Javier Sanjinés, profesor de literatura latinoamericana y estudios culturales, afincado en Estados Unidos desde los 80, donde imparte clases en la Universidad de Michigan, fue uno de los invitados especiales del II Simposio Internacional sobre Narrativas Bolivianas que organizó en marzo el Grupo de Estudios sobre Narrativas Bolivianas de la ciudad de Córdoba (Argentina). Sanjinés cerró el simposio con la conferencia Representación ideológica y figuración estética. A propósito de la narrativa del cholaje. Esta entrevista la concedió a Brújula: 


_ ¿De qué manera el cholaje está presente en la estructura social boliviana y cómo se va sosteniendo o diluyendo este tema en la narrativa?
El cholaje es un tema importante desde el siglo XIX, no solo en la literatura sino, sobre todo, en la cultura y en la estructura social bolivianas. Un primer momento de insurrección chola se dio durante la administración de Isidoro Belzu. Adscritas en un principio al caudillismo del ‘Tata’ Belzu, fenómeno social que tuvo lugar a mediados del siglo XIX, las masas siguieron su curso, no exento de escollos, hasta nuestros días. Abrieron el proceso de ‘cholificación’, como lo denomina  Aníbal Quijano, el sociólogo político peruano cuyo pensamiento se adecua muy bien a la situación boliviana del siglo pasado. Este ‘proceso de cholificación’ fue un fluir, como dije en mi conferencia, un ‘devenir’ social que no pudo ser tenido por una identidad inmutable. El cholaje no fue, ni es, una estructura fija ni está sujeto a fronteras duras. Antes bien, es una estructura porosa, blanda, que se transforma, que cambia.

Incluso en el simposio que tuvo lugar aquí, en Córdoba, hablamos de la mutación de lo cholo  en la narrativa boliviana, en la novela del cholaje, que aparece a principios del siglo XX, alrededor de 1909, y cobra fuerza hacia 1920, en el momento de la crisis liberal. No cabe duda que la novela chola, un subgénero de la novela de costumbres, tuvo una enorme importancia social y estética durante la primera mitad del siglo. Su fuerza culminó, a mi juicio, con La Chaskañawi, la novela de Carlos Medinaceli, publicada en 1947, aunque La Miski Simi, cuento de Adolfo Costa du Rels, primero publicado en 1921, revela, en su versión de 1948, la ansiedad que el cholaje produjo en la conciencia criolla. Se aprecia, en la segunda versión de este cuento, algo que no se percibe tan nítidamente en la novela del “encholamiento”: el devenir cholo no podía ya ser controlado por el criollaje, hecho que genera, en la segunda versión del cuento de Costa du Rels, una ansiedad social incontrolable, sin límites.


_ ¿Cuáles serían los grandes representantes de la novela del cholaje?
Este subgénero comienza, en realidad, con La candidatura de Rojas (1909), de Armando Chirveches. Prosigue con las novelas En las tierras de Potosí (1911), de Jaime Mendoza; El cholo Portales (1926), de Enrique Finot; y, por último, La Chaskañawi (1947), de Carlos Medinaceli, a mi juicio, la más completa de todas. En sí, todas estas novelas son ejemplos muy importantes de la construcción estética del cholaje. Fíjate que estas novelas no representan la construcción nacional. En tal sentido, no son novelas “fundacionales”, sino novelas representativas del anárquico fluir de lo cholo.

Prefiero referirme a ellas como novelas de “lo popular”, escritas por “literatos” influenciados por el modernismo hispanoamericano, corriente literaria que nada tuvo que ver con los romances fundacionales del siglo XIX, apegados al criterio letrado de la organización de la “cultura nacional”, acontecimiento literario bastante débil, no solo en Bolivia, sino en toda la cultura andina. Por ello, a un romanticismo débil le sucedió o reemplazó un costumbrismo-realismo culturalmente más representativo.
 

_ Una pregunta luego de su conferencia fue cuál sería la diferencia entre cholaje y mestizaje, ya que son términos que se pueden confundir el uno con el otro…
Evidentemente pueden confundirse. Son, sin embargo, culturalmente diferentes. Se debe tener en cuenta que, después de la independencia de América Latina, las élites liberales y conservadoras, predominantemente criollas, desmantelaron los regímenes coloniales fundados en diferencias raciales institucionalizadas. Peter Wade, un importante antropólogo social de la Universidad de Manchester, acaba de distinguir, a propósito del mestizaje, dos procesos novedosos: en primer lugar, los sectores dominados (mestizos, indios y negros) encontraron métodos de inclusión que, sin dejar de recurrir a la violencia, abrieron canales de movilidad social y geográfica que les permitieron luchar contra la triple discriminación étnica, social y de género.

Como observa Florencia Mallon, se podría llamar “mestizaje desde abajo” a esta forma de inclusión. En segundo lugar, las élites políticas (mestizo-criollas) inauguraron proyectos de cultura nacional que contemplaban la ideología nacional del mestizaje, es decir, el discurso que amalgamaba a europeos, a indígenas y a africanos, con el propósito de construir una sociedad ideal –surge así el “mestizaje ideal”—que supuestamente superaría las diferencias raciales, dejando, sin embargo, intactos los privilegios del sector dominante, culturalmente europeo, económicamente librecambista y políticamente liberal.
 

