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"Me sorprendió la vergüenza de compartir fantasías sexuales": Gillian Anderson cuenta su experiencia de escribir y editar el libro Want
En entrevista con la BBC, la actriz confiesa que no le resultó fácil poner en papel sus fantasías sexuales y compartirlas con el público.
5 de septiembre de 2024, 23:13 PM
Gillian Anderson me dice que se siente "muy cómoda" hablando de sexo. Era obvio, incluso antes de que nos reuniéramos para hablar sobre su nuevo libro, Want, una colección de fantasías sexuales de mujeres.
La actriz, considerada en su día la mujer más sexy del mundo por la revista FHM, lució un vestido cubierto de vulvas en una ceremonia de premios y tiene una marca de refrescos llamada G Spot (Punto G, en español).
Tras interpretar el papel de terapeuta sexual en la exitosa serie de Netflix Sex Education, la figura de Anderson quedó por siempre asociada a conversaciones francas sobre actividades íntimas
Sin embargo, la actriz reconoce que incluso ella tuvo dificultades para expresar su propia fantasía sexual en palabras para el libro, como le pidieron sus editores.
"De repente, describir las imágenes que han estado en mi cabeza durante un tiempo y la acción de hacerlo, agregó un nivel de intimidad que no hubiera esperado, y no esperaba ser tan tímida al respecto".
Fantasías de todo el mundo
La fantasía de Anderson está escondida entre 174 que ella misma seleccionó, en un libro que no es para mojigatos.
La actriz -que saltó a la fama como Dana Scully en el programa de televisión "Los expedientes secretos X"- y sus editores recibieron 1.800 envíos anónimos de mujeres de todo el mundo.
Las cartas fueron sometidas a un proceso de selección y distribuidas en 13 capítulos con títulos que incluyen "Ser adorado", "Exploración", "Poder y sumisión" y "Los vigilantes y los vigilados".
Las colaboraciones fueron anónimas, detallando solo la identidad sexual, la edad, los ingresos y el estado civil.
Susan Young, una psicóloga clínica que leyó el libro, me dice que "las fantasías sexuales son un aspecto sano y normal de la expresión sexual, siempre que no causen angustia ni daño".
Les permiten a las personas explorar su mente "en un entorno seguro, privado y controlado”.
Algunas de las fantasías en Want son conmovedoras: la mujer de duelo que anhela el contacto y lamenta la pérdida secundaria de las relaciones sexuales.
"Me gustaría que se hablara más sobre el duelo, la pérdida del cónyuge y la sexualidad", escribe.
Hay otras muy diversas, como por ejemplo una fantasía sobre "sexo muy excitante, sensual y apasionado" con Harry Styles.
Una colaboradora, cuya religión ortodoxa prohíbe a las mujeres acercarse al altar, fantasea con tener intimidad en un altar en una iglesia abandonada.
Anderson describe las historias como “sinceras, crudas, íntimas y hermosas”, y añade: "Tenemos cartas en las que fantasean con tener relaciones sexuales con desconocidos y hablan de que les excita la idea del voyerismo".
"Lo que más me interesaba era la alegría y el disfrute que las mujeres sentían claramente al escribir, lo mucho que les abría a entenderse mejor a sí mismas, según parecía. En definitiva, este no es mi libro. Es el libro de todas las mujeres que han colaborado".
Francos con nuestro deseo
Want es una versión del siglo XXI de otra colección de fantasías femeninas, My Secret Garden ("Mi jardín secreto"), publicada en 1973.
El innovador libro de la periodista Nancy Friday se convirtió en un éxito de ventas mundial. Era la primera vez que los deseos femeninos se hacían tan públicos.
Cincuenta y un años después de "Mi jardín secreto", Anderson dice que le "sorprendió" la cantidad de vergüenza que todavía existe en torno a hablar de sexo y compartir fantasías sexuales con amigos o parejas.
"Había pensado que hoy en día habría menos vergüenza" y fue "una verdadera revelación".
Su libro es un intento de que todos seamos más francos sobre nuestros deseos.
"El sexo y la fantasía sexual siguen siendo un tema tabú, a pesar de que tenemos programas como Sex Education, Euphoria y '50 sombras de Grey’'", dice Anderson. Y luego está "la industria pornográfica multimillonaria", que describe como "que está delante de nuestras narices, en nuestras pantallas, en nuestros teléfonos todo el tiempo".
Una de las contribuciones en Want comienza así: "Me resultó muy difícil entender cuáles son realmente mis propias fantasías. Gran parte de lo que se desarrolla en el porno está orientado a los hombres, y hay tantas expectativas puestas en nosotras como mujeres, que me resulta muy difícil decidir qué es lo que realmente me excita y cómo siento que debería actuar".
