Júlia Lladó
Montse Bizarro, (Barcelona, 1993) es autora de "Mañana ya no hablaremos de nada".

La historia empieza en Aire, un antro barcelonés y es la noche de las Stupendas, “eso significa que todas las lesbianas de la ciudad, y sus respectivos amigos gays, maricas, bisexuales, personas queer o de género fluido nos reunimos en esta pequeña sala que apesta a sudor y a humedad.”

Por allí se mueven Mar y Lorena con dificultad y también los lectores de Mañana ya no hablaremos de nada.

Su autora, Montse Bizarro, (Barcelona, 1993) retrata las vidas, drogadas, rotas, supervivientes, de estas dos jóvenes que lidian con sus días inmersas en una relación destructiva.

Mar y Lorena se unen, se dejan, se aman y se dañan. Junto a su círculo de amigos, tienen noches desatadas y se ponen en riesgo.

Al final de la fiesta de las Stupendas en Aire, todo se fractura:

“Mar, ¿dónde te habías metido? Lorena está fatal. Dice cosas muy chungas, tía, y hemos tenido que inmovilizarla porque se estaba pegando cabezazos contra el espejo del baño… “

“Por Lorena. Sigo aquí por Lorena. Porque la necesito tanto como ella a mí.”

Mar nos cuenta: “Lorena, cuando bebe, o cuando se mete speed, coca, o cualquier droga que encuentre, desaparece…”

“El corazón le va a mil por hora, le tiemblan las manos y los pies (...) como a mí sin mezclar nada caminando por la calle, pensando en nosotras y en la ansiedad que me generan nuestras discusiones; nuestros juegos dialécticos, pero también sus agresiones físicas, desesperadas, contra sí misma. Yo también suelo recibir algún golpe, al final, por interponerme entre ella y ella”.

Montse Bizarro desliza algo de sus experiencias y preocupaciones en esta historia: la ansiedad, la disidencia sexual y su reciente diagnóstico de autismo.

También se reflejan en su trabajo de portavoz en Obertament, organización que lucha contra el estigma de la salud mental; y en su labor como activista de las neurodivergencias en Specialisterne, entidad que ayuda a personas autistas a conseguir trabajo.

Será parte de los diálogos de Hay Querétaro para hablar de su primera novela, de gran acogida entre los jóvenes, donde las palabras no hacen rodeos; con honestidad y crudeza las cosas se dicen por su nombre, pero lo que palpita en el fondo es un deseo de piedad y amor para sus personajes.

Mar se pregunta: “¿acaso las personas con actitudes tóxicas, maltratadas por la vida y por las circunstancias no se merecen ser amadas?”

Editorial Almadía

¿Cuál es el germen del vínculo entre Mar y Lorena?

Tuve una relación tóxica y complicada con una chica y fue el querer investigar por qué una relación que no beneficia a ninguna de las partes se mantiene tanto tiempo.

Quise ficcionarlo para alejarme de mi historia, porque no quería despertar compasión o que la gente fuera a buscar culpables o venganza.

Fue una reflexión personal, un proceso catártico para curarme.

Podríamos decir que los sentimientos y las emociones son reales, pero los hechos están modificados.

Además me permitía hablar de otros temas que me interesan, como el colectivo LGTBI, la salud mental, las neurodivergencias y las adicciones del mundo de la noche.

“...ahí está Lorena, con su media melena castaña que huele a hachís y a Moussel…con un cuerpazo espectacular, aunque repleto de cicatrices", dice Mar. ¿Son las heridas lo que las une?

Ambas buscan en la otra lo que les falta.

Mar envidia la autenticidad de Lorena, el hacer cosas sin pensar en las consecuencias, el vivir al borde, algo que ella no puede hacer, porque tiene necesidad de control, se quiere poco y le cuesta poner límites.

Este es un tema delicado porque en una relación de maltrato el culpable siempre es el otro. No quiero que se malinterprete, pero el tener la autoestima frágil, hace que aceptes cosas que no están bien y que piensas que te mereces o que no mereces nada mejor.

Y a Lorena le gusta el amor incondicional de Mar, porque es inestable, impulsiva, y piensa: ostras, aquí hay alguien a quien no le importa lo que haga o lo mal que la traten, siempre va a estar a mi lado.

Es duro dicho así, pero es lo que les pasa.

Sabemos de la muerte de la madre y de la hermana de Lorena y del alcoholismo de su padre. Vive en un entorno agresivo pero se convierte en agresora también. ¿Hay maldad real en ella?

Tiene dificultades en la gestión emocional y ataques de ira, pero quise humanizarla. Lo ha pasado mal, no ha tenido las herramientas adecuadas e intenta sobrevivir como puede, aunque está haciendo daño.

