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Traiciones, huidas y mensajes secretos en yogures: las extraordinarias historias que dejaron los duelos de ajedrez entre la URSS y EE.UU.
El periodista y comentarista Leontxo García lleva más de 40 años difundiendo su pasión por el ajedrez y las implicaciones que ha tenido para distintos campos del conocimiento humano como la inteligencia artificial, las matemáticas, el cine o la política internacional.
9 de noviembre de 2024, 13:46 PM
¿Qué tienen en común Vladimir Putin, los yogures de arándano, el Premio Nobel de Química de este año y la Guerra Fría?
La respuesta está en las 64 casillas del tablero de ajedrez, sus casi infinitas combinaciones y su capacidad para convertirse en una metáfora del mundo y de la vida.
El ajedrez, cuenta Leontxo García , es mucho más que un juego o un deporte apasionante con más de 1.500 años de historia documentada.
Él lleva como periodista casi 40 años dedicado a transmitir y a contagiar esa pasión, lo que le ha permitido conocer a todos los grandes maestros y números uno de la especialidad, incluyendo a figuras históricas como el inconmensurable y oscuro Bobby Fischer, “un genio en jaque perpetuo”, describe.
Aunque el ajedrez, asegura, no es solo cosa de mentes brillantes.
Utilizado como herramienta educativa -algo en lo que él ha formado a más de 30.000 maestros de escuela de 28 países-, el juego sirve para fomentar multitud de capacidades, además de ayudar a retrasar el envejecimiento cerebral.
También permite aprender sobre áreas tan diversas como la psicología, las matemáticas, la inteligencia artificial, el cine o la política internacional.
Escuchar a Leontxo García en sus podcast, videos o conferencias, o leerlo en las columnas que escribe en El País desde 1985, te transporta a un mundo de duelos y rivalidades novelescas, de hazañas heroicas y de mentes portentosas que rozan los límites de la realidad.
Su entusiasmo llegó incluso a convertirlo en un famoso meme, al que él ha dado la vuelta con humor e inteligencia para dar nombre a su boletín semanal: “Maravillosa jugada”.
Gran comunicador, asegura que el ajedrez le sirve para hablar de todo porque “imagínate la de cosas interesantes y personajes fascinantes que hay en 15 siglos”.
BBC Mundo habló con él en el marco del Hay Festival Arequipa, que se celebra del 7 al 10 de noviembre.
El ajedrez no solo nos ha dejado mucho vocabulario para hablar de política y estrategia -como “poner en jaque” o “enrocarse”-, sino que ha tenido una faceta real muy importante sobre todo en la Guerra Fría, con los grandes duelos de la historia del ajedrez.
Efectivamente, no creo que haya ningún juego que sea tan atractivo como el ajedrez para hacer metáforas en el mundo de la política.
Ahora bien, en la Guerra Fría hubo otro enfoque mucho más pragmático.
La Unión Soviética era el país más grande del mundo, tenía 287 millones de habitantes, de los cuales 5 millones eran ajedrecistas federados y 50 millones practicaban el ajedrez de forma esporádica.
En la Casa Blanca sabían que el Kremlin utilizaba el ajedrez como un escaparate de la pretendida superioridad intelectual del comunismo sobre el capitalismo.
Por eso, cuando un estadounidense rebelde, autodidacta y excéntrico, Bobby Fischer, gana el Torneo de Candidatos y se convierte en el retador del campeón del mundo en 1972, el soviético (Boris) Spassky, el entonces secretario de Estado de EE.UU. Henry Kissinger, le llama y le dice:
“Le llamo de parte del presidente Nixon para pedirle como un favor patriótico que vaya usted a Islandia y gane a Spassky, porque para nosotros sería como meterle un torpedo en la línea de flotación de la propaganda comunista”.
No sé muy bien qué convenció más a Fischer, si que hubieran duplicado la bolsa de premios o el fervor patriótico, pero fue a Reikiavik, ganó y fue recibido como un héroe en Washington.
Y Spassky como un traidor en Moscú.
Para los soviéticos hubo muchos traidores… El mismo Viktor Korchnoi, otro de los grandes jugadores de la historia, dijo que no se enfrentaba a Anatoli Kárpov, sino al Ejército Rojo en el Campeonato del Mundo de 1978, quizás uno de los más rocambolescos que se han celebrado.
