En muchos países, la discriminación mata a niñas y mujeres, y prácticas nocivas hacen que sigan siendo sometidas a la mutilación genital y al matrimonio infantil, también en América Latina

10 de julio de 2020, 20:16 PM
10 de julio de 2020, 20:16 PM

Se considera que 140 millones de mujeres le faltan a este mundo como consecuencia de la selección posnatal del sexo, es decir, debido a la preferencia por los hijos varones, y a un rechazo extremo de las niñas, que les provoca la muerte. 

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) publicó su Informe anual 2020 sobre el Estado de la Población Mundial con el título “ContraMiVoluntad: Desafiar las prácticas que perjudican a las mujeres y niñas e impiden la igualdad”. DW habló sobre las prácticas nocivas con Nafissatou Diop, directora de Género y Derechos Humanos del Unfpa.

DW: “Es una mercancía con la que se comercia. Es un objeto de deseo. Es un estorbo del que librarse. Es mano de obra gratuita. Es una niña. Y eso quiere decir que su cuerpo, su vida y su futuro no le pertenecen, a pesar de los derechos humanos que le son inherentes.” Así comienza el Informe anual 2020 sobre el Estado de la Población Mundial. ¿Por qué todavía no se considera a las niñas como igual de importantes que los niños? Y, a nivel global, ¿por qué la mayoría de ellas están en peligro?

Nafissatou Diop: Podemos ver que la desigualdad de género y las actitudes negativas hacia las mujeres y las niñas conducen a prácticas nocivas para ellas. Y mientras esas prácticas perjudiciales varían ampliamente en todo el mundo, todas ellas tienen como objetivo común violar los derechos básicos de las mujeres y las niñas. 

Esas prácticas nocivas, por supuesto, están enmarcadas -y enraizadas- en normas culturales y sociales que se mantienen a través de las estructuras de género y las relaciones de poder subyacentes. Y a menudo son utilizadas como un medio para proteger el honor de las mujeres, las niñas y sus familias. Y también como una manera de controlar las elecciones y la expresión de las mujeres, particularmente en lo concerniente a la sexualidad y la reproducción.

En este informe resaltamos en particular tres prácticas nocivas, e hicimos una lista de otras 19. Las tres principales que el Unfpa lucha por eliminar son: 1) el matrimonio infantil, un mal que en algunos lugares, como el sur de Asia, África y América Latina, tienen una alta prevalencia. Pero debemos reconocer que el matrimonio infantil también está vigente en los países del Pacífico, en países europeos y en Estados Unidos. 

Otra temática que tocamos en el informe anual es la mutilación genital femenina. Esta se concentra en los países del África subsahariana, en Medio Oriente y en el sur asiático. Cerca de 4,1 millones de niñas por año corren el peligro de la mutilación genital. 

Y la tercera práctica nociva a la que nos referimos es la preferencia de los hijos varones y la selección sexual basada en el género, que son más prevalentes en Asia y también está presente en los países del Este de Europa.

El informe menciona 19 prácticas nocivas, y una de ellas es la mutilación genital femenina (MGF). Muchas de esas prácticas crueles son llevadas a cabo por las mismas familias de las niñas, por sus propias madres y abuelas. ¿Cómo explica que estas no rompan el ciclo de la MGF y también, por ejemplo, de la alimentación forzada, siendo que ellas mismas tuvieron que sufrirlas en carne propia? ¿Es tal vez porque piensan que las niñas se beneficiarán con eso?

En verdad, las familias de las niñas raramente continúan con esas prácticas con la intención de herirlas. A veces lo hacen por falta de información, pero la mayoría de las veces es porque no tienen otras alternativas. 

Si no se comprometen a continuar con esas costumbres, deben enfrentar sanciones sociales reales en sus comunidades, y también sufren consecuencias económicas. Es decir, que debemos ver esas prácticas desde la perspectiva de las familias y comunidades que, al llevarlas a cabo, están siguiendo normas sociales, pero también tenemos que tener en cuenta la falta de oportunidades y la pobreza a la que se enfrentan esas familias.

