Opinión

Los precursores

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13 de julio de 2020, 3:00 AM
13 de julio de 2020, 3:00 AM

Juan Carlos Urenda

La epopeya de Nuflo de Cháves que culminó con la fundación de Santa Cruz de la Sierra se concibió, gestó y se puso en marcha independientemente del mando del Virreinato del Perú o de la Audiencia de Charcas. Cháves salió de Asunción con la aquiescencia del gobernador de esa ciudad, Domingo de Irala.

Luego de año y medio de marchar por la selva indómita, recorrido miles de kilómetros a pie y a caballo, muerto decenas víctimas de las picadas de los bichos y horadados por flechas indígenas, finalmente funda Nueva Asunción en agosto de 1559 y, a los pocos meses, cuando ya creía el fundador que podía reposadamente poner en marcha sus proyectos de “poblar y desencantar la tierra”, le informan que había arribado a la zona el Capitán Andrés Manso y su tropa, enviado por el Virrey del Perú, y que alegaba títulos de jurisdicción propia otorgados por el Virrey.

Se produjo el conflicto, el primero entre nuestro oriente y occidente. Entre el hombre salido de la selva oriental que defiende su derecho a la autodeterminación de su recién fundado territorio, y quién viene desde el ande a intervenirlo. Cháves no ataca, pacta con Manso. Le propone que se quedara al mando del territorio recién fundado, mientras él se iría a Lima a buscar la mediación del Virrey. Con gran desprendimiento les pide a sus seguidores que respeten la autoridad del desconocido Manso y parte a la lejana Lima en busca de un resultado que favorezca la paz en la zona.

Luego de largas gestiones, el Virrey Hurtado de Mendoza acaba concediendo a Cháves el título de Teniente Gobernador de la Provincia de Moxos, éxito que paradójicamente significaría el inicio del sometimiento de la naciente ciudad al Virreinato del Perú, a pesar que este no había tenido arte ni parte en la expedición que dio origen a la fundación.

Enterado Manso de esta designación por boca propia de Cháves, no la aceptó y ordenó a sus dirigidos atacar al pueblo que lo acababa de acoger como su comandante, en una intentona que no le dio resultados por cuanto sus seguidores la consideraron irracional.

Posteriormente Cháves funda la primera Santa Cruz de la Sierra, el 26 de febrero de 1561, y la gobierna siete años de manera extraordinaria, hasta que encuentra la muerte mientras dormía siesta en una hamaca, víctima de un hachazo en el cráneo a manos de un indígena en quién había confiado. Tenía 50 años.

Los cruceños eligen como su sucesor al que había sido cuñado y mas eficiente aliado de Cháves, el Capitán Diego de Mendoza, de 28 años. Es el primer gobernador electo de Santa Cruz de la Sierra. Criollo, nacido en Asunción, hijo del Gobernador de esa ciudad, gobierna seis años liderizando a la segunda generación de fundadores de la ciudad, con mucha estima popular, hasta que el Virrey del Perú, Toledo, decide imponer en su reemplazo a un hombre de su confianza, Juan Pérez de Zurita, que, a pocos días de ejercer el cargo es destituido por un alzamiento popular, apresado y devuelto a Charcas.

Esa demostración de rebeldía y autodeterminación enfurece a Toledo quién urde un plan hipócritamente siniestro. Convoca en muy buenos términos a Diego de Mendoza a La Plata (Sucre) para parlamentar y buscar soluciones, ofreciéndole incluso honores, y este accede, a pesar que le habían aconsejado en contrario. Ni bien sale de la ciudad es apresado, llevado encadenado hasta la Audiencia de Potosí y allí decapitado de un hachazo en plaza pública, acusado del delito de “rebeldía”.

Cuando maliciosamente me preguntan cuándo se iniciaron las luchas autonómicas, pretendiendo que la respuesta sea que se originaron como reacción a la llegada al poder de Evo Morales, aquí les dejo la respuesta: la lucha por la autonomía del oriente boliviano data desde su mismísima fundación.

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