Es que Korchnoi, que uno de los mejores jugadores que produjo la escuela soviética en 70 años, era un traidor desde el punto de vista del Kremlin, porque se escapó.
Lo que pasó es que cuando Spassky pierde el honor nacional ante Fischer, necesitan encontrar a alguien que lo recupere y tienen dos candidatos: Kárpov o Korchnoi.
Kárpov es más joven y tiene un perfil mucho más adecuado para venderlo como ideal, porque es hijo de un obrero cerca de Siberia, en los Urales, mientras que Korchnoi tenía un perfil más intelectual, no tan conformista, tenía algunas noches de alcohol y mujeres en La Habana jugando un torneo...
Entonces se elige a Kárpov.
Korchnoi se cabrea enormemente y se escapa de la Unión Soviética y después gana el Torneo de Candidatos y se convierte en el retador del nuevo héroe nacional que es precisamente Kárpov.
Esto es una historia tan atractiva para el periodismo o para el cine, que la película que gana el Oscar a la mejor de habla no inglesa en 1984, "La diagonal del loco”, está basada en ese duelo.
Pero es que también hubo muchas anécdotas en ese campeonato…
Ah, bueno, sí. La más jugosa sea quizás la de los yogures.
La delegación de Korchnoi presenta una queja formal al árbitro, que era el alemán Lothar Schmid, que más o menos decía: “el señor Kárpov está consumiendo yogures durante las partidas y sospechamos seriamente que, según de qué color sea el envase, de qué tamaño, de qué sabor, qué camarero lo sirva o a qué hora, eso puede contener mensajes secretos del tipo, por ejemplo, ‘sacrifica un peón’ o ‘ataca por el flanco de rey’, y, por tanto, pedimos que el señor Kárpov no pueda consumir yogures durante las partidas”.
La reacción normal habría sido reírse a carcajada limpia, pero Schmid no lo podía hacer porque era el árbitro principal del campeonato del mundo.
Entonces, su sentencia fue: “El señor Kárpov podrá seguir comiendo yogures durante las partidas, pero tendrán que ser siempre del mismo color, sabor y tamaño servidos por el mismo camarero y a la misma hora”.
Otro de los grandes jugadores soviéticos luego entró en política y con serias consecuencias. Hablo, evidentemente, de Gari Kaspárov, que estuvo en la cárcel, tuvo que exiliarse, está amenazado… Tú has tenido una relación bastante fluida con él.
Sí, sí, yo a Kaspárov, igual que a Kárpov, le habré entrevistado más de 100 veces ya probablemente.
La última vez -a primeros de mayo en Nueva York- fue muy intensa. Pocos días antes había sido oficialmente incluido en la lista de "terroristas y extremistas".
Eso quiere decir que tiene muchas probabilidades de que le hagan daño en cualquier momento. Él cuida mucho ahora a qué países va, con qué medidas de seguridad.
Es muy triste por un lado, y por otro es muy significativo de cómo fue educado por su madre, una de las personas más duras que he conocido.
Yo siempre recuerdo una frase que me dijo ella en la Navidad de 1985, un mes y medio después de que su hijo se hubiera convertido en el campeón del mundo más joven de la historia: "Ser siempre el número uno es sumamente duro y, por tanto, vivir por el placer de vivir es algo que ni mi hijo ni yo comprendemos".
En la vida de Kaspárov solamente se conciben objetivos grandiosos, no tiene espacio para cuestiones livianas, frívolas.
Fue el campeón del mundo más joven de la historia a los 22 años tumbando nada menos que al superhéroe nacional Anatoli Kárpov, que había derrotado dos veces al traidor Korchnoi.
Luego tomó el estandarte del género humano contra las computadoras cuando se enfrentó a Deep Blue, ganando en el 96 y perdiendo el 97.
Fue número uno del mundo durante 20 años consecutivos, un récord que ni siquiera Magnus Carlsen, el número uno actual, está cerca de batir y que quizás no se pueda batir nunca.
Y, cuando por fin se retira en 2005, anuncia que se retira del ajedrez de alto nivel porque su nueva prioridad es destronar a Putin, y lo dice así directamente.
