Opinión

Cara a cara

6 de junio de 2020, 5:00 AM
6 de junio de 2020, 5:00 AM

La desafortunada decisión de disminuir gastos del Estado, transformando tres ministerios a simples secretarías, ha ocasionado un aluvión de críticas que seguramente el Gobierno transitorio no esperaba. 

El mal cálculo político tiene ahora nuevos condimentos para las fisuras dentro y fuera del Estado, en el interior de la sociedad y en el exterior del país.
¿Cuánto se ahorra el Estado quitando tres ministerios? Deberán sumar los ‘absurdos gastos’ operativos, de presupuestos, de personal, además de oficinas, proyectos y los etcéteras correspondientes. 

Las gestiones en Cultura y en Deportes eran patéticas, pero esa no es la cuestión. Si el médico fuera incompetente, ¿no seguiría siendo necesaria la medicina?

De todos modos, a la cultura la hacen los pueblos, los artistas, los seres sensibles y pensantes, los que interpretan las realidades y le dan otras vidas, multiplican sus lenguajes y posibilidades, nos regalan nuevas sensaciones y experiencias, desde lo simbólico, lo imaginario y lo creativo. 

Todo eso, claro, no es cuestión de ministerios grises ni de papeles archivados. Pero esta penosa decisión hace que la representatividad se pierda y la gestión individual y colectiva sea más difícil. Un tiro en el pie. Al menos en los papeles oficiales. Por suerte y por la gente, Bolivia está entre los países de mayor riqueza cultural del mundo. 

Los tejidos ancestrales seguirán contando sus historias, la música continuará bailando con los vientos y los patrimonios continuarán siendo el sello de la historia y el presente vivo mientras brillan como un tesoro al aire libre y para todos los que saben apreciarlos. 

Que se enteren que eso no se quita, ni se oculta, ni se puede degradar, porque la sangre sigue corriendo por dentro, porque la vida se respira con el alma y porque el fuego interior se transmite por generaciones, y porque, sobre todo, somos seres culturales, no números grises que se calculan en un triste balance de gestión.

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