¿Qué quiere decir todo esto? Que el mestizaje no es un movimiento unidireccional, sino una dinámica compleja que contempla dos polos: el polo mestizo-criollo europeizado, gestor del proyecto letrado de la “cultura nacional”, y el polo mestizo-indio, cholo, que surge de su condición india y que se mantiene culturalmente cercano o vinculado a ella.

El polo mestizo-criollo, que se adscribe a la cultura occidental, organiza el proyecto de cultura nacional. En dicho proyecto, el mestizaje es central como discurso. El otro polo, el mestizo- indio, se proyecta al futuro como “proceso de cholificación”. 


 _ A propósito de lo nacional-popular y lo nacional-criollo, en otro texto usted dice: “El mestizaje promovido con criterio reformista y después con criterio nacionalista fue siempre una movida de las élites”…
Sí, fue una movida de élites la que dio lugar a la construcción letrada del proyecto nacional. Allí está la pléyade de intelectuales, de “letrados” que, desde Tamayo, generó la ideología nacional del mestizaje. Ella también comprende  la novela del cholaje, una construcción letrada, literaria, culta, que, aunque anarquista y contestataria, forma parte del imaginario criollo mestizo. Con el paso del tiempo, la ideología del mestizaje reapareció en el “nacionalismo revolucionario”. Pensemos en Fernando Díez de Medina como uno de sus cultores, ministro de Educación del primer gobierno de la Revolución nacional, abocado a repensar la “cultura nacional”. 
 

_ Mencionó recién el encholamiento, que es algo que se relaciona con el cholaje y surge a partir de él ¿Me podría explicar un poco sobre esto? 
En su libro sobre las Claudinas, Salvador Romero Píttari estableció la diferencia. El cholaje se refiere al proceso de movilidad social, al ‘proceso de cholificación’. La novela del cholaje, la de Chirveches y la de Finot, tiene que ver con este tema. El “encholamiento” alude a la relación sexual entre señoritos criollos y cholas, mujeres consideradas de condición social inferior. Este fenómeno corresponde a las obra literarias escritas por Costa du Rels y por Carlos Medinaceli.

_Usted cree que estos autores, el caso de Carlos Medinaceli con La Chasqañawi estaban conscientes de que estaban haciendo un texto que se podía adscribir al feminismo?

No lo creo. La figura de la chola en La Chaskañawi es más compleja que lo que a primera vista parece. Hay en ella una fuerza agreste que la liga a motivos literarios del pasado, a la narrativa renacentista y, particularmente, al Siglo de Oro español. Estos motivos no  pueden ser encasillados como ‘feministas’.

_Si bien dijo que no se iba a referir tanto a lo contemporáneo, pero cuáles serían algunas novelas de autores que han venido trabajando en los últimos años el tema del cholaje?

Bueno, este tema ha variado, ha mutado, en una nueva producción que dominó la conferencia sobre la nueva narrativa boliviana. Me refiero, entre otras, a las novelas de Juan Pablo Piñeiro, de Adolfo Cárdenas,  e incluso a la más reciente de Alison Spedding, particularmente a su Catre de fierro. En la conferencia pude apreciar que ya existen trabajos muy interesantes sobre éstos y otros autores. Pero está por realizarse un estudio en profundidad a propósito de los motivos literarios que distinguen a esta nueva narrativa de la producción literaria anterior. Seguramente será central en el análisis estético venidero el ‘devenir’ de lo cholo.

_Alguna vez usted escribió sobre el espejismo del mestizaje en la construcción del proceso de la formación del estado-nación en el siglo XX. A propósito de eso, ¿cómo se acentuó o cómo ve este proceso, este espejismo del mestizaje estos últimos diez años, con la presencia de una persona proveniente de los movimientos sociales-indígenas?

El espejismo del mestizaje, mi libro, un intento por negociar la cultura visual con la cultura letrada, tiene que ver con el ‘discurso del mestizaje’, con el imaginario forjado por el “mestizaje ideal” en la Bolivia del siglo XX. No es un trabajo histórico o sociológico sobre el mestizaje, sino un trabajo a propósito de la construcción de una “estética política” eminentemente interdisciplinaria porque negocia “campos de fuerza”, como llama Martin Jay al intento de entremezclar lo político con lo visual. Leerlo como un estudio sociológicostrictu sensu es medirlo con una vara que tergiversa su sentido. Y porque trata de acontecimientos estéticos, tampoco puede ser leído como un ensayo que intenta dilucidar el derrotero del mestizaje y de los movimientos sociales. Mi preocupación es estética, no exclusivamente social. Leerlo de otra forma, como frecuentemente sucede, es leerlo mal.

_Anoche habló usted del concepto de la autonomía de la novela, ¿Puede ahondar un poco más en ello?

Por autonomía literaria entiendo el hecho de que las novelas del cholaje y del ‘encholamiento’ no pueden ser reducidas al estudio de los acontecimientos históricos y sociológicos que las condicionan, pero que no las explican. En este sentido, autonomía no quiere decir que las novelas del cholaje y del ‘encholamiento’ sean ajenas a la historia y a la sociología, sino que tienen una manera propia, diferente, de relacionarse con estas disciplinas. Toda obra literaria debe ser explicada desde sus sentidos profundos, muchas veces en conflicto con el sentido latente del movimiento de la historia.