Reuters

Al caer la noche en Caracas, la tensión regresa a sus calles.

Cada motocicleta, cada auto, cada persona que pasa genera sospecha e inquietud.

La situación contrasta enormemente con la Caracas a la que llegué el día 18 de julio, diez días antes de una controvertida elección que ha transformado el día a día de millones de venezolanos.

Era una Caracas que me pareció mucho más dinámica que la que visité en 2019, cuando Venezuela estaba en uno de los momentos más duros de una crisis económica que aún azota a la mayoría y que ha pulverizado el nivel de vida y de ingresos de los venezolanos.

También la percibí menos insegura.

Una semana antes de la elección formé parte de un tour turístico en Petare, uno de los barrios populares más grandes de América Latina, ubicado en el este de la ciudad.

Me fui con un grupo de turistas rusos que tomaban fotos con sus teléfonos inteligentes en lo que hace años solía ser una zona con altos índices delictivos a la que nadie iba si no era por necesidad.

Paseé por el centro histórico, donde visité cafés y restaurantes como los de cualquier otra gran ciudad latinoamericana, algo que antes no solía verse en esa zona.

Los caraqueños se veían alegres, pese a las adversidades. Los bares y las discotecas estaban llenos de gente que pensaba que lo peor de la crisis ya había pasado.

Tenían la esperanza de que el futuro sería mejor: “La situación económica ha mejorado un poco”, me decían. Creció un 3,6% en el segundo trimestre de este año.

Y muchos estaban entusiasmados con un posible cambio de gobierno.

Me sentí reconciliado con el país donde nací, con su pueblo sonriente, generoso, solidario y cálido. Entendí por qué tantos extranjeros se enamoran de Venezuela cuando lo visitan.

Pero luego llegó la elección presidencial del 28 de julio.

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En el 23 de Enero, un bastión del chavismo, hubo cacerolazos que fueron silenciados por los colectivos creados por Hugo Chávez.

Andrea*, una joven de 22 años que vive en el 23 de Enero, un barrio popular en el oeste de Caracas, me cuenta que todo cambió ese día.

“Desde la elección y la represión a las protestas que ha seguido todos estamos con miedo. Nos andamos con mucha precaución. Ya muchos ni siquiera se atreven a hablar de política en público", murmura desde una esquina desierta en el centro histórico de Caracas, donde trabaja como comerciante.

“En el 23 (de Enero), que siempre es muy movido en las noches y la gente suele poner música a todo volumen, no se escucha nada y todo el mundo se resguarda en sus casas después de las 7 de la noche”.

Una sensación de "toque de queda"

Efectivamente, en algunas zonas populares la desolación de las calles es extrema. Parece haber un toque de queda de facto del que nadie habla pero que todo el mundo sabe que está allí.

“En La Piedrita (un sector del 23 de Enero) se rumoreaba que los colectivos iban a imponer un toque de queda, pero no hizo falta que lo hicieran oficial. Todo el mundo lo acata”, añade Andrea.

Los colectivos son organizaciones creadas por Hugo Chávez y leales al chavismo que muchos describen como paramilitares.

“Tras la elección mucha gente se unió a los cacerolazos de protesta en el 23 de Enero, que siempre ha sido muy chavista. Pero los colectivos amenazaron a la gente diciéndoles que les iban a tocar las puertas si caceroleaban y así calmaron la protesta en esa zona”.

Otro evento que refuerza la sensación de “toque de queda” es el amplio patrullaje policial que se ve en algunos barrios populares. Incluso se ven convoyes militares paseándose por Caracas a altas horas de la noche.

Carlos*, un joven del barrio El Calvario en el Hatillo (sureste de Caracas), fue testigo de un evento que ha traumatizado a su comunidad después de que muchos de sus habitantes salieran a protestar en contra de lo que consideran un fraude electoral.

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La comunidad de El Calvario, un barrio popular en el sureste de Caracas, ha quedado traumatizada.

La misma noche del domingo 28 de julio, después de que el Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) dio a conocer un controvertido resultado que daba como ganador de las presidenciales a Nicolás Maduro con el con el 51% de los votos, estallaron una serie de protestas a lo largo de Venezuela.

A diferencia del CNE, la oposición, liderada por el candidato Edmundo González y por María Corina Machado, mostró un 80% de las actas que revelan el triunfo de González.

Las protestas se intensificaron al día siguiente y algunas terminaron en enfrentamientos con las autoridades que dejaron al menos 11 muertos y más de 1.000 personas detenidas, según el Foro Penal, una ONG venezolana defensora de los Derechos Humanos.

"La calle está tensa"

La madrugada del martes 30 de julio, Carlos estaba durmiendo cuando unos gritos de desesperación y rabia, mezclados con duros golpes a la puerta de la casa de su vecino, lo despertaron.

Según relata, funcionarios del DAET, la Dirección de Acciones Estratégicas y Tácticas de la Policía Nacional Bolivariana, acudieron al lugar después de que el barrio saliera a protestar el lunes después de la elección.

“Casi le tumban la puerta. Luego uno de los policías grita: ‘No es aquí’. Y enseguida comenzaron a golpear la puerta de la casa de al lado. Hicieron lo mismo en otras cuatro casas hasta que consiguieron a las personas que estaban buscando”, me cuenta en la oscuridad desde un estacionamiento vacío cerca del barrio El Calvario.

“Se llevaron a seis chamos. Soltaron a dos de ellos, que supuestamente regresaron a sus casas golpeados. De los que permanecieron detenidos aún no se sabe absolutamente nada”.