El informe pinta un panorama verdaderamente nefasto al reportar que los Estados aprueban leyes para frenar estas prácticas nocivas, y que las campañas de concienciación urgen a la gente a repensar esas acciones, pero, a pesar de que las familias y comunidades se unen y acuerdan abandonar prácticas como la mutilación genital, o elevar la edad en que se casa a las niñas, esas costumbres continúan y se les sigue haciendo daño. Entonces, ¿qué se puede hacer para poner fin de una vez por todas a esas prácticas?

El Unfpa está realmente comprometido y aboga por cinco rumbos de acción. El primero es que es necesario empoderar a las niñas para que reclamen sus derechos y se protejan a sí mismas. Y el Unfpa ha apoyado a millones de niñas en la última década. También apuntamos a la comunidad, como un todo, y a asegurar que la comunidad que apoyamos, que lo padres que apoyamos, también respalden el proceso que viven las niñas. 

En los últimos diez años hemos aprendido cómo manejar, como definir y programar mensajes efectivos para crear debates valiosos, diálogos con la comunidad a fin de incentivar a una transformación colectiva de las normas sociales que perpetúan esas prácticas.

Realmente necesitamos acelerar la implementación de una educación sexual abarcadora, tanto para mujeres como para varones adolescentes, dentro de las escuelas y de otros escenarios, con el objetivo de construir igualdad en las relaciones de género.

Una transformación positiva ocurrió en Corea del Sur y está relacionada con el desequilibrio de género, es decir, con la desaparición de 140 millones de mujeres por la selección posnatal del sexo y la selección del sexo con sesgo de género. Y las mujeres en Corea del Sur han logrado terminar con la preferencia por los hijos varones. ¿Cómo lo hicieron?

El de Corea del Sur es un ejemplo muy interesante en cuanto a la preferencia por los hijos varones. En ese país hubo diversos factores que contribuyeron a cambiar eso y a generar una equidad en la preferencia por ambos, niñas y niños. Y eso incluye el cambio en el valor que se le da a un hijo varón, y también que la función de cuidar y ayudar a los padres cuando estos llegan a una edad avanzada sea llevada a cabo igualmente por las hijas y los hijos.

También las posibilidades de que las mujeres accedan a estudios académicos, así como una modificación del estatus de las mujeres en la familia y la sociedad fueron factores que lo posibilitaron. Los movimientos feministas en Corea del Sur en los años 90 y la combinación de leyes, regulaciones y políticas contra la discriminación de género en elecciones sesgadas basadas en el sexo han contribuido a reducir el desbalance del índice de género.

¿Complicó el Covid-19 aún más las cosas en el mundo a este respecto?

Sí. La pandemia de Covid-19 es un desafío colosal para poner fin a las prácticas nocivas para niñas y mujeres, como la ablación genital femenina y el matrimonio infantil. Contamos ya con evidencias de que los programas que tenían lugar, y que el Unfpa estaba respaldando en una gran cantidad de países, han sido verdaderamente golpeados por la pandemia. 

El Unfpa estaba apoyando en cerca de 60 países a sus gobiernos, a organizaciones de la sociedad civil, a movimientos de mujeres, al empoderamiento de niñas a través de las escuelas y fuera de ellas.

En distintos lugares, como es conocido, las escuelas están cerradas. Y las escuelas son un lugar donde las niñas eran protegidas y encontraban refugio en caso de estar en peligro de que se les realizara una mutilación genital o de que se las quisiera someter a un matrimonio infantil. Según previsiones del Unfpa, debido a la interrupción de esos programas, dos millones más de niñas pueden ser víctimas de mutilación genital en la próxima década.

Y el Covid19 también interrumpió nuestros esfuerzos para terminar con los matrimonios infantiles, con el resultado de que, potencialmente, cerca de 13 millones de matrimonios infantiles podrían llevarse a cabo entre 2020 y 2030. También sabemos que la inseguridad, ya sea por conflictos o por la incertidumbre económica, es un disparador mayor de matrimonios infantiles.