Quería quitar la idea maniquea de que un agresor es alguien que te espera en un callejón oscuro y es malvado siempre.

Lorena tiene sus grises, la vemos vulnerable y es peligroso, porque a veces te quiere bien, pero muchas otras no, y tienes que irte a pesar de que te quieran, no porque no te quieran.

Mar tiene la necesidad de comprenderla, porque no sabe si está mal y por eso actúa así o si es malvada; siente esto de ser su salvadora: 'tengo que ayudarla, no la puedo abandonar'.

Pero necesitas creer que es malvada porque si no, no existe la capacidad de salir de ahí.

Sin embargo, lanzas una pregunta clave: “¿acaso las personas con actitudes tóxicas, maltratadas por la vida y por las circunstancias no merecen ser amadas?”

Cuando tienes una relación así, por tu propia salud debes alejarte.

Pero si nos fijamos, las personas que acaban solas o aisladas tienen algún problema de salud mental; son vulnerables y necesitan una red afectiva grande, pero por sus actitudes, la gente se va alejando.

No puede ser que una persona con ideación suicida solo tenga como red afectiva a un psicólogo; tendría que tener 25 amigos que le hicieran la comida, que le ayudaran a sacar la basura.

No puede ser que solo estemos al lado de gente divertida, sin problemas y que a la mínima abandonemos a las personas que sufren.

Júlia Lladó
La historia de Mar y Lorena "fue una reflexión personal, un proceso catártico para curarme", dice Bizarro.

¿Por qué quisiste mostrar también el mundo queer, las noches de fiesta, las drogas?

La generación millenial está bastante mal: nuestras expectativas no se han cumplido, tenemos trabajos precarios, los alquileres están por las nubes, gente con 30 años aún vive con sus padres, no hay un proyecto de futuro.

Si además perteneces a colectivos oprimidos como el LGTBI o el neurodivergente, con familias desestructuradas, es muy probable que tengas problemas de salud mental.

No quiero decir que todo el mundo, ni que siempre se recurra a las drogas pero es una posibilidad, porque se sobrevive y a veces se toman malas decisiones.

A la vez tenemos una actitud punitivista y moralizante con las adicciones, cuando lo hacen para evadirse y lo último que necesitan es que se las margine y castigue por eso.

Hay que ser compasivos, tenderles la mano desde el cariño.

Usas un lenguaje crudo para relatar escenas de sexo violento, otra forma de escape, ¿por qué optas por eso?

Quería mostrar el sufrimiento sin edulcorarlo para que llegue de verdad y la gente sepa lo que es, por ejemplo, el trastorno obsesivo compulsivo que a veces se ha banalizado.

No es sencillo, limita tu calidad de vida y es algo que debe mostrarse con crudeza, aunque sea incómodo.

Igual que pasa los cuidados, porque a veces no es preparar una sopa y tapar alguien por la noche, es llevarlo o llevarla a la ducha cuando no puede levantarse.

No hay que romantizar.

Con las escenas de sexo tampoco. En la relación que tienen Mar y Lorena hay situaciones extremas y no es deseable. Son dos personas que incluso a través del sexo se maltratan, no se aportan cosas positivas, pero es una obsesión.

Júlia Llandó
"Quería mostrar el sufrimiento sin edulcorarlo para que llegue de verdad y la gente sepa lo que es, por ejemplo, el trastorno obsesivo compulsivo que a veces se ha banalizado".

"No está loca. Solo está rota de dolor.
–¿Y qué te crees que son los locos? Gente que no puede gestionar tanto sufrimiento". ¿Cómo te haces activista de la salud mental y las neurodivergencias?

He tenido problemas de salud mental desde pequeña y se me complicaban muchas cosas: estudiar, acabar una carrera, tener un grupo de amigos, una red de apoyo.

Siempre he luchado para encajar, para que la gente me aceptara, me quisiera y pensaba: no debería ser tan difícil.

Empecé a hacer activismo contra el estigma y a tomar talleres de escritura y vi que había gente con experiencias similares que se reconocía en mis textos, que el dolor individual podía ser compartido.

Cuando tienes problemas de salud mental grandes, crees que estás sola, que solo te pasa a ti, que estás loca, qué vergüenza que alguien pueda ver mis sentimientos en un papel.

Hace tres años tuve el diagnóstico de autismo y ahí empecé el activismo con las neurodivergencias, pasar de 'el problemas somos nosotros que tenemos defectos y debemos cambiar' a buscar el cambio en la estructura, en el contexto socioeconómico, hacer adaptaciones en escuelas, en los trabajos, cambiar las entrevistas de selección; poner el foco hacia afuera y dejar de culparnos a nosotros por ser como somos.

¿Por qué tu diagnóstico llegó siendo adulta?

