Si bien esta historia tuvo un final feliz, queda sobre en el tapete, de nuevo, la situación de los ayoreos en la ciudad. Sugieren que se les destine un nuevo terreno a las dos comunidades existentes

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4 de julio de 2020, 21:33 PM
4 de julio de 2020, 21:33 PM

Los Dosapé, una familia ayorea, que hace más de dos años vivía en la chata de un camión que acondicionaron como vivienda, hoy tienen un nuevo hogar para vivir. La familia era de seis integrantes hasta que el mayor de ellos, Maribel, la abuelita, perdió la vida, presumiblemente, por Covid-19. La mala noticia conmovió a un grupo de empresarios constructores, que decidió regalarles una vivienda.

En la mañana del sábado, los hijos recibieron las llaves de su nueva casa, situada en una nueva urbanización del municipio de Cotoca. Ellos agradecieron el gesto solidario de la empresa, a la vez que lamentaron que su madre no pudiera estar para conocer la nueva casa.

Más allá de compartir la alegría por el regalo que los Dosapé recibieron y de esperar que el bienestar los acompañe, algunos ven en esta historia una oportunidad para que las autoridades hagan algo para solucionar los problemas de las comunidades ayoreas, que se ven en la ciudad.

Una de ellas es Lenny Rodríguez, de Apoyo Para el Campesino-Indígena del Oriente Boliviano (Apcob), que cree que una de las razones que alejaron a esta familia de su comunidad eran problemas de clan.

La familia estaba viviendo en la zona del trillo, sexto anillo, al oeste de la ciudad. En el lugar acostumbraban a rellenar los baches de los autos que cruzaban por las vías del tren para pedir monedas.

Rodríguez considera que las autoridades locales o el sector privado deberían considerar la posibilidad de conseguir un espacio donde se puedan mudar algunas familias ayoreas, las cuales viven en las comunidades Degüi y Garay.

"Degüi, prácticamente, está repleta. Son 7.000 metros cuadrados y existen 103 viviendas en el asentamiento de la Villa Primero de Mayo. Cuentan con una escuela, una guardería, iglesia y dos canchas. El espacio se ha reducido porque las familias están viviendo en una o dos habitaciones de 4x4, entonces, ahí hay un notorio hacinamiento”, explicó Rodríguez.  

La otra comunidad es Garay, que queda por la final Virgen de Luján, es un terreno de dos manzanas, que son 18.000 metros cuadrados. Ahí cuentan con, aproximadamente, 86 viviendas

“Ahí no hay tanto hacinamiento, pero las viviendas no son de la mejor calidad. La tendencia es que las familias van a seguir creciendo”, añade.

“Si hubiera una alianza entre el Gobierno municipal y el sector privado, que, generalmente, son los que están urbanizando terrenos, para conseguir un nuevo terreno, sería lo mejor. Tal vez si se pudiera contar con un banco de tierras, sería interesante y también una alianza con el Plan Nacional de Vivienda Social, así se consigue un espacio exclusivo para ellos. Y es importante contar con la participación de las comunidades en esta discusión”, finaliza  Rodríguez.