Anderson anima a los jóvenes a leer su libro "porque hay muchas versiones diferentes de cómo puede ser el sexo que van más allá de lo que les ofrece la industria del porno".
"Hay mucha ternura y mujeres que quieren ser vistas tal como son y que las cuiden, y también hay mucho romance".
Versión acorde con los tiempos
Young destaca una diferencia entre el deseo masculino y el femenino. "Las fantasías de las mujeres a menudo incluyen un contexto emocional o narrativo que es probable que sea diferente del contenido más visual y sexualmente explícito que reportan los hombres".
El porno es "normalmente menos atractivo para las mujeres porque la pornografía suele generarse y centrarse en los deseos de los hombres", añade.
En 1973, "Mi jardín secreto" contenía capítulos explícitos sobre fantasías de sexo no consentido e ilegal, incluido un capítulo sobre fantasías de violación.
Vivimos en tiempos más sensibles y en 2024, Anderson quería crear "un espacio seguro para que las mujeres pudieran compartir y leer sin sentirse obligadas a tener miedo o recelo por lo que encontrarían de una página a otra".
Fue "la decisión correcta" rechazar "cartas que rayaban en la ilegalidad, la bestialidad o el incesto", afirma.
A pesar de esa elección, un capítulo corto ("La cautiva") contiene material que, según Anderson, se desvía hacia "temas peligrosos y casi nos pareció poco sincero no incluirlos porque son fantasías que tienen las mujeres".
Young señala que este tipo de fantasías "sobre dominación intensa, sumisión, actos violentos y/o incluso no consensuales no están pensadas para ser llevadas a la práctica".
"Ofrecen un lugar seguro para explorar intereses y deseos que se consideran tabú, peligrosos o socialmente inaceptables".
Pero sobre todo, para Anderson, en la fantasía la mujer "está al mando, puede decidir con quién, cuándo, dónde, cuánto, con qué frecuencia, cuándo parar, cuándo continuar".
"Así que se siente como una admisión y revelación empoderadora en lugar de algo que está bajo el control de otra persona".
Aprendizaje
La estrella de 56 años, que está en su mejor momento, recuerda que "algunos" de los personajes que ha interpretado le han enseñado sobre sexo y sexualidad. Para ella es "vital" comprender la vida interior, los deseos y las fantasías de estas mujeres, para entender "qué las motiva".
No tenemos tiempo de entrar en lo que eso significó para su preparación para papeles como el de Miss Havisham en Great Expectations ("Grandes esperanzas") o el de la periodista Emily Maitlis en Scoop ("La gran exclusiva"), nominada al Emmy, que dramatiza la controvertida entrevista del programa de noticias Newsnight de la BBC con el príncipe Andrés.
Pero me dice con firmeza que, cuando se trató de su papel en The Crown, "no pensó en las fantasías sexuales de Margaret Thatcher".
En persona, Anderson es una estrella en todos los sentidos: menuda, radiante y de piel suave. Algunas de las mujeres anónimas que aparecen en su libro tienen problemas con su imagen corporal y no se sienten deseables.
Incluso Anderson admite haber "pasado por períodos en los que me ha afectado mucho que yo también esté envejeciendo".
"Cuando estoy frente a una cámara, sin duda hay momentos… en los que veo el producto final y pienso: 'Dios mío, ¿es así como me veo realmente?'", continúa.
Su filosofía es recordar que "esto es lo más joven que pareceré a partir de ahora, así que más vale que lo acepte".
Algunas de sus colegas recurren a la cirugía plástica. "Yo todavía no he recurrido a eso", señala. "Pero en algún un momento, ¿quién sabe?".
Células estadounidenses, alma británica
Recientemente Anderson terminó de rodar un western de época protagonizado por mujeres para Netflix llamado The Abandons. Allí interpreta a una de un par de "matriarcas en duelo" junto a Lena Headey de "Juego de Tronos".
"Soy dueña del pueblo... Este es mi pueblo. Lo digo mucho mientras camino por el centro", dice sonriendo.
Cuando nos encontramos, Anderson sonaba británica, pero a menudo, en entrevistas y en su cuenta de Instagram, su acento es estadounidense.
Anderson nació en EE.UU., pero ha vivido permanentemente en Reino Unido durante décadas. "Mis células son estadounidenses, pero mi alma es británica", me dice.
Su próximo papel es un drama para la TV británica que está a punto de comenzar a filmar en Belfast. Su acento norirlandés tampoco es "malo, en realidad", dice.
Pero antes de eso, hay una ronda de publicidad del libro que superar. Y la pregunta obvia, que supongo que no solo me hago yo: ¿puede ofrecer alguna pista sobre qué fantasía es la suya?
"De ninguna manera", dice con una sonrisa. Como las demás, "la mía permanecerá anónima".
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