Nunca lo sospeché, ni mis padres. Nadie, no había conocimiento.

Además estaba el estereotipo de que casi siempre es un niño pequeño, muchas veces no hablante y no encajaba conmigo.

Pero he pasado toda mi vida por diagnósticos de salud mental y hace unos tres años empecé a ver videos de mujeres autistas activistas. Reconocí muchísimos rasgos y fui a hacerme un diagnóstico.

Hasta hace poco no se hablaba de que el autismo es un espectro amplio y no lo que todos pensábamos que era.

¿Cómo explicarías ese espectro?

Hay dos condiciones para un diagnóstico: una es tener diferencias en las relaciones sociales y en la comunicación; y la otra, en el tema de las rutinas y en ser rígidos en la forma de pensar.

Dentro de ellas hay un espectro que va desde la persona no hablante hasta quien puede tener relaciones sociales sin dificultad, pero se agota rápido o se siente incómoda si hay desconocidos.

Yo, por ejemplo, puedo atender demandas sociales, de trabajo y adaptarme al mundo tal y como está construido, pero me supone gran gasto de energía.

Si quedo una tarde con mis amigos, necesito tres días para recuperarme. Desde fuera se ve que estoy bien, pero el sufrimiento interno es grande.

Tengo que renunciar a hacer cosas que me gustan porque sé que me va a dar una crisis de ansiedad.

Pero ahora que conozco a mucha gente autista no me siento tan sola, porque a veces es complicado explicar a amigos neurotípicos: me apetece mucho verte, pero no puedo, porque mañana voy a estar mal.

Júlia Llandó
"He tenido problemas de salud mental desde pequeña y se me complicaban muchas cosas: estudiar, acabar una carrera, tener un grupo de amigos, una red de apoyo".

¿Qué habría que adaptar en los trabajos y en la educación, que son claves para la autonomía?

Nuestro procesamiento es secuencial, hacemos una tarea, después otra, nos cuesta asumir varias a las vez. Las reuniones con muchas personas donde hay que improvisar, tampoco nos van bien; las preferimos con poca gente y ojalá sin desconocidos.

Si es posible, evitar los cambios y las sorpresas; que no te interrumpan si estás haciendo una tarea y el tener una sala del silencio.

Todo esto reduciría muchísimo nuestra ansiedad en el trabajo.

Aprendemos de forma distinta, necesitamos cosas concretas, nos cuesta entender las preguntas abiertas.

Hay personas autistas que saben el temario, pero suspenden los exámenes porque no las entienden y es una lucha constante con los centros de estudio para las redacten de otra manera. Algo tan sencillo, cuesta mucha frustración.

Es cierto que hay personas autistas con grados elevados que no pueden trabajar, pero hay otras que con estas adaptaciones podemos hacerlo sin problemas.

Nos concentramos bien y todo es estupendo. Lo que pasa es que hay resistencia al cambio.

Si tienes un jefe que te da información caótica, no te dice fechas de entrega, es fácil que nos provoque ansiedad porque necesitamos tenerlo todo estructurado y eso puede requerir un esfuerzo.

¿Cómo se salva el grupo de jóvenes que protagoniza tu novela?

Se intuye que tenemos que salvarnos entre nosotros, porque el sistema es demasiado hostil para las personas diferentes y con menos privilegios de clase, económicos, o con neurodivergencias.

Estar juntos y aprender a pedir ayuda; comprender que no pasa nada por no estar bien.

Si sabes exactamente lo que necesitas, decirlo, ir a tu trabajo y explicar, mira, tengo ansiedad y al pedir cosas concretas, parece que se entiende mejor y saben como actuar.

O, mira, no me sirve que me digas que tenga una actitud positiva, que sonría o que me esfuerce para salir de casa, porque me hace sentir culpable; prefiero que te sientes aquí, me escuches y ya está.

Y preguntar a la persona qué necesita, no asumir cosas según lo que culturalmente se ha establecido que necesitan. Es un camino largo de ir educando.

¿Y cómo se sale de una relación tóxica?

Es complicadísimo. No creo que un día te despiertes y digas bueno, hasta aquí y te vayas. Me parecía utópico.

Más realista, aunque no es lo ideal, es que otra persona te ayude, otra relación, los amigos o un nuevo proyecto, comprarte una casa, estudiar, centrar tus ilusiones en algo y en ti misma, para romper ese ciclo, porque de un día para otro no decides quererte más, es un proceso.

¿Y en tu caso qué fue?

Otra relación que no llego a ser pareja, pero conocí a una persona que me cuida, me escucha, está siempre, no un día sí y otro no, algo que cuando estás en la relación tóxica no ves.

Y cuando te lo enseñan, te da un poco de fuerzas para ver que te mereces otra cosa.

BBC

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