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Entre dichos y miradas de la crisis sanitaria

18 de junio de 2020, 3:00 AM
18 de junio de 2020, 3:00 AM

“A las diferentes interrogantes, a veces, solo el tiempo da las respuestas necesarias, con pequeños ingredientes que van desde políticas adecuadas hasta coherentes medidas económicas de apalancamiento a la microecononomía”.
En el caso de Bolivia, las decisiones políticas y económicas del Estado, no tienen un buen norte para encarar de manera adecuada la poscuarentena y una larga estadía dentro de la pandemia que acogota al país.

Cuando empezó esta emergencia sanitaria, se vio a un Estado que estaba del lado de los pequeños y medianos empresarios, del lado de los ciudadanos en sus distintas actividades, como una propuesta renovada. La gente sabía que el Gobierno de transición estaba con ella. 

La gestión estatal empezó con créditos para salvar a las empresas, en especial a los emprendedores, quienes fueron los más golpeados por el confinamiento. Los créditos, las obligaciones impositivas y laborales eran un peso que tenían que cargar a regañadientes. 

La presidenta actuó coherentemente con la situación de emergencia y, siguiendo la línea de otros países, concedió créditos para cubrir salarios y también operaciones empresariales, por lo que el agradecimiento era profundo. 

Después se anunciaron los bonos, con el objeto de llegar a la mayoría de los bolivianos, desde las jefas de familia hasta los más pequeños. Los primeros bonos fueron para los historiadores familiares, nuestros queridos ancianos, los más vulnerables ante este voraz enemigo. 

El tiempo fue transcurriendo y empezó a notarse la mala coordinación entre las entidades estatales, como en el caso de los préstamos, que según el Decreto Supremo las personas podrían pagar sus créditos después de seis meses, un tiempo prudente para reencontrar su economía. No obstante, después de tres semanas de emitirse el DS, la ASFI informó que todos debían pagar sus créditos apenas acabe la cuarentena, el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas salió con entre dichos, porque indicó que se esperarían tres meses y finalmente anunció que se negocie directamente con la banca.

El apoyo decisivo y la empatía que mostraron las autoridades nacionales hacia los bolivianos con los bonos, que en la realidad para tan larga cuarentena no sirvieron de mucho, la gente lo agradeció en su debido tiempo. Si bien el Gobierno se comprometió con los empresarios y los trabajadores para que no haya despidos en el personal, la realidad es diferente; la crisis del desempleo crece cada día y no hay cómo detenerla, la informalidad empezará a tomar las calles.

Se eliminaron ministerios que acogían uno al quinto poder y otro a la cultura boliviana. Uno de ellos llevaba el estandarte de los saberes, como referente del ser boliviano, el cual se logró después de batallar por la reafirmación de nuestra identidad, dejando abandonados, aún más, a los que se dedican a esta noble actividad de las artes; ahora ocupan un escritorio, en el rincón más olvidado de algún ministerio, que todavía no puede reformular la forma de educar, en esta coyuntura tan trágica que nos tocó vivir.

¿Ahora quién podrá defendernos?

La economía está siendo muy golpeada, los bolsillos de los bolivianos tienen un agujero tan grande que costará recuperar no solo seis meses, sino años de trabajo y de ahorro. Por si fuera poco, estamos expuestos a contagiarnos del coronavirus, a que una persona de la familia se enferme, a perder un pariente por Covid-19… sería doloroso saber que un ser querido espera en un hospital público para ser atendido, pues ya sabemos a qué nos metemos en esas circunstancias con el sistema de salud del país. 

La apuesta, ahora, es empezar a fortalecer la microeconomía, como una respuesta a esta coyuntura y que podamos tener las condiciones para innovar, con un apoyo real de medidas económicas que no sean simples promesas que no se cumplirán. Solo pedimos una solución, pero que sea real y no deje que las familias bolivianas se hundan.
 


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