Manifestar la rabia y la impotencia

Rahel Tekle tiene 25 años y vive en Bonn. Este fin de semana quiere participar en las manifestaciones contra el racismo en su ciudad, a pesar del riesgo de infección por el coronavirus. "Dudo mucho de si ir o no ir, porque, en realidad, manifestarse en tiempos de coronavirus me parece inadecuado", dice a DW. "Pero ahora los casos han bajado tanto, que el riesgo también parece haber disminuido. Por eso voy a manifestar, pero con distanciamiento social", explica.

Demostrar su rechazo al racismo es importante, señala. Ella misma lo experimentó ya en el jardín de infantes. Siempre la discriminaron por su color de piel, no la invitaban a los cumpleaños de sus compañeros de escuela, y su profesor de Alemán en la secundaria le ponía una mala nota "por principio", porque pensaba que ella no podía hablar bien ese idioma. La muerte de George Floyd es, desde su punto de vista, solo uno de los muchos sucesos que demuestran que el racismo es actual y se vive todos los días. "Pero su muerte no me sorprendió. Más bien sentí rabia e impotencia porque pensé que esto no va a mejorar", subraya.

A pesar de eso, el debate sobre el racismo que desencadenó la muerte de George Floyd a manos de policías en EE. UU., y que no cesa, le hace tener esperanza. "Tengo la impresión de que llegó el momento de que algo pase, y de que la sociedad pueda cambiar", dice Rahel Tekle. Y quiere impulsar ese cambio yendo a manifestar de manera voluntaria.

En la red, sin embargo, hay muchos activistas contra el racismo que ejercen presión, diciendo que el que no sale ahora a marchar en las protestas es también parte del problema. Pero Rahel Tekle contradice esa postura: tan importante como protestar -y no solo en tiempos de COVID-19- es hablar sobre el racismo con la familia y los amigos, dice. "La alternativa a las protestas en las calles está en las redes sociales", explica. "Informarse y compartir información, solidarizarse, no son cosas que solo se pueden hacer en una manifestación. Lo principal es hacerlo", añade.

Sopesar la responsabilidad y el riesgo

Sea como fuere, las protestas callejeras no son un asunto fácil en los últimos tiempos. Eso también lo experimentan los activistas de Fridays for Future. El cambio climático no da tregua, ni siquiera por el coronavirus, y todos los que salen a manifestarse para que se proteja al planeta han apelado a su creatividad y encontrado alternativas. Un ejemplo: la huelga por el clima del 24 de abril, largamente planificada, fue trasladada a internet.

Pero Fridays for Future también manifiesta en las calles, desde que el Tribunal Constitucional Alemán eliminó la prohibición general de las protestas callejeras, a mitades de abril, con la condición de que los participantes mantengan la distancia mínima de 1,5 metros. En Colonia, algunos activistas realizaron una sentada hace poco delante de la catedral para demostrar la urgencia de sus pedidos de ayuda económica al gobierno en medio de la crisis. Dibujaron con tiza una cuadrícula inmensa en el suelo, y en cada cuadrado podían sentarse solo dos manifestantes, con mascarilla, a un mínimo de 1,5 metros de los otros, lo que garantizó que se respetaran las restricciones de contacto. "Nuestras protestas se hacen en concordancia con las normas para frenar el coronavirus", explica la activista Leonie Bremer a DW.

"Para nosotros, lo importante es poder manifestar y, al mismo tiempo, proteger a los grupos de riesgo", aclara. Para ella, cuidar a los más vulnerables es una prioridad, ya que también en su familia hay personas en riesgo. Por eso, sus padres no están de acuerdo con su actividad en las protestas en tiempos de COVID-19. Pero Leonie dice que tenía que salir a protestar para que el gobierno hiciera lo correcto, y que, si no hubiera participado, se hubiera sentido mal.

Poca participación en protestas digitales

Leonie Bremer está satisfecha con el efecto de la protesta delante de la catedral de Colonia. Y también nota que las manifestaciones virtuales tienen muchas limitaciones. "Se llama la atención de la clase política con imágenes en la televisión, y con informes en los diarios, más que con acciones en las redes sociales", apunta.

Esa es también la impresión que tiene Daniel Mullis, investigador de protestas en el Instituto Leibniz de la Fundación para la Investigación de la Paz y los Conflictos, en Hesse. Según lo que observó en las últimas semanas, "las protestas en el espacio virtual no fueron muy exitosas". Algunas acciones online no tuvieron eco alguno, por ejemplo, la Housing Action Day, a mitades de marzo, contra el aumento inescrupuloso de alquileres. La huelga por el clima de Fridays for Future es, según él, una excepción. "Para que una protesta sea tomada en cuenta, es necesario que haya actividad en la calle", afirma.

Mullis subraya que la mayoría de los movimientos sociales respetaron las restricciones por la pandemia al realizar protestas callejeras. Con excepción, claro, de los grupos minoritarios que están en contra de las medidas de protección e higiene contra la COVID-19. "Ya sea Fridays for Future o las protestas a favor del rescate de migrantes en alta mar, todos trataron de encontrar formas creativas de manifestar con distanciamiento social y mascarillas", subraya el experto. "Todos mostraron un manejo responsable en la pandemia", agrega. Algunos no usaron solo barbijos, sino también guantes descartables y hasta anteojos para el sol y viseras de plástico. Y justamente de eso se trata: de cuidarse y cuidar a los demás del contagio de coronavirus todo lo que se pueda.