Tú presenciaste los duelos entre él y Deep Blue en 1996 y 1997. ¿Cómo se vivió eso?
Bueno, era tremendo.
La prensa estadounidense compró la idea que vendía Kaspárov de que él era el estandarte del género humano contra las máquinas.
En Manhattan había carteles gigantes en las paredes. Uno de ellos tenía una foto de Kaspárov enorme a toda portada y un titular debajo que decía: “¿Será este hombre capaz de salvar al género humano?”.
Era muy significativo que más del 90% del público que asistía a las partidas era estadounidense, y en el escenario tenían a Kaspárov con la bandera rusa y al operario de IBM con la bandera de las barras y las estrellas.
Sin embargo, casi todo el público iba a favor del ruso, algo que en Estados Unidos es verdaderamente asombroso.
El día que Kaspárov perdió, las acciones de IBM se dispararon en Wall Street.
Pero después IBM demostró que no se trataba solo de publicidad, ya que utilizó lo aprendido a través de Deep Blue con Kaspárov en diversos campos de la ciencia cuyo factor común es el cálculo molecular.
Por ejemplo, en la fabricación de medicamentos complejos, pronóstico meteorológico, planificación agrícola, cálculo bursátil...
No exagero mucho, quizás solo un poco, si digo que hoy, cuando vamos a una farmacia a comprar un medicamento de fabricación compleja, nos estamos beneficiando de lo que IBM aprendió ganando a Kaspárov.
De hecho, tú has contado en ocasiones algo que me parece muy hermoso, que la victoria de Deep Blue no era una derrota del género humano sino, en el fondo, una gran victoria de la humanidad, que había logrado concebir una máquina así.
Claro, con esto pasa algo muy parecido a lo que lo que ocurre con la energía atómica y la inteligencia artifical.
El gran peligro no son ellas mismas, sino el uso criminal que pueden tener sus usos.
Ahora bien, hay motivos para el optimismo, y ahí llegamos a Demis Hassabis, el Premio Nobel de Química.
…que también fue ajedrecista.
Claro. Cuando Kaspárov pierde ante Deep Blue, Hassabis se estaba graduando en Cambridge con las notas más brillantes posibles. Él había sido niño prodigio del ajedrez y, afortunadamente para la humanidad, eligió la ciencia en detrimento del ajedrez.
Durante muchos años le dio vueltas a cómo IBM había programado a Deep Blue, metiéndole una base de datos con millones de partidas jugadas desde el siglo XVI y perfeccionándolo con el asesoramiento de grandes maestros humanos.
Veinte años después, en 2017, Hassabis hace algo completamente distinto cuando saca a la luz el programa AlphaZero, al que solamente le enseña las reglas básicas del ajedrez y a continuación hace que juegue millones de partidas contra sí mismo y aprenda de cada una de ellas.
El resultado fue AlphaZero 27, Stockfish 0, el mejor programa de ajedrez de ese momento en el mundo.
Luego hace algo parecido con AlphaGo, basado en el go, un juego de pasión masiva en muchos países asiáticos, que también le ganó al campeón mundial de esa especialidad.
Y esto sienta las bases para los grandes avances que vienen después…
Eso es. DeepMind, la empresa de Google que lidera Demis Hassabis, crea AlphaFold, que en 2020, basándose en lo aprendido con el ajedrez y el go, logra, si no el mayor, uno de los mayores avances en la historia de la biología: descifrar la estructura de las proteínas, un elemento esencial para la vida formadas por millones de combinaciones posibles de aminoácidos.
Lo aprendido con el ajedrez fue tan útil porque el número de partidas distintas que se pueden jugar es mayor que el número de átomos que hay en el universo entero conocido.
Si el de átomos es un 1 seguido de 80 ceros, el de partidas distintas posibles de ajedrez es 1 seguido de 123 ceros. Y el de go es aún mayor.
El haber profundizado tanto en esto hizo posible descifrar la estructura de las proteínas a pesar de que los mayores expertos mundiales en biología pensaban que eso no se iba a lograr en todo el siglo XXI.
Y gracias a eso, hace uno o dos años, se acaban de conseguir los más recientes avances en la lucha contra el cáncer de hígado o en antidepresivos , y se sabe que en los próximos meses, como mucho en los próximos pocos años, vamos a ver avances de la ciencia enormes basados en lo que Demis Hassabis y su equipo consiguieron con las proteínas.
