Un centenar de proyectos están en curso, pero sólo uno será el ganador, por así decirlo, el primero en ser validado. Porque en el mercado de las vacunas, tienes que ser el primero en ganar.

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16 de junio de 2020, 6:58 AM
16 de junio de 2020, 6:58 AM

El presidente Emmanuel Macron visita hoy martes a una planta de Sanofi en el sureste de Francia para hablar de vacunas. El gobierno francés, como otras naciones, está más implicado que nunca en esta frenética búsqueda del Santo Grial contra el coronavirus.

Esta competencia mundial, en la que se miden principalmente los 5 grandes laboratorios (Glaxo GSK, Sanofi Pasteur, Merck, Pfizer, Johnson and Johnson, Astra Zeneca ) capaces de llevar a cabo el proceso desde el descubrimiento hasta la fabricación de una vacuna, se ha convertido en un reto comparable a la conquista del espacio en los años sesenta. En otras palabras, se trata de una cuestión de nacionalismo económico. Con el fin de asegurar sus suministros, con fábricas en su territorio si es posible, y también para restaurar su imagen, a menudo empañada por sus errores en la gestión de la pandemia, los gobiernos están sacando la chequera, con la secreta esperanza de ser asociados con el fabricante que ganará esta loca carrera. Un centenar de proyectos están en curso, pero sólo uno será el ganador, por así decirlo, el primero en ser validado. Porque en el mercado de las vacunas, tienes que ser el primero en ganar.

Alemania causó sensación el lunes al anunciar una participación de 300 millones de euros en el capital de la empresa de biotecnología CurVac


Entre las favoritas, se encuentra la empresa CurVac, que el presidente estadounidense Donald Trump miraba con cariño por la prometedora molécula de vacuna. CurVac, que ya ha recibido 80 millones de euros de la Comisión Europea, se beneficiará por lo tanto de una gran cantidad de recursos para finalizar su descubrimiento. El Estado alemán tendrá alrededor de un cuarto de las acciones de esta joven compañía.

La administración estadounidense ya ha inyectado 2.000 millones de dólares en los laboratorios más avanzados, entre ellos Sanofi Pasteur, lo que causó una gran controversia en Francia cuando su director general sugirió que primero serviría al mercado estadounidense. Pero esta controversia está ahora olvidada. China también apoya plenamente a sus campeones farmacéuticos soñando con realizar un nuevo acto de diplomacia sanitaria una vez que se encuentre la vacuna. Rusia también está comprometida en esta batalla.

En cuanto a Francia, está multiplicando los acuerdos para garantizar el acceso al producto. La semana pasada se hizo un convenio con Astra Zeneca garantizándole a París una cierta cantidad dosis, y sin duda este martes se hará un nuevo anuncio con Sanofi, empresa en la que el Estado aumentó cautelosamente su participación el pasado mes de abril.

¿Los gigantes farmacéuticos realmente necesitan esta financiación pública?


Para la vacuna, hay una multitud de coaliciones de donantes que financian las investigaciones de los laboratorios. El dinero público es un plus bienvenido, porque la inversión es enorme y el riesgo para la empresa es grande. Este mercado es muy pequeño, con un peso de sólo 35.000 millones de dólares en comparación con un mercado farmacéutico mundial de 1,2 billones de dólares. Y los retornos son todavía inciertos. La vacuna contra el dengue que se suponía que le daría a Sanofi mil millones de dólares se está vendiendo menos de lo esperado. Para los principales laboratorios, este apoyo del gobierno es una garantía de que habrá una demanda estatal, y una garantía moral en caso de que su vacuna falle y los exponga a acciones legales. A cambio, pueden ser sometidos a una presión amistosa para garantizar precios asequibles. En el caso del coronavirus, que ya ha causado más de 400.000 muertes, la búsqueda de beneficios parece difícil de sostener.

¿Es este "nacionalismo de la vacuna" beneficioso o perjudicial para la investigación?

La OMS lo considera contraproducente. Y vemos en Francia que el Presidente Macron busca, por un lado, asegurar cierta soberanía en la fabricación de la vacuna y, por otro, promete la cooperación internacional para compartir los beneficios de la vacuna. En realidad, las expectativas son tan altas que bien podríamos ver una batalla comparable a la de las máscaras una vez que salga una vacuna.

Ya hay informes de escasez de frascos o jeringas, sin mencionar la disponibilidad de las fábricas necesarias para fabricar la molécula. También debemos tener en cuenta el razonamiento de los investigadores: el descubrimiento de una vacuna no es automático, todavía estamos esperando la que nos inmunice contra el SIDA o la hepatitis C.