Se recupera en su casa, en Cochabamba. La población se movilizó para conseguir donantes de plasma hiperinmune

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11 de febrero de 2021, 10:56 AM
11 de febrero de 2021, 10:56 AM

En Santa Cruz es todo un personaje, muy querido por la obra evangelizadora y social que desarrolla desde hace más de 40 años. Se lo adoptó como hijo propio, por su singular personalidad y por su compromiso con la población. Por ello, cuando se supo que el padre Juan Kurahashi se contagió de coronavirus, la población se preocupó y se movilizó, pues, con 84 años, es un paciente de riesgo. 

Se contagió en Cochabamba, donde reside actualmente. Ni bien el resultado de su análisis clínico salió positivo al virus, un equipo médico lo evalúo y le sugirió que se aísle en su casa y allí cumpla el tratamiento, porque los hospitales de esa ciudad están llenos y porque sus síntomas son leves.

Sobre el pedido de plasma que se hizo en las redes sociales, el sacerdote Álex Sosa, que acompaña al padre Juan, explicó que los médicos aconsejaron tenerlo disponible, en caso de urgencia. El movimiento en las redes fue tan grande, que en pocas horas encontraron donantes.



Sosa cuenta que el padre Juan se encuentra de buen ánimo, que conversa con entusiasmo y realiza sus oraciones de manera normal. El religioso dijo que su compañero tiene confianza en que Dios lo sanará y que muy pronto volverá a sus actividades sacerdotales. 

De Japón a Italia, y luego a Bolivia

El padre Juan Kurahashi nació el 8 de marzo de 1937 en Yokohama, Japón. Eran tiempo difíciles, pues el mundo se encontraba en plena segunda Guerra Mundial y su país era uno de los protagonistas de la contienda bélica, por lo que la vida era complicada, los alimentos escaseaban, los remedios y la ropa no se encontraban fácilmente. En ese contexto y siendo aún niño perdió a su padre, y a los pocos años a su madre, por lo que fue llevado a un orfanato.

En Japón pertenecía a una minoría cristiana, lo que nunca fue obstáculo para ejercer su fe católica en una sociedad plurireligiosa. Cuando tenía 14 años ingresó a un seminario de la Comunidad Salesiana para ser sacerdote, que era su vocación desde que tenía uso de razón. En 1966 fue ordenado y empezó a predicar el Evangelio con alegría y utilizando la música para acercarse al Señor.



Toca la armónica, el saxofón, la trompeta y el acordeón, que utiliza en celebraciones religiosas y en eventos donde requieren su presencia. Siempre dijo que la música es un hermoso recurso que Dios entregó al hombre para hacer más felices sus días, además de que es una forma de acercarse a él.

En 1977 dejó su Japón natal para irse a Roma, a estudiar y a buscar la forma de ayudar al prójimo, de servir al Señor. Estar en la Santa Sede lo hizo más fuerte, vio de cerca los movimientos eclesiásticos y la forma de administrar la iglesia.

Ese mismo año inició en la capital italiana sus estudios de Teología Pastoral. Uno de sus compañeros de curso fue el sacerdote boliviano Jesús Juárez, que con el paso del tiempo llegó a ser presidente de la Conferencia Episcopal de Bolivia. Él le habló mucho de este país y de la necesidad de tener sacerdotes de origen japonés, pues había una grande y creciente comunidad nipona, que requería que se atienda sus necesidades espirituales y religiosas.



Karahashi la pensó bien. En entrevistas pasadas dijo que no era una decisión fácil cruzar el océano y llegar a una nación que desconocía y que no hablaba su idioma. Sin embargo, sintió el llamado de Dios que le decía que ese era su destino, que en ese país sudamericano pobre lo necesitaban y él estaba para eso, para servir a los demás.

Armó su maleta, guardó su armónica y se vino a Bolivia. Llegó a Santa Cruz en febrero de 1980

Lo llevaron al norte del departamento de Santa Cruz, donde se encuentran las comunidades niponas. Allí desarrolló muchas actividades religiosas y sociales. Después fue trasladado a la capital cruceña, al templo del barrio Equipetrol, donde estuvo más de 30 años.

El padre Juan se incorporó fácilmente a la sociedad. Su carácter jovial, amable y optimista le abrieron los corazones de la gente. Celebró misas no solo en su iglesia, sino también en otros lugares de la ciudad y en las provincias, sobre todo de centros educativos, pues la juventud se identificaba con él. 



En su iglesia de Equipetrol y en más de cuatro décadas de sacerdote al menos 500.000 personas escucharon sus misas. Bautizó a más de 30.000 niños y casó a más de 5.000 parejas, registra la Agencia de Información Salesiana. 

Después de estar en Santa Cruz de la Sierra fue trasladado a Montero y luego a Cochabamba, donde se instaló con el mismo entusiasmo que lo caracteriza y con sus instrumentos musicales a cuestas, que junto a su Biblia lo acompañan a todos sus destinos.