Por eso le han dado el Premio Nobel (junto a David Baker y John M. Jumper).
Volviendo a las metáforas del ajedrez, ¿qué partida está jugando Putin en Ucrania?
Putin está siguiendo una estrategia de desgaste, esperando o confiando en que su rival acabe cometiendo algún error definitivo o que simplemente se rinda por cansancio.
Pero en realidad, no tiene suficientes fuerzas para poder ganar la partida si su rival aguanta lo suficiente.
Por eso, la probabilidad de que Putin gane o pierda esta partida depende más bien de los aliados de Ucrania. Si le prestan el apoyo suficiente, no podrá ganar nunca.
Tú ha sido jugador semiprofesional y has tenido la suerte de conocer a todos los grandes maestros y campeones de las últimas décadas. ¿Cuál de ellos te ha impresionado más o te ha marcado de alguna forma?
Esa es la pregunta más difícil que me has hecho, porque es más difícil que el famoso tópico de prefieres a tu padre o a tu madre.
Quien más me ha impresionado, en el sentido literal de la palabra, por cómo era como persona, es Bobby Fischer.
A él se le atribuye un cociente intelectual superior al de Einstein, pero también era un enfermo mental. Entonces, convivir con él era realmente impresionante.
Kaspárov es tal vez quien más ha contribuido a la difusión del ajedrez en el mundo. Y es una persona muy culta.
(Viswanathan) Anand también impresiona porque puedes hablar con él prácticamente de cualquier cosa, pero además es tremendamente modesto, a pesar de ser uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.
Y así sucesivamente. Los campeones del mundo todos son personajes muy excepcionales porque, si no, no llegarían a ser campeones del mundo, y cada uno de ellos te impresiona por razones distintas.
¿Y qué características crees que comparten estas personas con mentes privilegiadas que han llegado a la cima del ajedrez?
Una enorme fortaleza mental, que les lleva a resistir tensiones y presiones de todo tipo.
Según te hablo de esto, me estoy acordando de alguien que quizá sea una excepción: el actual campeón, Ding Liren, que está en una situación muy crítica.
Fue campeón del mundo hace año y medio de forma épica: su novia lo había abandonado un par de meses antes del campeonato mundial; es una persona hipersensible, de enorme cultura general, y ganó en el desempate rápido.
Pero después, durante ocho o nueve meses, tuvo enormes problemas para dormir. Y todavía no se ha recuperado de eso.
Leontxo, para terminar, tú has dicho muchas veces que el ajedrez enseña a pensar. ¿Por qué es tan importante y para qué más sirve el ajedrez?
Bueno, que te enseñe a pensar en este momento de la historia es de una importancia capital.
Y no lo digo yo: en los últimos meses he dado varias conferencias o talleres a maestros de escuela y siempre les pido que me cuenten cuáles son sus inquietudes.
Son principalmente dos: cómo motivar al alumnado para que entre en el aula con deseos de aprender cuando un porcentaje muy grande está idiotizado por el mal uso de las redes sociales, y qué podemos enseñar hoy con la seguridad de que va a ser útil dentro de diez años.
Y por mucho que cambie el mundo, dentro de una década seguro que saber pensar seguirá siendo esencial, y el ajedrez es un juego que enseña a pensar y a aprender jugando, que es una de las leyes infalibles de la buena pedagogía.
En los niños de 3 a 6 años, por ejemplo, si lo combinas con música y danza en un tablero gigante de suelo puedes trabajar psicomotricidad, memoria, concentración, atención, respeto por las normas, por el compañero, control del primer impulso...
Esto es algo que hace, por ejemplo en Colombia, Adriana Salazar, que es en mi opinión la mayor experta del mundo, especialmente en ajedrez en etapa preescolar.
También se está aplicando en países como España, en varias provincias de Argentina, Uruguay o Cuba, y otros muchos gobiernos de Latinoamérica estudian incluirlo en sus planes educativos.
Y luego, según va creciendo el alumnado, puedes trabajar muchas más cosas como el pensamiento crítico o la toma de decisiones.
La lista de cualidades o capacidades que desarrolla es realmente enorme.