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Sólo hay un camino

22 de junio de 2020, 3:00 AM
22 de junio de 2020, 3:00 AM

El proceso político-electoral boliviano 2019-2020 está compuesto por una secuencia de coyunturas o cortes del presente. Hoy, en tiempos de pandemia, uno de esos cortes gira en torno a una disputa discursiva: salud versus elecciones.

Una suerte de polarización social porque se han formado dos grandes grupos de personas con preferencias incompatibles o dilema coyuntural que es proteger la salud o salvaguardar la democracia.

¿Qué nos revela este dilema coyuntural sobre el proceso político-electoral boliviano 2019-2020?

Democracia amenazada. La posición del gobierno de Añez de postergar “uno o dos meses” los comicios ha provocado que se profundice la desconfianza del grupo pro-democracia. Paradójicamente, algunos representantes de esta posición (afines al MAS) han reaparecido en la esfera pública con discursos incendiarios que sugieren un probable retorno de la activación de movilizaciones sociales y consecuente inestabilidad política. Por su parte, el gobierno transitorio se contradice con el Tribunal Supremo Electoral y abona la idea del prorroguismo. Si la polarización persiste -entre discursos de guerra del oficialismo y   subversivos de la oposición (MAS)-, entonces es imposible un acuerdo que garantice el respeto a la débil institucionalidad democrática boliviana.

Liderazgos ausentes. La caída de Evo Morales dejó un vacío de liderazgo nacional, quien con su estilo autoritario y polarizador para gobernar articulaba masas, dividía el mundo con una visión binaria entre buenos y malos, y debilitaba la institucionalidad democrática para evitar el contrapoder. Ninguno de los otros candidatos a la presidencia proyecta un perfil de liderazgo político que encarne un estilo alternativo para gobernar: demócrata, pluralista y unificador. Por ahora, en tiempos de pandemia, la carrera electoral (MAS, Comunidad Ciudadana, Juntos y Creemos) está encapsulada en un juego de sombras y teorías conspirativas.

Transición incierta. El movimiento moral que representó la rebelión ciudadana del 2019 apuntaba hacia una transición política que permita generar las condiciones para establecer una arquitectura institucional donde funcione el equilibrio de poderes, la alternancia en el gobierno y la igualdad política, entre otras cosas. La pandemia trastocó todo, pero al mismo tiempo ha sido politizada por los candidatos. El horizonte de estos es la elección y cambio de gobierno, no una transformación política y reforma moral.   

Los escenarios políticos en el corto y mediano plazo son sombríos, pero no fatales. La esperanza de un cambio político en las estructuras de las instituciones estatales para que prevalezca la transparencia, se destierre el autoritarismo, respeten las normas y reduzca la corrupción no ha muerto, pero la fuerza de los recientes acontecimientos la ha golpeado.

Sin duda, la salud es prioritaria pero las elecciones son necesarias. Para superar este dilema coyuntural y corregir la deriva del proceso político-electoral urge una concertación política que ayude a neutralizar la activación de nuevos conflictos y la exacerbación del caos. Sólo hay un camino: que todos sigamos vivos y elijamos a nuestros representantes.

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