Carlos siente que “la calle está tensa” y afirma que sus conocidos salen para realizar actividades básicas y sólo si es estrictamente necesario.

“A varias personas les están revisando el teléfono en la calle para ver si tienen imágenes o videos de protestas o si han estado compartiendo información sobre lo que está sucediendo. Y si consiguen ese tipo de contenido se los llevan presos”, prosigue.

“Atacan a la gente de los barrios (populares) porque tienen miedo de que se les volteen y salgan a las calles masivamente”.

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El 23 de Enero, al oeste de Caracas, es un barrio de gran simbolismo para el chavismo en el que la oposición al gobierno ha ido creciendo en los últimos años.

A una amiga de Andrea la detuvieron el martes en el 23 de Enero y le pidieron su teléfono. Cuenta que afortunadamente lo había dejado en su casa. Sólo le pidieron la cédula de identidad antes de dejarla ir. Pero ha quedado traumatizada y se niega a salir de su casa desde el incidente.

“La gente ahora limpia sus teléfonos de fotos que puedan ser vistas como contrarias a Nicolás Maduro o borran todas las conversaciones comprometedoras antes de salir de sus casas”, detalla la joven.

Una “neutralización” de los sectores populares

El abogado activista de derechos humanos Gonzalo Himiob, vicepresidente del Foro Penal, afirma que la represión ha sido indiscriminada, a nivel nacional y se ha focalizado en los barrios populares.

“El grueso de los detenidos son personas muy humildes. Los detienen manifestando, cuando regresan de sus casas tras una manifestación e incluso han detenido a gente que ni siquiera estaba manifestando”, le dice a BBC Mundo.

Himiob explica que en los barrios de Venezuela existen organismos que el gobierno llama “mecanismos de inteligencia ciudadana” que delatan a vecinos opositores, a quienes buscan en sus casas y los arrestan.

“No se les puede llamar allanamientos, porque el allanamiento implica cierta legalidad. Ingresan arbitrariamente en las casas y se llevan a gente detenida. Recibimos un caso reciente en el que se llevaron a la mamá, a un joven de 15 años y a un niño de 5 años. Soltaron a la mamá y al bebé, y dejaron preso al adolescente”.

A casi todos los detenidos les están imputando casos de terrorismo e instigación al odio.

El abogado defensor de los derechos humanos denuncia que se trata de una situación crítica que califica como una “política de Estado dirigida a la neutralización de los sectores populares” que se identifican con el movimiento político opositor.

El gobierno asegura que la oposición está alentando un "golpe de Estado".

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El resultado de la elección presidencial del 28 de julio desencadenó protestas en distintas zonas de Caracas y en el resto del país.

"El que no trabaja no come"

A las 7 de la noche de este martes llegué al 23 de Enero, una zona conocida por su festividad y su agitada vida callejera. Me encuentro, sin embargo, con calles desoladas y unos pocos negocios abiertos.

“En Caracas la gente abre sus negocios porque en la Venezuela de hoy el que no trabaja no come, pero se vende mucho menos que antes y hay muchos negocios que simplemente no están abriendo, sobre todo en el centro de la ciudad”, me cuenta un vecino que tiene un abasto.

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Muchos negocios en Caracas cerraron sus puertas tras las protestas. Tras dos semanas de la elección están abriendo progresivamente, pero cierran más temprano.

“Pero en zonas como el 23 de Enero o Catia (barrio popular en el oeste de Caracas), donde mandan los colectivos y cobran vacunas (impuesto extorsivo), muchos se ven obligados a abrir”, añade.

“Venezuela actualmente está siendo gobernada mediante el miedo”.

A esa hora las pocas motos y personas con las que me topo me miran con la misma desconfianza que me generan ellos.

Ante la poca afluencia de clientes, muchos negocios allí y en el centro de la ciudad ahora deciden cerrar más temprano que de costumbre.

En las zonas de clase media en el este de la ciudad no hay menos miedo.

Valentina*, una ingeniera que vive en Bello Campo, admite que le da pavor salir de su casa desde que asistió a una concentración de protesta el lunes 29 de julio.

“Vivo cerca, así que me acerqué y me quedé un rato. Yo estaba viendo todo en una esquina con mi hermano. De repente empezaron a lanzar bombas lacrimógenas y nosotros tuvimos que refugiarnos en un edificio en el que los vecinos estaban ayudando a la gente que intentaba escapar”, le cuenta a BBC Mundo.

“Vi cómo se llevaban a personas arrastrándolas, sobre todo a chamos en motos. A varios se las robaron”.

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Vista hacia el oeste de Caracas desde El 23 de Enero.

Aunque durante la primera semana después de la elección la actividad comercial era poca o nula en distintas zonas de Caracas, la necesidad ha hecho que muchos abran progresivamente sus negocios y salgan a trabajar.

Algunos bares también han reabierto, pese a que sólo reciben un cuarto de los rumberos que acogían antes. “La vida continúa”. me dicen.

Otra vez, a simple vista, todo parece estar retornando a una cierta normalidad a la espera de que el conflicto político llegue a una resolución.

Mientras, los caraqueños susurran lo último que escucharon de la ola de arrestos y borran conversaciones, desconfían unos de otros y tienen miedo a dar un paso en falso.

La gran incertidumbre que domina la ciudad impide un retorno a la Caracas previa al 28 de julio.

*Sus nombres han sido modificados para proteger sus identidades.

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