Requieren maquinaria para realizar un contrafuego que salve a la comunidad. 6 bomberos y 35 militares combaten el fuego y los vientos "con pan y yupi"

2 de octubre de 2020, 11:25 AM
2 de octubre de 2020, 11:25 AM

La casa comunal de El Bajío, ubicada a 75 km de San José de Chiquitos, hierve de tensión. Por un lado, las llamas se aproximan a los chacos de cultivo; por otro, negocian el alquiler de maquinaria pesada a Bs 500 la hora. El viento impulsa las llamas y complica las labores de extinción.

Desde hace un par de días, 35 soldados y 6 bomberos de San José de Chiquitos apoyan a la comunidad de El Bajío para combatir las llamas. Pero el fuerte viento les juega en contra. Karla Kamila Paredes, una joven de 26 años que participa como voluntaria, explica que lo único que pueden hacer ahora es centrar su trabajo en salvar las casitas.

Son chozas humildes, de madera, que sirven para que los comunarios trabajen su chaco. Por suerte, comenta Kamila, ya han cosechado el maíz, y por eso han podido evacuar a las familias. Ahora, con cierta impotencia, ven al fuego arrasar los campos mientras lamentan la falta de recursos para evitarlo.

Los pobladores se han contactado con una familia menonita para que les alquile la maquinaria pesada y así hacer un contrafuego que resguarde las propiedades. Todavía no tienen el dinero, pero ya están buscando formas de trasladar la máquina y salvar las dificultades de acceso.

En la casa comunal, la decena de comunarios se esfuerza en buscar soluciones mientras el humo recorre el ambiente. Falta dinero, faltan recursos, falta apoyo.

David Gutiérrez es un joven paceño que está prestando el servicio militar en la zona. Reconoce que recibieron cierta formación "para combatir técnicamente y tácticamente los incendios forestales". Explica que se encuentra ansioso porque siente la impotencia al combatir las llamas y, ante todo, "quiere salvar a los animales".

Kamila y David descansa tras una jornada pesada. Las últimas ráfagas de viento han impulsado las llamas más allá de las brechas que trabajaron durante horas. Al final, tuvieron que cambiar de estrategia y centrar su labor en contener el fuego que se acercaba a una casa. "Allí había combustible y una garrafa que dejaron los propietarios al salir de la casa", señala Kamila.

Mientras conversan, comparten un pedazo de pan y un yupi, el único alimento que han probado desde que están en El Bajío. Hoy, un grupo irá hasta San José, a 75 km, para buscar alimentos y apoyo. Mientras, los demás, observan a las llamas avanzar, sin control, por los campos.